San Joaquín y Santa Ana. Valor de la ancianidad
Beato Juan Pablo II,
Beato Juan Pablo II,
Amadísimos hermanos y hermanas:
… la liturgia celebrará la memoria
de san Joaquín y santa Ana, a quienes la tradición, que se remonta al evangelio
apócrifo de Santiago, venera como padres
de la santísima Virgen María. Esta circunstancia me impulsa a decir algunas
palabras sobre la ancianidad y su valor…
La así llamada
«tercera edad» es, ante todo, un valor en sí, por el hecho de la vida que se
prolonga, y la vida es don de Dios. Además, es portadora de «talentos» peculiares, gracias al patrimonio de
experiencias, conocimientos y enseñanzas que atesora el anciano. Por eso, en todas las culturas la
ancianidad es sinónimo de sabiduría y equilibrio. Con su misma presencia,
la persona anciana recuerda a todos, y en especial a los jóvenes, que la vida
en la tierra es una «parábola», con su comienzo y su fin: para alcanzar su
plenitud, ha de referirse a valores sólidos y profundos, no efímeros y
superficiales.
En las sociedades con un gran desarrollo industrial y tecnológico, la
condición de los ancianos es ambivalente: por una parte, están cada vez menos
integrados en el entramado familiar y social; pero, por otra, su papel se
vuelve cada vez más importante, sobre todo para el cuidado y la educación de
los nietos. En efecto, los matrimonios jóvenes encuentran en los «abuelos» una
ayuda a menudo indispensable.
Así pues, por un lado, el anciano es marginado, y, por otro, es buscado.
Todo esto muestra el desequilibrio típico de un modelo social dominado por la
economía y el lucro, que tiende a perjudicar a las clases «no productivas»,
considerando a las personas más por su utilidad que por sí mismas.
… En el umbral del Nuevo Testamento,
precisamente san Joaquín y santa Ana preparan
la venida del Mesías, acogiendo a María como don de Dios y ofreciéndola al mundo como inmaculada «arca de
la salvación». A su vez, según el
evangelio apócrifo de Santiago, luego son acogidos
y venerados por la Sagrada Familia de Nazaret, que se convierte así en
modelo de amorosa asistencia con respecto ellos.
Imploro a san Joaquín y a santa Ana y, sobre todo, a su excelsa Hija, la
Madre del Salvador, inteligencia de amor para los ancianos, a fin de que en
nuestra sociedad «la familia sepa conservar, revelar y comunicar el amor» (cf. Familiaris consortio, 17).
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