«
… EL PAN VIVO BAJADO DEL CIELO »
Jn.6. 41-51
En aquel tiempo, los judíos
criticaban a Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», y
decían: «¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su
madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?»
Jesús tomó la
palabra y les dijo: «No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el
Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los
profetas: "Serán todos discípulos de Dios." Todo el que escucha lo
que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a
no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida.
Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que
baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo
que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan
que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»
Otras Lecturas: 1Reyes 19, 4-8; Salmo 33; Efesios
4, 30-5.2
LECTIO:
Los
judíos comienzan a murmurar, las
palabras de Jesús se vuelven “inaceptables” y “polémicas”,
no logran comprender y aceptar la divinidad de la persona de Jesús, solo se
quedan con su naturaleza humana, que lo identifica similar a todos ellos.
En Jesús, Dios se ha hecho realmente uno
de nosotros y con ello nuestro hermano; pero no por ello dejó de ser Dios y por
tanto nuestro Señor. En la persona divina de Jesús existen dos naturalezas, una
humana y otra divina. La
divinidad y la humanidad no están enfrentadas,
Jesús no es en parte Dios, y en parte hombre; ni tampoco estas naturalezas se
mezclan. Sino que a través del magisterio de la Iglesia, y de las fuentes
bíblicas, podemos afirmar que Jesús
es verdadero Dios, y verdadero hombre, en una misma y única persona. Esto
es lo que nos diferencia de Jesús, él es Dios. Y esto mismo es lo que los
judíos no logran, ni tampoco intentan comprender. Se quedan en sus apariencias
humanas, en sus gestos, en su cotidianeidad. No pueden ir más allá de su
humanidad.
A lo largo de la lectura de este domingo
Jesús afirma tres veces la frase “Yo soy el Pan de Vida”. De la misma manera
que Dios se revelaba en la antigüedad con el término “Yo Soy” o “Yo Soy el que
Soy”, que transcrito es Yahvé, Jesús repite esta forma para autodefinirse.
Jesús explicita que nadie puede ir a Él, si no es atraído por el Padre. El ser humano por sí solo está
incapacitado para llegar al conocimiento “pleno” de Dios.
Es por pura iniciativa suya, que se revela, y deposita en nosotros el don de la
Fe, de esta y no de otra forma podemos ser “atraídos” por el hijo, y seguirlo.
“Yo lo resucitaré en el último día”. Cristo parte de la realidad de la muerte,
que es la herencia de toda persona sobre la tierra, así como fue la herencia de
los que comieron el maná en el desierto. La muerte es en sí el eterno problema
del hombre. Jesús conduce la muerte temporal a la Vida Eterna.
También Jesús cita una frase de los
Profetas, “todos serán
instruidos por Dios” (Is.
54, 13). Dios otorga al ser humano la capacidad de
entendimiento e inteligencia, para que de esta forma pueda conocer la verdad, y
a través del uso de su voluntad, poder aceptarla y vivirla. Sólo el Hijo vio al
Padre. De esta forma Jesús manifiesta su íntima unión, y que no son más que una
sola cosa. Esta frase nos lleva a recordar el prólogo de este mismo
evangelista; “A Dios nadie lo ha visto jamás, el Hijo único, que está en el
seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”. Jesús
es la Palabra que procede de Dios, de la contemplación viva,
de la unidad con Él. Creer,
es el principio y fundamento de la Vida eterna.
Este “creer” es un don, pero también una tarea, que exige del ser vivir lo que
cree, y ser coherente a ello. Quien cree así, tiene la seguridad de poseer a
Dios eternamente. Jesús es el Pan de Vida, no como en “maná”, que quienes lo
comieron, finalmente murieron. El maná sólo fue figura, este Pan de Vida es
presencia real. Dios
se hace “Pan”, para nosotros principalmente en la
encarnación, el Logos, o sea el Verbo Eterno que Dios pronuncia para salvarnos
es la persona de Jesús. La
Palabra se hace carne, se hace uno de nosotros. Su carne es vida para el mundo,
este es el maná que la humanidad esperaba, con este pan bajado del cielo,
podemos vivir en lo más hondo como hombres. La encarnación, y la eucaristía
están íntimamente relacionadas, ambas nos hablan de la persona de Jesús, y como
el gran encuentro de Dios con los hombres. Con la encarnación Dios salió al
encuentro del hombre de la forma más tangible, y a través de la eucarística
eligió el modo de permanecer entre nosotros, hasta el fin del mundo.
MEDITATIO:
Jesús
nos insiste que Él es el alimento que nos da la vida. A
la luz de esta palabra, es importante preguntarnos sobre cómo es nuestra
relación con Él. Cada domingo nosotros participamos en la Eucaristía,
compartimos el pan de la vida y con ello nos hacemos una sola realidad con Él.
En este sacramento nosotros construimos la unidad de la iglesia, porque
participamos de un mismo pan y de un mismo cáliz, y allí se sacia nuestra
hambre y sed de Dios. Quien
participa plenamente en la eucaristía experimenta el amor infinito de Dios y
la comunión solidaria con los hermanos. Cada Eucaristía dominical en nuestra
comunidad, es también una ocasión propicia para que entreguemos nuestra vida
unida a la de Cristo en servicio a los demás, a través de la liturgia y la
ayuda generosa de los que sufren.
“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo;”
■ ¿Comprendo
que Jesús no es un hombre más, sino que es Dios? ¿Esto me ayuda a reconocer que
es posible vivir e imitar la humanidad de Cristo? ¿Lo hago?
■
¿Cómo utilizo las facultades que Dios depósito en mí; inteligencia y voluntad?
¿Las uso para llegar a un conocimiento y amor más profundo de Dios, o me pierdo
en cuestiones sin sentido?
■
¿Si alguien me preguntara que es para mí creer, que le respondo? ¿Entiendo que
creer es la seguridad de llegar a la vida eterna? ¿Lo reconozco, y busco unir
vida y Fe? ¿Lo hago pidiéndole a Dios que me ayude?
“el que coma de este pan vivirá para siempre. ”
■
¿Qué significa para mí “comer” el Pan de Vida? ¿Pienso, y me imagino como sería
el mundo sin su presencia encarnación, y presencia eucarística? ¿Soy agradecido
entonces de este don de Dios que por amor permanece entre nosotros? ¿Respondo
acercándome a Él, al Sagrario,…?
ORATIO:
Ilumina, Señor, mi mente para que pueda comprender que la
eucaristía es «memorial de la muerte del Señor». En ese pan has puesto «todo deleite», porque en él has puesto
toda tu historia de amor conmigo y con el mundo. Con ese pan quieres recordarme
todo el amor que sientes por mí, un amor que ha llegado a su cumbre insuperable
en la muerte y resurrección de tu Hijo, de suerte que yo no pueda dudar ya
nunca.
Señor,
tú eres el Pan de Vida …
Tu presencia es gracia y
bendición. Señor,
que
siempre tenga hambre y sed…
Señor,
que nunca deje de alimentarme de Ti.
Refuerza mi
corazón, demasiado pequeño para comprender; ilumínale sobre los costes del
amor, para que no se desanime, para que se reanime, reemprenda el camino, no se
achique y esté seguro de que contigo y por ti vale la pena caminar y sudar aún
un poco, especialmente cuando tenemos que desarrollar tareas delicadas.
CONTEMPLATIO:
¡Oh Señor!, ese pan que
recibo con tanta ligereza contiene verdaderamente todo tu amor por mí, contiene
el recuerdo de tus maravillas y la cumbre de las maravillas de tu amor. Y
contiene asimismo el recuerdo de que este amor tuyo te ha costado mucho y me
sugiere que, si deseo amarte a ti y a mis hermanos, no debo reparar en costes.
“Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario