La vocación es cosa de Dios. También la vocación al sacerdocio ministerial. Él es quien llama y quien hace
llegar su llamada al corazón humano. Él es quien da oídos para escucharla y fuerza para responder. Él es quien sostiene en la fidelidad a quienes le siguen. Por eso, ante toda vocación
que viene de Dios, toda la Iglesia debe orar, pedir, levantar
las manos a Dios, pidiéndole que envíe muchos y santos sacerdotes a su Iglesia.
La respuesta a esa vocación es cosa del
hombre, ayudado por la gracia de Dios. Dios deja libre al hombre para que
responda o no, para que siga la llamada o dé la espalda a la misma, como hiciera
el joven rico. Y nuestra oración va dirigida a Dios, teniendo presentes a todos
los llamados para que respondan fielmente a esa llamada y se mantengan fieles
en este santo servicio.
"¿Qué
mandáis hacer de mí?" es una frase de Santa
Teresa de Jesús, a quien recordamos especialmente en este V centenario de su
nacimiento. Es una frase que expresa esa disponibilidad ante la llamada de
Dios, y que ella cumplió a la perfección. "Vuestra soy, para vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?". Teresa de Jesús tuvo
sus crisis, sus dificultades, sus pecados e infidelidades, pero su sí al Señor
cada vez fue más grande, hasta rendirse del todo a Jesús, su amor y
su todo. Es un
buen ejemplo para todo cristiano, y también para todo sacerdote o para quien es
llamado a serlo.
La campaña vocacional que en torno a la
fiesta de san José nos propone la Iglesia cada año tiene como objetivo
despertar en el corazón de todos la necesidad de tener sacerdotes para la
diócesis de Córdoba y para la Iglesia universal. Jesucristo fundó su Iglesia
sobre el cimiento de los Apóstoles y sus colaboradores, y los ordenados
por el sacramento del Orden son necesarios para que esta Iglesia subsista por
los siglos de los siglos, y permanezca en nuestra diócesis de Córdoba. Se trata
de una cuestión vital y de primerísima necesidad. Por eso, estamos seguros que
nuestra oración será escuchada, si pedimos insistentemente por las vocaciones
al sacerdocio ministerial.
Es preciso crear un clima vocacional, de manera que un
niño, un adolescente, un joven pueda percibir con nitidez la llamada de Dios y
pueda responder sin mayores dificultades, porque
estamos seguros que Dios sigue llamando a muchos, pero hay
interferencias en la comunicación y a veces no llega esa llamada, y hay
obstáculos insalvables que dificultan la respuesta adecuada. La llamada al
sacerdocio suele encarnarse en un sacerdote concreto, a quien ese joven conoce
directamente. "Quiero ser cura como tú", es la experiencia más
frecuente en los que son llamados. Por eso, queridos sacerdotes, qué tremenda
responsabilidad en este campo de las vocaciones al sacerdocio. Examinemos si
nuestra vida es transparencia de Cristo buen pastor, examinemos si vivimos
nuestra vida en el gozo del evangelio, examinemos si un niño o un joven puede
entusiasmarse con nuestra manera de vivir.
La llamada suele darse en un contexto cristiano,
fervoroso en la fe, estimulante en el
seguimiento de Cristo y en el servicio a los demás. Muchas veces es la misma familia, que ha sabido
trasmitir la fe a sus hijos y ha expresado tantas veces el aprecio por la vida
sacerdotal, en relación con sacerdotes concretos que se hacen presentes en el
hogar. Otras veces es la parroquia,
el entorno del cura párroco, el grupo de monaguillos, la cercanía a las cosas
del altar. Otras, el grupo de jóvenes,
que vive una vida cristiana sana, eclesial, de exigencia en el seguimiento de
Cristo, de entrega a los demás. En ese grupo surgen todas las vocaciones: al
matrimonio, a la vida consagrada, al sacerdocio. Qué importante es que los grupos juveniles tengan una
sólida vida cristiana, porque de ahí brotarán todo tipo de vocaciones, también al sacerdocio ministerial. No faltan
vocaciones que brotan del encuentro personal con Cristo en situaciones
chocantes y contrarias: la muerte de un ser querido, un fracaso aparente, un
revés en la vida. Dios se sirve de todo para golpear el corazón de una persona
y decirle: "Tú, sígueme".
En todos los casos, cada
vocación es como un milagro de Dios. Y en
nuestra diócesis hay vocaciones al sacerdocio, hay muchos milagros de Dios.
Damos gracias a Dios por ello, pedimos para que los formadores del Seminario
ayuden en el discernimiento y en el seguimiento y, particularmente acompañamos
a los que serán ordenados en los próximos meses: 6 nuevos sacerdotes. El Señor
está grande con nosotros, y estamos alegres.
Recibid
mi afecto y mi bendición:
+
Demetrio Fernández, obispo de Córdoba
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