TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 27 de octubre de 2012

En el año de la fe


EL FORTALECIMIENTO DE LA FE DE LOS CRISTIANOS (I)

(Conferencia con ocasión del 225º aniversario de la erección de la Parroquia de San José, de los extramuros de Cádiz - 19-IV-2012)

1.- Introducción

        Cuando me propuso D. Oscar venir a Cádiz, para tener un encuentro en la parroquia de San José, no lo dude, ya que durante más de seis años serví como sacerdote en esta parroquia. Y le dije que me gustaría hablar del fortalecimiento de la fe que profesamos. Y ello, por tres motivos fundamentales.
        El primero, porque procedo de una familia no creyente, en la que nadie nos enseñó a rezar ni nos habló de Dios. Luego tuve la gran fortuna de encontrar a alguien que me hablara de la fe. Y digo la gran fortuna, porque ha sido ese tesoro, como dice el Evangelio, que centrado toda mi existencia.
        El segundo, porque he dedicado la mayor parte de mi vida y de mis esfuerzos a la fe, tanto como profesor como en mi condición de sacerdote. Y pensaba que gracias a mi experiencia y a mis estudios podría decir algo sensato.
       Y el tercero y principal, porque es la línea de acción pastoral que está siguiendo Benedicto XVI con sus catequesis, homilías y discursos: Presentar la fe de siempre al hombre del siglo XXI. Además, la fe en Dios es el principal problema que tenemos los creyentes de hoy, y por eso ha decidido convocar un Año de la fe, que comenzará el 11 de Octubre, 50 aniversario de la apertura del Vaticano II y el 20 aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, porque, escribe el Papa, “sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado” [1]

2.- En qué consiste la fe: creer en Jesucristo.

        Al empezar de esta manera no es que dude de vuestra formación cristiana, en una ciudad tan rica en testimonios evangélicos. Pero conviene recordar ideas y conceptos que parecen evidentes y no siempre lo son.
        Cuando se realizan sondeos sobre si la gente cree o no cree en Dios, nos encontramos con muchas dificultades a la hora de interpretar los datos obtenidos. Y una de las primeras dificultades es el significado mismo del verbo "creer". Se trata de una palabra  -y de un concepto- con un campo semántico muy amplio e impreciso.[2]
        Podemos comenzar por su significado más débil, que vendría a coincidir con: "sospecho con algún fundamento"; "no acabo de estar seguro, pero me parece lo más verosímil". Y es también lo que quieren decirnos muchas personas cuando afirman que "creen en Dios" pero que no practican. Sospechan con cierta base que sí, que tiene que haber "Algo" o "Alguien" que sea el fundamento último de todo lo real y que permita que el mundo funcione bastante ordenadamente. Tal vez, más que de una fe, tendríamos que hablar de un no-saber. Su actitud se diferencia del saber científico como se diferencia lo no-seguro de lo que se sabe con seguridad; lo no comprobado suficientemente con lo bien fundado y comprobado. Es un "creer" que no compromete a la persona ni tiene consecuencias importantes sobre su vida y sus comportamientos. Por eso suelen añadir que "no practican", aunque rezan algunas veces. Si la fe consistiera en semejante actitud, tendrían toda la razón del mundo quienes dice que es algo irracional y que es lo contrario de el buen sentido, que consiste en saber con fundamento.
        También puede significar el acto de confiar en alguien con mayor o menor firmeza: creo en ti, me fío de ti y te creo. Es la fe personal. Se trata de un acto originario de la persona, en el que participa ésta con todo su ser: corazón, voluntad e inteligencia. Es el acto mismo por el que la persona se entrega al otro y acoge confiada cuanto el otro le dice; el acto mismo de creer, que los escolásticos denominaban fides qua. Es un encuentro entre personas, que se inscribe en la profundidad de las relaciones yo-tú y que se mantiene vivo y siempre abierto.  San Agustín, tras insistir en la necesidad de acoger la doctrina de Jesús  -en la necesidad de creer lo que Jesús nos dice- añade que no basta con creerle sino que hay que creer en Él. "¿Y qué es creer en Él? Amarle creyendo, buscarle amorosamente al creer, ir a su encuentro creyendo, incorporarse a sus miembros... No se trata de una fe cualquiera sino de la fe que actúa por el amor. Exista en ti esta fe y comprenderás la doctrina". [3]

   De ella dice san Cirilo de Jerusalén que es: una "fe capaz de realizar obras que superan toda posibilidad humana... Es de esta fe de la que se afirma si fuera vuestra fe como un grano de mostaza. Porque así como el grano de mostaza, aunque pequeño, está dotado de una fuerza parecida a la del fuego y, plantado aunque sea en un lugar exiguo produce grandes ramas..., así también la fe cuando arraiga en el alma, en pocos momentos realiza grandes maravillas". [4]

        Esta fe personal -yo creo en ti, me fío de ti y te creo- es también una forma especial de conocimiento: creo lo que me dices. Es decir, a la fe personal le acompaña siempre la fe afirmativa: creo lo que me dices. Y lo que me dices tú, es el único camino seguro de que dispongo para saber lo más íntimo de ti y para conocerte en profundidad. Pues si me falta la fe en ti y en lo que tú me dices, tu intimidad más auténtica me resulta inasequible. Desde fuera, con ayuda de los tests, de los análisis y de las observaciones, puedo reunir muchos datos valiosos, pero tu ser más profundo y tu verdadera grandeza me quedarán siempre ocultos. Y difícilmente podré seguir confiando en ti y creyendo en ti, si no te conozco y si tú mismo no ejerces el acto de confianza de "revelarme" tu intimidad.
        "Lo que" tú me dices constituye la dimensión objetiva de la fe. Con palabras de san Cirilo de Jerusalén,  es "una fe por la que se cree en los dogmas y que exige que el espíritu atienda y la voluntad se adhiera a determinadas verdades". [5]
        Esta dimensión objetiva  -que en el campo religioso se condensa en el Credo que confesamos, es la fides quae de los escolásticos- ha sido la más resaltada a lo largo de todo el siglo XIX. En su diálogo y en sus disputas con el deísmo, con el racionalismo y con la ciencia incipiente, la Teología se esforzó en presentar la fe como un conocimiento sólido y fiable, basado en la autoridad de Dios que nos lo ha revelado. Como dice el Vaticano I,

        La fe es un acto de obediencia del entendimiento y de la voluntad por el que "creemos ser verdadero lo que por El (Dios) ha sido revelado"; y lo creemos "no por la intrínseca verdad de las cosas, percibida por la luz de la razón, sino por la autoridad del mismo Dios que revela".[6]

        Simplificando mucho, los catecismos venían a decirnos que tener fe es "creer lo que no vemos". Se nos pedía el asentimiento de la razón a las verdades de fe, a los dogmas. Pero el "asentimiento intelectual" a las verdades confesadas resultaba frío y "sin unción".  Por ello, el Vaticano II se hará eco de toda una línea de renovación teológica (que debe mucho al filósofo Blondel, y que se desarrolla en Rousselot, Mouroux, el Cardenal Newman...),  que vuelve a ensamblar ambas dimensiones  - la fe personal y la fe afirmativa- como aspectos inseparables del mismo acto de creer.

        "Por la fe, nos dice, el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece 'el homenaje total de su entendimiento y voluntad', asintiendo libremente a lo que Dios revela". [7]

        Concluyendo, podemos decir que la fe de la que vamos a hablar no tiene nada que ver con ese sentido débil de no-saber, de "sospechar con algún fundamento". Cuando hablamos de fe en Dios nos referimos a un encuentro personal y siempre abierto con el Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo. Un encuentro que se renueva sin cesar y que nos lleva a entregarnos a Dios llenos de confianza -credere in Deum- y a escucharle -credere Deo- , [8] aceptando ser verdadero cuanto nos ha revelado - credere Deum. [9] Lejos de ser una sospecha fundada, la fe es un encuentro entre personas que fundamenta nuestra vida y que nos ilumina el misterio del mundo y del hombre. [10]

Rvdº.P. Juan Antonio Paredes Muñoz



[1] Porta Fidei, n. 2
 [2] En realidad no pretendo hablar sólo de la fe sino que me limitaré a dar algunas pinceladas que considero necesarias para abordar las cuestiones que iré planteando después. En este capítulo me considero deudor en medida desigual de AA.VV., Hacia una teología de la fe (Santander 1970); M.D.CHENU, La fe en la inteligencia (Barcelona 1964); W.KASPER, La fe que excede todo conocimiento (Santander 1988); J.MOUROUX, Yo creo en ti (Barcelona 1964); B.WELTE, ¿Qué es creer? (Barcelona 1984).
[3] SAN AGUSTIN, In Johannis Evangelium 29,6.
 [4]  SAN CIRILO DE JERUSALEN, Catequesis 5 (Sobre la fe y el símbolo,n 10-11). PG 33,519.
 [5] SAN CIRILO DE JERUSALEN, Catequesis 5 (Sobre la fe y el símbolo, n 10) PG 33, 518.  [6] D. 1789.   [7] Dei Verbum 5. [8] Estos dos aspectos, inseparables, constituyen lo que hemos llamado fe personal.  [9] A esta dimensión la hemos denominado fe objetiva y es el contenido de la fe afirmativa, de la confesión de fe. O sencillamente, el contenido del Credo. [10] Cfr. H.FRIES, Teología Fundamental (Barcelona 1987), pgs. 24-32. También M. SECKLER, Fe, en H.FRIES, Conceptos Fundamentales de la Teologia (Madrid 1979, 2ª edic.) I, pgs. 562-581.

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