TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 29 de octubre de 2016

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 30 DE OCTUBRE, 31º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

«…HOY TENGO QUE ALOJARME EN TU CASA»

Lc. 19. 1-10
     En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí.
     Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: «Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento.
     Al ver esto, todos murmuraban diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: «Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más».
     Jesús le dijo: «Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

Otras Lecturas: Sabiduría 11, 22-12,2; Salmo 144; 2Tesalonicences 1, 11-2,2

LECTIO:
            El evangelista nos dice algo que hace de este hombre alguien especial: ¿por qué Zaqueo quería conocer a Jesús? No podemos conocer la respuesta, pero sí podemos intuir que a Zaqueo, teniéndolo humanamente casi todo, algo le faltaba. Su vida no estaba completa. Por eso buscaba.
No ayer, ni mañana, sino hoy Jesús quiere quedarse en la casa de todo aquél que le quiera acoger, de todo el que le necesite, de todo el que se sienta un pecador.  No importa tanto tu ayer.  Importa –y mucho- que hoy Jesús detiene su camino, te mira y te dice que hoy se quiere quedar en tu casa. 
       Zaqueo solamente podía descubrir realmente el sentido de su vida a la sombra y al amparo de Dios. Será esta compañía de Jesús la que hará que a Zaqueo se le abran los ojos, que se dé cuenta de que en su vida no siempre ha actuado bien. Zaqueo quiere empezar una nueva vida y para eso debe sanar los errores del pasado. Porque una nueva vida no se puede empezar con los lastres del pasado.
Hoy, Zaqueo ha llegado la salvación a esta casa. Ha llegado la salvación para ti y para todos los que, como tu,  se abran  a la acción de Dios en sus vidas.
Zaqueo se sintió feliz cuando Jesús puso su mirada en El y eso le motivó a cambiar. Todo el que se sienta pecador, puede hoy ser restituido a la vida de la gracia, si abre su corazón a Dios. Hoy.

MEDITATIO:

«el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido»

     Jesús se detuvo, no pasó de largo precipitadamente, lo miró sin prisa, lo miró con paz. Lo miró con ojos de misericordia; lo miró como nadie lo había mirado antes. Y esa mirada abrió su corazón, lo hizo libre, lo sanó, le dio una esperanza, una nueva vida. Y como a Zaqueo, también a cada uno de nosotros. (Papa Francisco)
   Aunque no nos atrevamos a levantar los ojos al Señor, Él siempre nos mira primero. En nuestra historia personal; cada uno de nosotros puede decir: yo también soy un pecador en el que Jesús puso su mirada. Los invito a que hagan un momento de silencio para recordar con gratitud y alegría aquellas circunstancias, aquel momento en que la mirada misericordiosa de Dios se posó en nuestra vida. (Papa Francisco)
    El Señor ve esa dignidad de hijo, que todos tenemos. Él ha venido precisamente a buscar a todos aquellos que se sienten indignos de Dios, indignos de los demás. Dejémonos mirar por Jesús, dejemos que su mirada recorra nuestras calles, dejemos que su mirada nos devuelva la alegría, la esperanza, el gozo de la vida. (Papa Francisco)
    Todos los cristianos podemos imitar esta actitud de prontitud ante los reclamos del Señor y una prontitud alegre, porque no hay mayor motivo de felicidad y alegría que Jesús nos llame y lo hace todos los días.

ORATIO:
     Concédenos, Señor Jesús, la misma gloria que experimentó Zaqueo cuando te recibió en su casa, la alegría de tu perdón y de tu amistad.

Señor Jesús, necesito
este encuentro contigo en la oración.
Tu amistad abre las puertas de un horizonte inmenso.

   Concédenos la alegría de acogerte en el pobre, en el extranjero, en el enfermo, en las personas que no conseguimos soportar… el tesoro de estar contigo en el Reino del Padre.

CONTEMPLATIO:

«el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido»

   Jesús alerta con frecuencia sobre el riesgo de quedar atrapados por la atracción irresistible del dinero. El deseo insaciable de bienestar material puede echar a perder la vida de una persona. No hace falta ser muy rico. Quien vive esclavo del dinero termina encerrado en sí mismo. Los demás no cuentan.
    Zaqueo “trataba de ver quién era Jesús”. Quiere saber quién es, qué se encierra en este Profeta que tanto atrae a la gente. No es tarea fácil para un hombre instalado en su mundo. Pero este deseo de Jesús va a cambiar su vida. Quiere encontrar el momento y lugar adecuados para entrar en contacto con Él. “El encuentro será hoy mismo en tu casa de pecador”.
  Lucas no describe el encuentro. Sólo habla de la transformación de Zaqueo. Cambia su manera de mirar la vida: ya no piensa sólo en su dinero sino en el sufrimiento de los demás. Cambia su estilo de vida: hará justicia a los que ha explotado y compartirá sus bienes con los pobres.

«Hoy ha sido la salvación de esta casa…»

  Tarde o temprano, todos corremos el riesgo de "instalarnos" en la vida renunciando a cualquier aspiración de vivir con más calidad humana. Los creyentes hemos de saber que un encuentro más auténtico con Jesús puede hacer nuestra vida más humana y, sobre todo, más solidaria.
                                                                                                                                        

…   Es cierto que cada uno de nosotros hace bien a su propia alma cada vez que socorre con misericordia las necesidades de los otros. Nuestra beneficencia, por tanto, queridos hermanos, debe ser pronta y fácil, si creemos que cada uno de nosotros se da a sí mismo lo que otorga a los necesitados   a Cristo, que tanto nos ha recomendado a los pobres, que nos ha dicho que en ellos vestimos, acogemos y le alimentamos a él mismo      (León Magno).

1 comentario:

  1. El Evangelio de este domingo nos llena de una serena esperanza. Jesús no ha venido para el regalo fácil, para el aplauso falaz y la lisonja barata de los que están en el recinto seguro, sino más bien “ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”. Aquella sociedad judía había hecho una clasificación cerrada de los que valían y de los que no. Jesús romperá ese elenco maldito, ante el escándalo de los hipócritas, y será frecuente verle tratar con los que estaban condenados a toda marginación: enfermos, extranjeros, prostitutas y publicanos. Era la gente que por estar perdida, Él había venido precisamente a buscar. Concretamente Zaqueo, tenía en su contra que era rico y jefe de publicanos, con una profesión que le hacía odioso ante el pueblo y con una riqueza de dudosa adquisición.
    Jesús como Pastor bueno que busca una oveja perdida, o una dracma extraviada, buscará también a este Zaqueo, y le llamará por su nombre para hospedarse en su casa: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”. Lucas emplea en su evangelio más veces este adverbio, hoy: cuando comienza su ministerio público (“hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír” –Lc 4,16-22–), y cuando esté con Dimas, el buen ladrón, en el calvario (“te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso” ¬Lc 23,43¬).
    El odio hacia Zaqueo, el señalamiento que murmura, condena y envidia... no sirvieron para transformar a este hombre tan bajito como aprovechón. Bastó una mirada distinta en su vida, fue suficiente que alguien le llamase por su nombre con amor, y entrase en su casa sin intereses lucrativos, para que este hombre cambiase, para que volviese a empezar arreglando sus desaguisados.
    La oscuridad no se aclara denunciando su tenebrosidad, sino poniendo un poco de luz. Es lo que hizo Jesús en esa casa y en esa vida. Y Zaqueo comprendió, pudo ver su error, su mentira y su injusticia, a la luz de esa Presencia diferente. La luz misericordiosa de Jesús, provocó en Zaqueo el cambio que no habían podido obtener los odios y acusaciones sobre este hombre. Fue su hoy, su tiempo de salvación.
    ¿Podremos hacer escuchar en nuestro mundo esa voz de Alguien que nos llama por nuestro nombre, sin usarnos ni manipularnos, sin echarnos más tierra encima, sin señalar inútilmente todas las zonas oscuras de nuestra sociedad y de nuestras vidas personales, sino sencillamente poniendo luz en ellas? Quiera el Señor visitar también hoy la casa de este mundo y de esta humanidad. Será el milagro de volver a empezar para quienes le acojamos, como Zaqueo.
    + Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo

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