TIEMPO LITÚRGICO

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viernes, 22 de enero de 2016

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 24 DE ENERO, 3º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

«HOY SE CUMPLE LA ESCRITURA»

Lc 1.1-4; 4.14-21
                       
     …En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan.
       Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
       «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos;  a proclamar el año de gracia del Señor».
       Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él.  Y él comenzó a decirles: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír».

Otras Lecturas: Nehemías 8,2-4ª.5-6.8-10; Salmo 18; 1Corintios 12,12-30

LECTIO:
            El evangelio de este domingo está formado por dos textos de Lucas: el primero es el prólogo de su evangelio y el segundo es el discurso programático que Jesús pronuncia en la sinagoga de Nazaret al inicio de su ministerio público.
       En la segunda parte del texto Lucas nos dice que Jesús ya había empezado su predicación, que ya era conocido por la región (“su fama se extendió”) y nos informa de que “todos lo alababan”. Poco después Lucas nos hablará del rechazo que el mensaje y la persona de Jesús suscitará entre su propia gente. Desde el principio de la actividad de Jesús muchos le seguirán, pero otros le rechazarán. Luz y cruz.
       La escena es en la sinagoga de Nazaret. Jesús lee un texto de la profecía de Isaías. En este texto se prometía un mensajero, un enviado de Dios que él mismo sería la Buena Noticia para los más necesitados de la tierra y “proclamar el año de gracia del Señor”. La llegada de este mensajero inauguraría un tiempo de gracia de parte de Dios para todos los hombres. Esta profecía se cumplía en Jesucristo.
       Hoy somos invitados en la medida en que nos corresponde, a ser heraldos de buenas noticias, sanadores de tantas heridas, compañeros de tantos que se sienten solos o excluidos. Pero siempre con los ojos fijos en Jesús.
                                                                                                                   
MEDITATIO:
“Hoy se ha cumplido esta escritura…”
      Con estas palabras Jesús, después de haber leído a Isaías, quiere indicar que en Él, por su venida, presencia y acción, la salvación de Dios está presente para aquellos que quieran conocerla. En medio de las realidades que vive hoy el mundo la sociedad y tú propia realidad,
¿cómo vivo este mensaje de Jesús?
     La Iglesia tiene la misión, como los primeros apóstoles, de anunciar y actualizar en cada lugar y en todo tiempo que la acción salvadora del Mesías es constante. El “hoy” es constante, porque siempre es “ahora” y “hoy” y en cada momento el Señor nos está brindando su salvación, su misericordia y perdón. Esta misión y responsabilidad de transmitir el mensaje de Jesús, también es tuya.
¿La vivo? ¿Me desvivo para que el mensaje de Jesús llegue a todos?
     Lleva a tu oración de hoy, aplícalas a tu vida y haz que otros las conozcan y sientan cercano a Jesús, estas palabras del Papa Francisco: «¡El Señor es mi Dios y salvador!». La misericordia más grande radica en su estar en medio de nosotros, en su presencia y compañía. Camina junto a nosotros, nos muestra el sendero del amor, nos levanta en nuestras caídas, nos sostiene ante nuestras fatigas, nos acompaña en todas las circunstancias de nuestra existencia. Nos abre los ojos para mirar las miserias propias y del mundo, pero a la vez nos llena de esperanza”.

ORATIO:
     Danos también a nosotros tu Espíritu, el Espíritu con el que el Padre te ungió y el que te impulsa a llevar adelante tu misión en este mundo.

Lámpara es tu Palabra, Señor, 
luz en mi sendero,
alegría en el camino.

      Si Él nos impulsa también a nosotros, haremos las obras que Tú has hecho e incluso otras más grandes aún  al servicio de los pobres y de los pequeños de la humanidad.

CONTEMPLATIO:
“El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido”.
     Jesús se siente «ungido» por el Espíritu de Dios, impregnado por su fuerza. Por eso, sus seguidores le llaman ahora «Cristo», es decir, «Ungido», y, por eso, se llaman ellos mismos «cristianos». Para Lucas, es una contradicción llamarse «cristiano» y vivir sin ese Espíritu de Jesús.
“Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres…”.
     A Dios le preocupa el sufrimiento de las personas. Por eso, su Espíritu empuja a Jesús a dejar su pueblo para dar la Buena Noticia a los pobres. Ésta es su gran tarea: poner esperanza en los que sufren.
     Es la hora, ha llegado el momento también para ti. El Señor, desde el día de tu Bautismo, te ha ungido para que seas sacerdote, profeta y rey. Para que anuncies como Jesús que la Salvación ha llegado, que el tiempo se ha cumplido. Si seguimos con nuestra vida las acciones misericordiosas de Jesús, nos sentiremos llamados a poner en el mundo libertad, luz y gracia de Dios.


  En verdad, hermanos míos, cuando la turbación interior o las angustias nos abatan, encontraremos en las Sagradas Escrituras el consuelo que necesitamos… abro el libro sagrado, leo e imprimo en esta cera mis pensamientos. Y he aquí que tu gracia, Señor, viene de inmediato hacia mí y con su luz disipa mis tinieblas, expulsa el dolor, rompe mi dureza. ¡Cuán dignos de compasión son aquellos que, afligidos por la tristeza, no entran en este campo donde se encuentra la alegría! (Elredo de Rievaulx).

1 comentario:

  1. Lucas comienza su evangelio comunicando algo que es el corazón del Cristianismo: ha ocurrido un hecho, que no es una bella fábula, sino un acontecimiento. Hay testigos que lo han visto con sus ojos, lo han proclamado con sus labios. Se sitúa la escena en la sinagoga de Nazaret. Jesús, puesto en pie, lee una profecía especialmente querida y esperada por los fieles judíos: “el Espíritu del Señor está sobre mí, me ha ungido, me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los prisioneros la libertad y a los ciegos la vista...” (Lc 4,18). Una lectura más o menos conocida y deseada, pero lectura al fin. El suceso viene a continuación, cuando devuelve el libro y ante la mirada de “toda la sinagoga que tenía los ojos fijos en él” (Lc 4,20), les dice: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oir” (Lc 4,21).
    Toda la carga emotiva de aquella escena, estaba en ese adverbio: “hoy”. El decía: ya, hoy es tiempo de buenas noticias. Como cuando los ángeles anunciaron a los pastores el nacimiento de Jesús: “hoy os ha nacido un salvador” ((Lc, 2,11), o como cuando Jesús encuentra a Zaqueo y le dice: “hoy ha entrado la salvación a esta casa” (Lc 19,1-10). O como cuando le dice al buen ladrón, Dimas: “yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23,43). La catequesis de los primeros cristianos, la que hace Lucas con Teófilo, no consiste en contar cosas de Jesús sino la transmisión de una Palabra y una Presencia ¡vivas!
    Sólo podremos entender a Jesús y alegrarnos de su anuncio, si éste nos trae una salvación real para nuestras prisiones, pobrezas y cegueras. Tendremos que reconocer, sin maquillaje ni ignorancias culpables, cuáles son las cosas que nos esclavizan, las que nos empobrecen y ciegan. Aguantar el tirón y el vértigo de que no todo es tan libre, ni tan autosuficiente, ni tan claro como nos creemos o nos hacen creer. Pero en el realismo de nuestras dificultades cotidianas, allí donde brotan los barrotes que esclavizan, los consumos que empobrecen nuestro corazón y la dignidad de los verdaderamente pobres, las oscuridades que nos ciegan, allí es donde somos convocados para escuchar el hoy de nuestra salvación, el hoy de nuestra libertad, de nuestra alegría y de nuestra luz. Somos llamados al abrazo de Dios en su hoy, y a prolongarlo desde nuestra comunidad cristiana, desde nuestro hogar, desde nuestro corazón, para que los cautivos de hoy, los pobres de hoy y los ciegos de hoy, puedan experimentar otra historia, otro “hoy” que sepa a buena noticia, a evangelio. Para que aquel “hoy” de hace dos mil años, nos sea tan actual, como presente está Dios entre nosotros.

    + Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo

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