TIEMPO LITÚRGICO

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domingo, 7 de octubre de 2012

EL SANTO ROSARIO DELANTE DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO


"De los escritos del Siervo de Dios
   D. Luis de Trelles y Noguerol”


     El Santo Rosario se compone de tres partes u oraciones: El Ave María, que nos recuerda la Aurora de la Encarnación; por contener el mensaje precursor del advenimiento del Verbo Divino al seno virginal de María; el Padrenuestro, que es la oración Dominical por excelencia, puesto que la enseñó el mismo Cristo, y el Gloria que hace como de anillo que enlaza y forma la hermosa cadena que se llama Rosario, o sea Corona de Rosas, y que honra e invoca a la Trinidad, como para dedicarle las preces y alabanzas de que el Rosario se compone.
     Bajo cualquiera de estas tres partes del Rosario late Jesucristo como Dios y como hombre, pues nos lo recuerda el Ave María.
     Todo conduce a la gloria de Cristo Nuestro Señor como hombre en el primer momento de su encarnación. La distribución de los quince misterios señaló ¿Cómo diríamos? Las etapas de su viaje del seno del Padre a la tierra por acción del Espíritu Santo; las de su vida pública, las de su vida de redención o dolorosa y las de su tránsito glorioso del sepulcro al Cielo y la glorificación de su Inmaculada Madre.
     Para hacer esto más palpable no hay más que traer a la memoria la presencia real con referencia a cada misterio. Por ejemplo, advertir que la actitud y mérito de la Oración del huerto está virtualmente en la Hostia porque allí está el que oró y en un modo inexplicable la sangre de sus angustias y sudores, y el mérito de la efusión; y aún más, se hizo en la Misa la reproducción mística del sacrificio de la voluntad de Nuestro Señor, aunque de un modo incruento, y lo mismo se puede decir de cualquiera de los demás misterios.
     Con sólo advertir que nuestros sentidos no lo ven, pero que el mismo Señor está allí y escucha de cerca nuestras preces, ya se logra una gran ventaja y un gran aumento de gracia con la recitación de cualquier plegaria en presencia del Santísimo Sacramento.
     Pero hay más, y es que Jesús se asocia a nuestras oraciones desde su trono de gracia, por el plural del Padre-nuestro y por la reminiscencia de actos de su vida, pasión y muerte, que se le hace en la hermosa devoción que nos ocupa.
     De este orden de consideraciones se deduce, que al hacer esta devoción con buen espíritu y deseo, se da culto a Cristo y a su Madre, y gloria a la Trinidad.
     La devoción del Santísimo Rosario, que era en tiempo de nuestros padres una de las más constantes prácticas en las familias, ha venido casi a olvidarse o enfriarse en España, en términos de que son ya contadas las casas, al menos en las Ciudades, en que se conserva tan hermosa práctica, que las exhortaciones de nuestro Pontífice León XIII pretenden y desean restablecer.
     Todos los fieles saben que el recuerdo de la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo es uno de los medios más eficaces de alcanzar los favores del cielo y de asegurar a los pecadores el don de la conversión, y a los que caminan hacia la perfección cristiana, la perseverancia y el progreso en la vía que afortunadamente han emprendido.
“La Lámpara del Santuario” Tomo XVI – Pág. 433 – Año 1885".

Rezar el Santo Rosario
no solo es hacer memoria
del gozo, el dolor, la gloria´
de Nazaret al calvario.

Es el fiel itinerario
de una realidad vivida,
y quedará entretejida
siguiendo al Cristo gozoso,
Crucificado y glorioso,
en el Rosario, la Vida.


  «El rosario de la Virgen María (...) es una oración apreciada por numerosos santos y fomentada por el Magisterio. En su sencillez y profundidad, sigue siendo también en este tercer milenio apenas iniciado una oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad. Se encuadra bien en el camino espiritual de un cristianismo que, después de dos mil años, no ha perdido nada de la novedad de los orígenes, y se siente empujado por el Espíritu de Dios a "remar mar adentro" (duc in altum!), para anunciar, más aún, "proclamar" a Cristo al mundo como Señor y Salvador, "el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6)... El rosario, en efecto, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología.
     En la sobriedad de sus pares, concentra en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico, del cual es como un compendio. En él resuena la oración de María, su perenne Magníficat por la obra de la encarnación redentora en su seno virginal. Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor».
(JUAN PABLO II)

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