TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

viernes, 7 de agosto de 2015

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 9 DE AGOSTO, 19º DEL TIEMPO ORDINARIO

« … EL PAN VIVO BAJADO DEL CIELO »
Jn.6. 41-51
     En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», y decían: «¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?»
     Jesús tomó la palabra y les dijo: «No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de Dios." Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
     Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»

Otras Lecturas: 1Reyes 19, 4-8; Salmo 33; Efesios 4, 30-5.2


LECTIO:
            Los judíos comienzan a murmurar, las palabras de Jesús se vuelven “inaceptables” y “polémicas”, no logran comprender y aceptar la divinidad de la persona de Jesús, solo se quedan con su naturaleza humana, que lo identifica similar a todos ellos.
     En Jesús, Dios se ha hecho realmente uno de nosotros y con ello nuestro hermano; pero no por ello dejó de ser Dios y por tanto nuestro Señor. En la persona divina de Jesús existen dos naturalezas, una humana y otra divina. La divinidad y la humanidad no están enfrentadas, Jesús no es en parte Dios, y en parte hombre; ni tampoco estas naturalezas se mezclan. Sino que a través del magisterio de la Iglesia, y de las fuentes bíblicas, podemos afirmar que Jesús es verdadero Dios, y verdadero hombre, en una misma y única persona. Esto es lo que nos diferencia de Jesús, él es Dios. Y esto mismo es lo que los judíos no logran, ni tampoco intentan comprender. Se quedan en sus apariencias humanas, en sus gestos, en su cotidianeidad. No pueden ir más allá de su humanidad.
     A lo largo de la lectura de este domingo Jesús afirma tres veces la frase “Yo soy el Pan de Vida”. De la misma manera que Dios se revelaba en la antigüedad con el término “Yo Soy” o “Yo Soy el que Soy”, que transcrito es Yahvé, Jesús repite esta forma para autodefinirse. Jesús explicita que nadie puede ir a Él, si no es atraído por el Padre. El ser humano por sí solo está incapacitado para llegar al conocimiento “pleno” de Dios. Es por pura iniciativa suya, que se revela, y deposita en nosotros el don de la Fe, de esta y no de otra forma podemos ser “atraídos” por el hijo, y seguirlo. “Yo lo resucitaré en el último día”. Cristo parte de la realidad de la muerte, que es la herencia de toda persona sobre la tierra, así como fue la herencia de los que comieron el maná en el desierto. La muerte es en sí el eterno problema del hombre. Jesús conduce la muerte temporal a la Vida Eterna.
     También Jesús cita una frase de los Profetas, “todos serán instruidos por Dios” (Is. 54, 13). Dios otorga al ser humano la capacidad de entendimiento e inteligencia, para que de esta forma pueda conocer la verdad, y a través del uso de su voluntad, poder aceptarla y vivirla. Sólo el Hijo vio al Padre. De esta forma Jesús manifiesta su íntima unión, y que no son más que una sola cosa. Esta frase nos lleva a recordar el prólogo de este mismo evangelista; “A Dios nadie lo ha visto jamás, el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”. Jesús es la Palabra que procede de Dios, de la contemplación viva, de la unidad con Él. Creer, es el principio y fundamento de la Vida eterna. Este “creer” es un don, pero también una tarea, que exige del ser vivir lo que cree, y ser coherente a ello. Quien cree así, tiene la seguridad de poseer a Dios eternamente. Jesús es el Pan de Vida, no como en “maná”, que quienes lo comieron, finalmente murieron. El maná sólo fue figura, este Pan de Vida es presencia real. Dios se hace “Pan”, para nosotros principalmente en la encarnación, el Logos, o sea el Verbo Eterno que Dios pronuncia para salvarnos es la persona de Jesús. La Palabra se hace carne, se hace uno de nosotros. Su carne es vida para el mundo, este es el maná que la humanidad esperaba, con este pan bajado del cielo, podemos vivir en lo más hondo como hombres. La encarnación, y la eucaristía están íntimamente relacionadas, ambas nos hablan de la persona de Jesús, y como el gran encuentro de Dios con los hombres. Con la encarnación Dios salió al encuentro del hombre de la forma más tangible, y a través de la eucarística eligió el modo de permanecer entre nosotros, hasta el fin del mundo.

MEDITATIO:      
     Jesús nos insiste que Él es el alimento que nos da la vida. A la luz de esta palabra, es importante preguntarnos sobre cómo es nuestra relación con Él. Cada domingo nosotros participamos en la Eucaristía, compartimos el pan de la vida y con ello nos hacemos una sola realidad con Él. En este sacramento nosotros construimos la unidad de la iglesia, porque participamos de un mismo pan y de un mismo cáliz, y allí se sacia nuestra hambre y sed de Dios. Quien participa plenamente en la eucaristía experimenta el amor infinito de Dios y la comunión solidaria con los hermanos. Cada Eucaristía dominical en nuestra comunidad, es también una ocasión propicia para que entreguemos nuestra vida unida a la de Cristo en servicio a los demás, a través de la liturgia y la ayuda generosa de los que sufren.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo;
¿Comprendo que Jesús no es un hombre más, sino que es Dios? ¿Esto me ayuda a reconocer que es posible vivir e imitar la humanidad de Cristo? ¿Lo hago?
¿Cómo utilizo las facultades que Dios depósito en mí; inteligencia y voluntad? ¿Las uso para llegar a un conocimiento y amor más profundo de Dios, o me pierdo en cuestiones sin sentido?
¿Si alguien me preguntara que es para mí creer, que le respondo? ¿Entiendo que creer es la seguridad de llegar a la vida eterna? ¿Lo reconozco, y busco unir vida y Fe? ¿Lo hago pidiéndole a Dios que me ayude?
el que coma de este pan vivirá para siempre.
¿Qué significa para mí “comer” el Pan de Vida? ¿Pienso, y me imagino como sería el mundo sin su presencia encarnación, y presencia eucarística? ¿Soy agradecido entonces de este don de Dios que por amor permanece entre nosotros? ¿Respondo acercándome a Él, al Sagrario,…?

ORATIO:
     Ilumina, Señor, mi mente para que pueda comprender que la eucaristía es «memorial de la muerte del Señor». En ese pan has puesto «todo deleite», porque en él has puesto toda tu historia de amor conmigo y con el mundo. Con ese pan quieres recordarme todo el amor que sientes por mí, un amor que ha llegado a su cumbre insuperable en la muerte y resurrección de tu Hijo, de suerte que yo no pueda dudar ya nunca.

Señor, tú eres el Pan de Vida …
Tu presencia es gracia y bendición. Señor,
que siempre tenga hambre y sed…
Señor, que nunca deje de alimentarme de Ti.

     Refuerza mi corazón, demasiado pequeño para comprender; ilumínale sobre los costes del amor, para que no se desanime, para que se reanime, reemprenda el camino, no se achique y esté seguro de que contigo y por ti vale la pena caminar y sudar aún un poco, especialmente cuando tenemos que desarrollar tareas delicadas.

CONTEMPLATIO:

     ¡Oh Señor!, ese pan que recibo con tanta ligereza contiene verdaderamente todo tu amor por mí, contiene el recuerdo de tus maravillas y la cumbre de las maravillas de tu amor. Y contiene asimismo el recuerdo de que este amor tuyo te ha costado mucho y me sugiere que, si deseo amarte a ti y a mis hermanos, no debo reparar en costes.

Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.


No hay comentarios:

Publicar un comentario