De vacaciones y tiempo libre
Terminado el curso escolar y
pastoral, vienen las vacaciones. Pero vacaciones no significa estar ocioso, no
hacer nada. Vacaciones significa
dedicarse a otra cosa, y hacerlo por afición. Las vacaciones son ocasión
propicia para completar la formación,
tener tiempo más abundante para la oración, la lectura sosegada, la
convivencia amigable, los viajes de amigos y de familia, las visitas a
aquellos con quienes nos agrada estar. El tiempo de vacaciones nos devuelve la
libertad interior que el ajetreo del trabajo diario podría robarnos a lo largo
del año.
En el campo de los niños y
jóvenes, en nuestras parroquias y comunidades, las vacaciones sirven para
convivencias, jornadas de estudio, campamentos, colonias, etc.
Las vacaciones son ocasión propicia para este tipo
de actividades, que a simple vista parecen ajenas a la misión pastoral de la
Iglesia y que, sin embargo, propician un clima sano de convivencia amigable,
que van estableciendo lazos de amistad y son una oportunidad para la
experiencia de Dios. Las parroquias y grupos que se deciden a realizarlo,
tienen en su haber un grupo de niños, jóvenes y adultos que crecen en torno a
la parroquia y constituyen una comunidad viva de fe, ahora y en el futuro.
En este contexto, la experiencia
de Dios no resulta algo añadido o postizo, sino que acompaña la convivencia, si
se tienen las oportunas catequesis y se preparan los momentos de oración al
comienzo y final del día, y sobre todo la Eucaristía. Para entrar en un
contacto más profundo con Dios, es preciso apartarse de las actividades
cotidianas, y para muchos niños y jóvenes (y adultos) es preciso romper con los
hábitos ciudadanos, que producen una rutina asfixiante y sin Dios. Una cultura
en la que predomina la técnica no es propicia para pensar. La comodidad en que
suele instalarse la vida no favorece el crecimiento. Por el contrario, el
contacto directo con la naturaleza, la austeridad de la vida en el campo, las
actividades lúdicas con sentido educativo favorecen el encuentro consigo mismo,
el conocimiento propio, la colaboración en tareas comunes de grupo, la apertura
a Dios y el trato espontáneo con Él.
La Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, a la que acude el
Papa Francisco, será un momento oportuno de convivencia entre miles de jóvenes
de todo el mundo, también de nuestra diócesis de Córdoba. En esos mismos días, los Obispos de Andalucía convocamos a miles de
jóvenes en el Rocío, para conectar con los jóvenes de Río y con el Papa. De
manera que los mismos jóvenes entiendan que seguir a Jesús es propio de jóvenes
también hoy, y en la Iglesia se puede construir un mundo nuevo, la civilización
del amor.
Desde aquí deseo a todos un
descanso restaurador, que ayude a crecer y no desarticule la personalidad ni la
rompa, sino que favorezca el encuentro consigo mismo, con los demás y con Dios.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba
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