20 ACIERTOS EN LA ORACIÓN.
P. Guillermo Serra, L.C.
Ahora ofrezco la contrapartida. A ver con cuántos de los siguientes aciertos te sientes identificado.
■ Acudo a Dios porque es Dios,
porque es mi Creador y Padre, porque es infinitamente bueno y misericordioso. Y
a mí, como hijo y criatura suya, me corresponde bendecirlo y alabarlo.
■ Cuando oro, lo que me interesa es estar
con Dios. No importa qué tema le trate ni cómo lo haga.
■ Al estar con Dios busco sobre todo escucharle,
conocerle, saber cuál es su voluntad.
■ Lo busco a Él, no a mí mismo. Por eso, no me importa si siento especialmente
o no, me basta creer que está presente.
■ Mi oración ordinaria consiste en dialogar
con Él a partir de Su Palabra, de mi situación personal y los
acontecimientos de la vida.
■ Busco el contacto personal de
amor con Dios, el saberme libre buscando a quien libremente me busca.
■ Para mí, el mejor lugar para el
encuentro con Dios es la Eucaristía.
■ La Sagrada Escritura es
mi libro preferido para la meditación.
■ Me conforta saber que Dios me
amó primero, que quiere establecer una relación íntima de amor conmigo y
que sale a mi encuentro en todo momento y circunstancia. Este interés de Dios
por mí me llena de confianza.
■ Procuro cultivar el hábito de la
presencia de Dios, saber que me mira, que estoy en su presencia, tenerlo
siempre a mi lado, haga lo que haga, esté donde esté.
■ Más que pensar ideas en la meditación, procuro bajar las ideas al corazón profundo, amar mucho.
■ Me gusta conocer la vida de los santos y leer maestros de vida espiritual: me sirven de inspiración para llegar más alto y más lejos en mi relación de amor con Cristo.
■ Mi tiempo le pertenece a Dios, trato de estar siempre en su presencia y dedicarle tiempos de calidad para estar a solas con Él, sin hacer otra cosa que estar juntos. Procuro no limitarme a las oraciones que ya tengo incorporadas en mi rutina diaria, sino cultivar la gratuidad en mi relación con Él.
■ Cada vez que escucho hablar de Dios y la
oración, me siento pequeño, limitado, miserable, un aprendiz.
Suplico al Espíritu Santo que sea mi maestro y mentor, que Él me levante y me
muestre el rostro de Cristo.
■ Me gusta la misa y otros momentos de oración con mi familia, mis amigos y la comunidad. Recuerdo que Jesús nos dijo que “donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20).
■ Para orar me busco un espacio silencioso, procuro recoger mis sentidos, centrarme sólo en Él, actuar mi fe, establecer contacto con Él.
■ Creo que Dios me creó para vivir
en comunión de amor con Él, en el tiempo y en la eternidad.
Por eso todos los días le suplico me conceda la gracia de
realizar Sus planes sobre mí.
■ El alimento de la oración es la
Eucaristía, por eso procuro recibirla con frecuencia. Trato de confesarme con
frecuencia, tengo un director espiritual y trato de vivir las
virtudes cristianas, siguiendo el ejemplo de Jesucristo.
■ Rezo siempre, sé que lo necesito, me
sienta digno o indigno, con ganas o sin ganas. Sé que Dios escucha
siempre mi oración y que aunque sea tan miserable y lo haga tan
pobremente, a Él le complace que me acerque como el más pequeño de sus hijos.
■ Más allá de obligaciones y compromisos
asumidos, quiero rezar porque amo a Dios. Cumplo mis deberes religiosos con
amor y por amor, no sólo por cumplir.
Orar es cuestión de amor, es un modo de acoger y corresponder al Amor. Elige un renglón en el que quieras mejorar, de uno en uno.