TIEMPO LITÚRGICO

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domingo, 22 de marzo de 2015

HIPOCRESÍA Y MORALIDAD CRISTIANA (1)

     “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad”.    (Mateo 23:27-28)

Presentación
     
     En el lenguaje popular podemos decir que un sepulcro blanqueado es todo aquel cristiano que tiene apariencia externa de devoción y santidad, pero interiormente no experimenta una verdadera comunión con Dios. Es el perfecto hipócrita cristiano.
     Antiguamente, en el teatro griego, la palabra hipócrita designaba al actor que utilizaba máscara y disfraz para representar una personalidad ajena a la suya, y su objetivo era el de deleitar al público. En definitiva, ese tipo de actor estaba fingiendo cualidades y sentimientos que él mismo no poseía ni experimentaba, con lo cual estaba fingiendo. O lo que es lo mismo, estaba mintiendo.
     ¿Y cuántas personas, aparentemente buenos cristianos, tienen su corazón lleno de amargura, odio, mentira, resentimiento, etc. y al mismo tiempo pretenden demostrar una vida cristiana llena de valores positivos, que ni tienen ni sienten? Con ello lo único que consiguen es destruir la credibilidad del Evangelio en otras personas.
     ¿Y cuántos otros se acuerdan de Dios para pedirle favores en casos de necesidad personal, a pesar de que no creen en Él? ¿Y cuántos otros muestran su supuesta cristiandad a los demás, pero en su vida privada son exactamente lo opuesto a lo que quieren aparentar ser? Este tipo de personas no conocen la seria advertencia de Jesús cuando dijo: 

     “Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Nada hay encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse”    (Lucas 12:1-2).

La hipocresía
    
     “Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano”   (Mateo 7:5)

     Etimológicamente la palabra hipocresía proviene del latín tardío ‘hipocrisis’ y del griego ‘hypokrisis’, que significan actuar o fingir. Es el acto de fingir y ostentar, constante o esporádicamente, creencias, opiniones, virtudes, sentimientos y cualidades que se exigen en las demás personas, y que uno en realidad no tiene o no sigue. La hipocresía en sí misma es un tipo de mentira o pantalla de reputación.
     La hipocresía puede venir del deseo de esconder ante los demás motivos reales o sentimientos. La hipocresía no es simplemente la inconsistencia entre aquello que se defiende y aquello que se hace, sino que es el deseo de que las demás personas vean una grandeza y bondad que en realidad no existe, y que es solamente una apariencia en sí misma, y sus fines y logros están totalmente alejados de la realidad. En pocas palabras, un hipócrita es alguien que esconde sus intenciones y su verdadera personalidad.

     La hipocresía consta de dos operaciones, a través de las cuales se manifiesta tanto la simulación como el disimulo. La simulación consiste en mostrar lo que se desea, en tanto que el disimulo oculta lo que no se quiere mostrar. La hipocresía es como la mentira, porque el hipócrita pretende ser alguien que no es, y además quiere engañar a los demás.


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