TÚ ERES MI HIJO AMADO…
Mc. 1.
7-11
En
aquel tiempo, proclamaba Juan: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y
yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con
agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de
Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio
rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma.
Se oyó una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo
amado, mi predilecto.»
Otras
Lecturas: Isaías 42,1-4.6-7; Salmo 28; Hechos 10,34-38
LECTIO:
El
pueblo elegido esperaba la realización
de las promesas que Dios había realizado de enviarle un descendiente de
la casa de David. De ahí que muchos pensaran que el Mesías esperado, fuera Juan
el Bautista. Sin embargo, él siempre expresó que no era el Mesías, sino que: detrás de mí viene el que es más fuerte que yo”.
Juan manifestaba que esa
espera había llegado a su final: “…no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias...” Da a entender que lo suyo es en función de lo prometido y
esperado, el Mesías. Además, expresa que su bautismo era solo de conversión, en
cambio, el del Mesías sería un bautismo de transformación y regeneración, “Yo os he bautizado con agua, pero él os
bautizará con Espíritu Santo”.
“Apenas salió del agua…”, es decir, ya bautizado, Jesús ve el cielo
abierto y que el Espíritu Santo bajaba sobre Él. Esta manifestación es
muy significativa porque presenta, por un lado al Mesías esperado, que es Jesús
y por otro al Espíritu Santo que conduciría la historia y el proyecto del Padre
hacia su plenitud en la Iglesia.
“Tú eres
mi Hijo amado, en ti me complazco”. Es la voz del Padre que
reconoce y manifiesta su beneplácito a Jesús, dándonos a conocer que el que fue
bautizado no es uno más entre tantos, sino que es el Hijo Amado del Padre.
Padre (otra novedad respecto al Antiguo Testamento, donde no se encuentra
ningún pasaje donde el Padre manifestara el hecho de que Él tuviera un Hijo en
el sentido propio de la palabra).
De esa manera el bautismo del Señor adquiere una relevancia
fundamental, pues es la revelación de la Trinidad. El Dios creador y
omnipotente, el Padre, da a conocer que tiene un Hijo, que está ungido y será
conducido por el Espíritu Santo.
Esta revelación es el contenido de las enseñanzas del Señor
Jesús y en sí de toda nuestra fe, que busca conocer y profundizar el misterio
que nos revela Marcos en este pasaje.
MEDITATIO:
■ Interioriza: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco». Necesitamos
transformar nuestra mirada, nuestra actitud y nuestra relación con el mundo de
hoy, dejarnos trabajar por el Espíritu para oír estas palabras de Dios Padre.
■ Jesús, como
nosotros, está viviendo una fase de paso: el paso de la “vida oculta” a la
pública. Nosotros estamos pasando de las fiestas del nacimiento de Jesús al
trabajo “ordinario”. ¿Cómo se prepara Jesús? ¿Cómo te preparas tú para tu
quehacer de cada día?
■ Es el momento de
expresar en la vida cotidiana que Dios está con nosotros como hermano y
salvador. ¿Agradeces la gracia del bautismo? ¿Eres consciente de la Misión que
el Padre te ha confiado? ¿Lo expresas en la vida normal o te limitas a esperar
las grandes ocasiones?
■ El Espíritu revela a Jesús su identidad. Trata
de mirarte a ti mismo (identidad, talentos, virtudes, defectos…) a la luz del
Espíritu. ¿Te miras en verdad y sin temor a tus “puntos de sombra”?
ORATIO:
Señor Jesús, te damos gracia por tu
Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu
ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu
Palabra nos ha dicho.
Tú que
nos llamaste para seguirte y estar contigo…
Que todo
lo hagamos, Señor, como lo has hecho Tú.
CONTEMPLATIO:
Yo os he bautizado con agua,…
Tener a Dios como Padre, implica vivir
como Jesús, siendo hijo en el Hijo, ¿qué puedes hacer para vivir más plenamente
la relación de tener a Dios como Padre?, ¿cómo lo puedes manifestar y
exteriorizar?
…pero él os bautizará con Espíritu
Santo.
El Espíritu Santo es el don que el Hijo
nos promete para que vivamos como Él lo ha hecho, ¿qué puedes hacer para dejar
que el Espíritu actúe en tu vida y te llene con tu presencia?
Jesús, el Hijo amado del Padre, nos hace
tomar conciencia de que su Palabra son palabras de vida eterna. ¿Qué puedes
hacer para hacer vida lo que el Señor quiere y espera de ti?, ¿cómo?
Sólo Jesús puede dar a la Iglesia un
rostro nuevo. ¿qué caminos nuevos
hemos de buscar para que los hombres y mujeres de nuestro tiempo se encuentren
con Dios?
Una vez que, terminadas las fiestas navideñas, tanta gente se dispone a volver al faenar de cada día, la liturgia nos regala esta fiesta del Bautismo del Señor que tanto puede decirnos al respecto. Jesús con su Bautismo inaugura su quehacer público. Deja el anonimato en el que ha vivido hasta entonces para zambullirse en la misión salvadora para la cual vino. Con el Bautismo de Jesús, Dios se inserta en esa historia de la que jamás dejó de estar presente, para estar de un modo más palpable y audible.
ResponderEliminarEn estos días hemos recordado que Jesús es la Palabra que el Padre Dios acampó en nuestra tierra, pero Palabra que ha asumido hasta el final la condición humana, y por lo tanto, ha querido aprender a hablar nuestros lenguajes. Esta Palabra de nuestro Dios no tiene un sabor revanchista, como si Él se hubiera enojado ante nuestra pertinaz dureza e incomprensión de tantos mensajes y tantos mensajeros como nos ha ido enviando desde que decidimos desoir la primera palabra que nos dirigió en el umbral de la creación. No, no es Jesús la “palabra enfadada”, la palabra “despadrada” del Padre Dios. Vuelve a ser una palabra llena de misericordia entrañable.
Ahora vuelve aquella escena que recuerda la primera voz de Dios: el Espíritu de Dios que aletea como una paloma sobre nuestra tierra y nuestra historia. Es una Palabra que nos devuelve la felicidad perdida o pendiente de estreno. Jesús es una Palabra en la que podemos reconocer el lenguaje de nuestro corazón, porque Él pondrá la mejor “letra” a tantos tarareos que nos gastamos con esfuerzo desmedido e ineficaz. Él se ha humanado para enseñarnos a ser humanos, Él ha aprendido a decirse en nuestras lenguas para que nosotros comencemos a balbucir la suya, la que se habla en el hogar trinitario al que estamos destinados felizmente todos nosotros.
Después de las navidades volvemos al faenar de cada día, como Jesús reemprendió su presencia entre nosotros de un modo nuevo tras su Bautismo. Se nos invita a mirarle, a escucharle, porque en Él está nuestro espejo intuido y nuestro eco mejor. La alegría que está donde siempre estuvo y que no depende de consignas de grupo ni de guión de festejos, el gusto por la vida que llena de pasión cada cosa que se hace. Para esto ha venido Jesús, para esto ha comenzado su ministerio. En Él, la creación vuelve a ser pura, creíble, apasionante. Dios nos da su Palabra más amada y preferida... y nuestras voces encuentran finalmente el sentido de su hablar.
+ Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo