TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

miércoles, 31 de octubre de 2012

MILAGROS EUCARÍSTICOS

Un copón resplandeciente.


     El siguiente hecho ocurrió en la histórica ciudad de Huesca. Durante la noche del 29 al 30 de noviembre del año 1648, fue robado en la iglesia catedral un copón con las Sagradas Formas, sin que, por desgracia, se diera cuenta persona alguna del horrible sacrilegio.        
     Al amanecer del día siguiente, subió el campanero, según era su costumbre, a tocar el Ángelus y a dar la señal para la Misa primera.      Al terminar, un hecho extraño llamó poderosamente su atención: en un montón de estiércol que había en un campo cercano al seminario, vio un objeto que brillaba de una manera extraordinaria. Extrañado de aquel fenómeno, bajó a la iglesia a decirlo al sacristán, y ambos se dirigieron enseguida al lugar de donde salía tan fuerte resplandor. Cuál no fue su sorpresa al ver que la luz procedía del interior del montón, y que, al excavar por aquel punto, aparecía un copón resplandeciente, que contenía la Sagrada Eucaristía.
     La noticia de este prodigio se divulgó por toda la ciudad con la velocidad del rayo. Con gran concurso de pueblo y piadosísima reverencia, el copón milagroso fue devuelto a la iglesia, y se pudo comprobar, sin ninguna clase de duda, que era el mismo que, el día anterior, estaba en el Sagrario y que unas manos impías se habían atrevido a robar.
     En memoria de este prodigio, se tomó el acuerdo de que perpetuamente, el día 30 de noviembre, aniversario del robo sacrílego, se cantara un Te Deum en la catedral, después de Tercia, en acción de gracias, y que, por el mismo motivo, la Misa conventual y las Vísperas de aquel día se celebrarían con la exposición de Nuestro Señor. También, en el lugar de tan rico hallazgo, fue levantada una capilla, que la acción del tiempo ha arruinado totalmente.

(La historia de este prodigio se lee en la cuarta parte del Ceremonial Oscense, del canónigo doctoral doctor Novellas).

(Prodigios Eucarísticos, P. M. Traval, S. J.).

TEMAS DE REFLEXIÓN A.N.E.

Reflexiones sobre la Fe.- I.
La fe es la "virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque Él es la misma verdad" (Catecismo, 1814).
El Papa nos invita este año a reflexionar sobre la Fe. Sobre la fe, como acto que realizamos desde lo más hondo de nuestra alma, y sobre las verdades que la Santa Iglesia nos propone, porque las ha recibido de Dios, para que las creamos.
Muchos santos, al final de su vida, piden al Señor que les aumente la fe. ¿Han dejado de creer? ¿Han encontrado obstáculos insuperables para seguir creyendo? No. Han descubierto, sencillamente, que el camino de crecer en la fe no se acaba nunca: porque  ésta va abriendo nuestra inteligencia al misterio de Dios, Uno y Trino, que supera todos los límites de la capacidad de conocer por nuestra razón. Y a la vez, ésta es capaz de reconocer que las verdades que admite por fe, no son irracionales.
El camino “empieza en el Bautismo, con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos creen en Él”.
En estas reflexiones no podremos considerar todas las verdades que confesamos y con todos los detalles que serían necesarios. Detendremos nuestra atención en las verdades básicas, que Benedicto XVI resume con estas palabras:
“Profesar la fe en la Trinidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo- equivale a creer en un solo Dios que es Amor: el Padre, que en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo para nuestra salvación; Jesucristo, que en el misterio de su muerte y resurrección redimió al mundo; el Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a través de los siglos en la espera del retorno glorioso del Señor” (La puerta de la Fe, 1).
“El justo vive de la fe”, nos recuerda el apóstol san Pablo. Y es algo que no debemos olvidar en estas reflexiones. Nuestra inteligencia se enriquece con la luz de la fe, y así podremos llegar a ver toda nuestra existencia, personal, profesional, familiar, pública, con los ojos de Dios, en relación con Dios.
¿Qué es la fe?
“La fe es, ante todo, un adhesión personal del hombre a Dios; es, al mismo tiempo, un asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado. En cuanto adhesión personal a Dios y asentimiento a la verdad que Él ha revelado, la fe cristiana difiere de la fe en una persona humana” (Catecismo, 150).
“En la fe, la inteligencia y la voluntad humanas cooperan con la gracia divina: “Creer es un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina por imperio de la voluntad movida por Dios mediante la gracia” (Catecismo, 155)
“La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por Él. Para dar esta respuesta de fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede “a todos gusto en aceptar y creer la verdad” (Catecismo, 153).
Podemos decir que la fe es un acto libre, que el hombre lleva a cabo, movido por una luz interior que le da el Espíritu Santo. Dios no nos impone la fe: nos ilumina, sale a nuestro encuentro, cuando buscamos la Verdad.
El Señor ya nos lo dijo: “Me hago el encontradizo con quienes me buscan”.
La fe, por tanto, es la respuesta más plena que el hombre da a Dios. Y es una respuesta libre, racional, confiada, que manifiesta siempre un gran amor a Dios, que nos da la gracia de creer.
María es la primera criatura que vivió plenamente la fe, en Dios Padre, en Dios Hijo, en Dios Espíritu Santo. “Bienaventurada tú, que has creído”, dijo de ella su prima Santa Isabel. Y María es testimonio vivo de la Resurrección de Cristo, y en cada encuentro con los creyentes, transmite a cada uno de nosotros la alegría de Dios, con las mismas palabras con que ella la vivió: “bienaventurado tú, que crees”.

Cuestionario

·                    ¿Agradezco a Dios, con humildad y de todo corazón, ser creyente, ser católico?

·                    ¿Tengo confianza en Dios, sabiendo que es mi padre, y padre amoroso, para rogarle que me “aumente la fe” cada día?


·                    Cuando rezo, ¿soy consciente de que Dios espera una palabra mía personal, la palabra de un hijo, nunca de un extraño?
ADORACIÓN NOCTURNA ESPAÑOLA
IGLESIA DE SAN JOSÉ
Cádiz  Extramuros


AVISO PARA ADORADORAS/ES DEL TURNO NÚM. 5 DE MARÍA AUXILIADORA Y SAN JOSÉ
    REUNIÓN PREPARATORIA,  LUNES 5 DE NOVIEMBRE, A LAS 19,00 HORAS EN EL SALÓN PARROQUIAL.
     (Continuaremos la catequesis sobre la Carta Apostólica, en forma   de motu proprio,  PORTA FIDEI de S.S. Benedicto XVI pp.; finalizando con el rezo de Completas)

VIGILIA DE ADORACIÓN MARTES 6 DE NOVIEMBRE, EN EL TEMPLO PARROQUIAL, Y A LAS 20,00 HORAS   JUNTO CON LA SANTA MISA.
(Previamente rezo del SANTO ROSARIO dirigido por una adoradora del Turno)

     Concede, oh Señor Dios, el descanso a tus siervos y llévalos al paraíso, donde los Coros de los Santos y los Rectos brillan como astros. Haz descansar a tus siervos difuntos ( N )…, perdonándoles todos sus pecados.
( de la Liturgia Bizantina)


Día 23 de Octubre.-  A las 19,30h en la S.I. Catedral,  imposición de la Cruz Pontificia de S. Silvestre pp. a nuestro hermano en la  Adoración Nocturna  D. Francisco Arenas Martín.
DIA 2 DE Novbre.-  VIGILIA GENERAL de difuntos.-   A celebrar en el Oratorio de la Santa Cueva a las 19,30 horas, y que se dedicará de manera especial por los adoradores/as fallecidos durante el año, encomendando sus almas y eterno descanso en nuestras oraciones. 
Misa y Vigilia aplicadas por todos los difuntos del Turno y familiares.

sábado, 27 de octubre de 2012

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 28 DE OCTUBRE, 30º DEL TIEMPO ORDINARIO

La constancia de la fe

Marcos 10.46-52       En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí». Muchos le regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí». Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo». Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama». Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
     Jesús le dijo: «¿Qué quieres que haga por ti?».
     El ciego le contestó: «Maestro, que pueda ver».
     Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha curado». Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

Otras lecturas: Jeremías 31.7-9; Salmo 126; Hebreos 5.1-6

LECTIO:
   A veces un niño ruidoso puede causar molestias en la celebración del culto dominical. Las personas cercanas a los padres pueden ponerles mala cara o decirles algo para que terminen con la bulla. Bartimeo se entera de que se acerca Jesús y quiere llamar su atención. Pero, como es ciego, no puede saber dónde está exactamente Jesús, así que comienza a dar voces. La muchedumbre quiere escuchar a Jesús, y le dicen al ciego que se calle. Pero Bartimeo no está dispuesto a callarse. De hecho, cada vez grita más alto porque quiere ser curado.
   Tal vez entre la muchedumbre había otros que también necesitaban la curación, pero sólo él entró en acción.
   Es interesante tener en cuenta lo que grita exactamente Bartimeo. Primero, se refiere a Jesús como ‘Hijo de David’. Se trata, en efecto, de un título mesiánico. Tal vez Bartimeo cree que Jesús es mucho más que un maestro corriente. Puede que el hecho de usar ese título atrajera la atención de Jesús. En segundo lugar, pide ‘compasión’, no que le cure.
    Jesús le oye, y se detiene. Le pregunta qué quiere. Bartimeo responde que quiere recobrar la vista. Jesús le dice que su fe le ha sanado, y de inmediato puede ver.
    Bartimeo sigue a Jesús, pero no volvemos a saber nada más de él. Con todo, el episodio debió de impresionar a los discípulos, ya que Mateo, Marcos y Lucas recogen el acontecimiento y se refieren al ciego por su nombre.

MEDITATIO:
¿Qué opinas de la gente que quería hacer callar a Bartimeo? Compara esto con la manera en que respondió Jesús. ¿Nos enseña algo sobre cómo debemos tratar a quienes pasan necesidades?
¿Cómo describirías la fe de Bartimeo? ¿Qué piensas qué creía respecto a Jesús y lo que podía hacer por él? ¿Qué podemos aprender de todo esto?
¿Es significativo que Bartimeo pidiera compasión antes que la curación? ¿Qué manifiesta sobre su actitud? ¿Podemos aprender algo de todo esto cuando nos acercamos a Dios?

ORATIO:
   Es tan fuerte la alegría del Salmo 126, que casi puede tocarse. Los tres primeros versos vuelven la mirada hacia una época pasada llena de gozo, cuando Dios los salvó.
   Los tres últimos versos son un vislumbre de lo que Dios volverá a hacer. Tal vez tú también has experimentado la liberación del dolor o de la pena. O puede que en este mismo instante estés clamando a Dios por tu liberación. Te encuentres donde te encuentres, dale gracias a Dios por su misericordia y su fidelidad. Pídele a Dios que fortalezca tu fe y te ayude, como a Bartimeo, a no rendirte.

CONTEMPLATIO:
   Las otras dos lecturas de este día continúan con el tema de la intervención de Dios.
   En Jeremías 31.7-9 Dios promete rescatar a su pueblo, incluyendo a los ciegos y a los cojos.
   En Hebreos 5.1-6 Jesús aparece como el Sumo Sacerdotes perfecto que comprende las necesidades de su pueblo e intercede por nosotros para que nuestros pecados sean perdonados.

ACTO DE FE

En el nombre del Dios de los amores,
canto la fe, que llena el alma mía,
y le ofrendo un tributo de poesía,
que ha brotado en mis labios pecadores.
Ante la faz del mundo, sin temores,
como los hombres de mi raza un día,
yo confieso, con firme valentía,
la fe que me legaron mis mayores.
Y como en ella vivo, en ella adoro,
y en ella cifro mi esperanza suma,
mi escudo intacto y mi mayor tesoro;
ante esta edad burlona y descreída,
la confieso y la afirmo con mi pluma...
Y si fuere preciso, ¡con mi vida!
José Mª. Pemán


En el año de la fe


EL FORTALECIMIENTO DE LA FE DE LOS CRISTIANOS (I)

(Conferencia con ocasión del 225º aniversario de la erección de la Parroquia de San José, de los extramuros de Cádiz - 19-IV-2012)

1.- Introducción

        Cuando me propuso D. Oscar venir a Cádiz, para tener un encuentro en la parroquia de San José, no lo dude, ya que durante más de seis años serví como sacerdote en esta parroquia. Y le dije que me gustaría hablar del fortalecimiento de la fe que profesamos. Y ello, por tres motivos fundamentales.
        El primero, porque procedo de una familia no creyente, en la que nadie nos enseñó a rezar ni nos habló de Dios. Luego tuve la gran fortuna de encontrar a alguien que me hablara de la fe. Y digo la gran fortuna, porque ha sido ese tesoro, como dice el Evangelio, que centrado toda mi existencia.
        El segundo, porque he dedicado la mayor parte de mi vida y de mis esfuerzos a la fe, tanto como profesor como en mi condición de sacerdote. Y pensaba que gracias a mi experiencia y a mis estudios podría decir algo sensato.
       Y el tercero y principal, porque es la línea de acción pastoral que está siguiendo Benedicto XVI con sus catequesis, homilías y discursos: Presentar la fe de siempre al hombre del siglo XXI. Además, la fe en Dios es el principal problema que tenemos los creyentes de hoy, y por eso ha decidido convocar un Año de la fe, que comenzará el 11 de Octubre, 50 aniversario de la apertura del Vaticano II y el 20 aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, porque, escribe el Papa, “sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado” [1]

2.- En qué consiste la fe: creer en Jesucristo.

        Al empezar de esta manera no es que dude de vuestra formación cristiana, en una ciudad tan rica en testimonios evangélicos. Pero conviene recordar ideas y conceptos que parecen evidentes y no siempre lo son.
        Cuando se realizan sondeos sobre si la gente cree o no cree en Dios, nos encontramos con muchas dificultades a la hora de interpretar los datos obtenidos. Y una de las primeras dificultades es el significado mismo del verbo "creer". Se trata de una palabra  -y de un concepto- con un campo semántico muy amplio e impreciso.[2]
        Podemos comenzar por su significado más débil, que vendría a coincidir con: "sospecho con algún fundamento"; "no acabo de estar seguro, pero me parece lo más verosímil". Y es también lo que quieren decirnos muchas personas cuando afirman que "creen en Dios" pero que no practican. Sospechan con cierta base que sí, que tiene que haber "Algo" o "Alguien" que sea el fundamento último de todo lo real y que permita que el mundo funcione bastante ordenadamente. Tal vez, más que de una fe, tendríamos que hablar de un no-saber. Su actitud se diferencia del saber científico como se diferencia lo no-seguro de lo que se sabe con seguridad; lo no comprobado suficientemente con lo bien fundado y comprobado. Es un "creer" que no compromete a la persona ni tiene consecuencias importantes sobre su vida y sus comportamientos. Por eso suelen añadir que "no practican", aunque rezan algunas veces. Si la fe consistiera en semejante actitud, tendrían toda la razón del mundo quienes dice que es algo irracional y que es lo contrario de el buen sentido, que consiste en saber con fundamento.
        También puede significar el acto de confiar en alguien con mayor o menor firmeza: creo en ti, me fío de ti y te creo. Es la fe personal. Se trata de un acto originario de la persona, en el que participa ésta con todo su ser: corazón, voluntad e inteligencia. Es el acto mismo por el que la persona se entrega al otro y acoge confiada cuanto el otro le dice; el acto mismo de creer, que los escolásticos denominaban fides qua. Es un encuentro entre personas, que se inscribe en la profundidad de las relaciones yo-tú y que se mantiene vivo y siempre abierto.  San Agustín, tras insistir en la necesidad de acoger la doctrina de Jesús  -en la necesidad de creer lo que Jesús nos dice- añade que no basta con creerle sino que hay que creer en Él. "¿Y qué es creer en Él? Amarle creyendo, buscarle amorosamente al creer, ir a su encuentro creyendo, incorporarse a sus miembros... No se trata de una fe cualquiera sino de la fe que actúa por el amor. Exista en ti esta fe y comprenderás la doctrina". [3]

   De ella dice san Cirilo de Jerusalén que es: una "fe capaz de realizar obras que superan toda posibilidad humana... Es de esta fe de la que se afirma si fuera vuestra fe como un grano de mostaza. Porque así como el grano de mostaza, aunque pequeño, está dotado de una fuerza parecida a la del fuego y, plantado aunque sea en un lugar exiguo produce grandes ramas..., así también la fe cuando arraiga en el alma, en pocos momentos realiza grandes maravillas". [4]

        Esta fe personal -yo creo en ti, me fío de ti y te creo- es también una forma especial de conocimiento: creo lo que me dices. Es decir, a la fe personal le acompaña siempre la fe afirmativa: creo lo que me dices. Y lo que me dices tú, es el único camino seguro de que dispongo para saber lo más íntimo de ti y para conocerte en profundidad. Pues si me falta la fe en ti y en lo que tú me dices, tu intimidad más auténtica me resulta inasequible. Desde fuera, con ayuda de los tests, de los análisis y de las observaciones, puedo reunir muchos datos valiosos, pero tu ser más profundo y tu verdadera grandeza me quedarán siempre ocultos. Y difícilmente podré seguir confiando en ti y creyendo en ti, si no te conozco y si tú mismo no ejerces el acto de confianza de "revelarme" tu intimidad.
        "Lo que" tú me dices constituye la dimensión objetiva de la fe. Con palabras de san Cirilo de Jerusalén,  es "una fe por la que se cree en los dogmas y que exige que el espíritu atienda y la voluntad se adhiera a determinadas verdades". [5]
        Esta dimensión objetiva  -que en el campo religioso se condensa en el Credo que confesamos, es la fides quae de los escolásticos- ha sido la más resaltada a lo largo de todo el siglo XIX. En su diálogo y en sus disputas con el deísmo, con el racionalismo y con la ciencia incipiente, la Teología se esforzó en presentar la fe como un conocimiento sólido y fiable, basado en la autoridad de Dios que nos lo ha revelado. Como dice el Vaticano I,

        La fe es un acto de obediencia del entendimiento y de la voluntad por el que "creemos ser verdadero lo que por El (Dios) ha sido revelado"; y lo creemos "no por la intrínseca verdad de las cosas, percibida por la luz de la razón, sino por la autoridad del mismo Dios que revela".[6]

        Simplificando mucho, los catecismos venían a decirnos que tener fe es "creer lo que no vemos". Se nos pedía el asentimiento de la razón a las verdades de fe, a los dogmas. Pero el "asentimiento intelectual" a las verdades confesadas resultaba frío y "sin unción".  Por ello, el Vaticano II se hará eco de toda una línea de renovación teológica (que debe mucho al filósofo Blondel, y que se desarrolla en Rousselot, Mouroux, el Cardenal Newman...),  que vuelve a ensamblar ambas dimensiones  - la fe personal y la fe afirmativa- como aspectos inseparables del mismo acto de creer.

        "Por la fe, nos dice, el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece 'el homenaje total de su entendimiento y voluntad', asintiendo libremente a lo que Dios revela". [7]

        Concluyendo, podemos decir que la fe de la que vamos a hablar no tiene nada que ver con ese sentido débil de no-saber, de "sospechar con algún fundamento". Cuando hablamos de fe en Dios nos referimos a un encuentro personal y siempre abierto con el Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo. Un encuentro que se renueva sin cesar y que nos lleva a entregarnos a Dios llenos de confianza -credere in Deum- y a escucharle -credere Deo- , [8] aceptando ser verdadero cuanto nos ha revelado - credere Deum. [9] Lejos de ser una sospecha fundada, la fe es un encuentro entre personas que fundamenta nuestra vida y que nos ilumina el misterio del mundo y del hombre. [10]

Rvdº.P. Juan Antonio Paredes Muñoz



[1] Porta Fidei, n. 2
 [2] En realidad no pretendo hablar sólo de la fe sino que me limitaré a dar algunas pinceladas que considero necesarias para abordar las cuestiones que iré planteando después. En este capítulo me considero deudor en medida desigual de AA.VV., Hacia una teología de la fe (Santander 1970); M.D.CHENU, La fe en la inteligencia (Barcelona 1964); W.KASPER, La fe que excede todo conocimiento (Santander 1988); J.MOUROUX, Yo creo en ti (Barcelona 1964); B.WELTE, ¿Qué es creer? (Barcelona 1984).
[3] SAN AGUSTIN, In Johannis Evangelium 29,6.
 [4]  SAN CIRILO DE JERUSALEN, Catequesis 5 (Sobre la fe y el símbolo,n 10-11). PG 33,519.
 [5] SAN CIRILO DE JERUSALEN, Catequesis 5 (Sobre la fe y el símbolo, n 10) PG 33, 518.  [6] D. 1789.   [7] Dei Verbum 5. [8] Estos dos aspectos, inseparables, constituyen lo que hemos llamado fe personal.  [9] A esta dimensión la hemos denominado fe objetiva y es el contenido de la fe afirmativa, de la confesión de fe. O sencillamente, el contenido del Credo. [10] Cfr. H.FRIES, Teología Fundamental (Barcelona 1987), pgs. 24-32. También M. SECKLER, Fe, en H.FRIES, Conceptos Fundamentales de la Teologia (Madrid 1979, 2ª edic.) I, pgs. 562-581.

sábado, 20 de octubre de 2012

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 21 DE OCTUBRE, 29º DEL TIEMPO ORDINARIO

Actitud de servicio

Marcos 10.35-45       En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:
«Maestro, queremos que hagas lo que te vanos a pedir».
   Les preguntó: «¿Qué queréis que haga por vosotros?».
Contestaron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha Y otro a tu izquierda».
   Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?».
   Contestaron: «Lo somos».
Jesús les dijo: «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado». Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.
   Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los que son  reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes  los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos».
Otras lecturas: Isaías 53.10-11; Salmo 32; Hebreos 4.14-16

LECTIO:
   Como buen maestro, Jesús aprovecha cualquier oportunidad para enseñar a sus discípulos. La petición de Santiago y Juan suscita el tema del poder y la autoridad. Los
dos discípulos piden ocupar los puestos más significativos, a la derecha y a la izquierda del trono de Jesús, cuando se instaure su Reino. Era una solicitud insensata y ponía de manifiesto su mentalidad inmadura. Pero Jesús se tomó muy en serio la petición porque revelaba una actitud errónea respecto al poder, que no tiene cabida en el Reino de Dios.
   Jesús les pregunta si están dispuestos a soportar los sufrimientos a los que va a enfrentarse él. Al punto, responden que sí. Jesús utiliza dos imágenes para expresar los padecimientos que le esperan: la copa amarga y el bautismo. Y les confirma que experimentarán realmente el mismo tipo de sufrimiento que él, pero eso no significa que se les vaya a conceder lo que le piden. Sólo Dios Padre decide quien se sentará al lado de Jesús.
   Los otros se enojan y surgen los celos. Así que Jesús reúne a todo el grupo para hablarles. Les explica que en el Reino el poder no significa dominio sobre los demás. El poder ha de expresarse como servicio a la comunidad o a los individuos. Nuestras acciones deberían ayudar a las personas a encontrarse con Jesús para recibir su redención.
   Quienes ejercen el poder en la comunidad necesitan sabiduría y madurez espiritual para garantizar que utilizan su poder para servir a aquellos sobre los que están bajo su responsabilidad. Los cristianos con autoridad en cualquier ámbito de la vida –la familia, el trabajo, la sociedad– deberían seguir el ejemplo de Jesús mediante una actitud de servicio.

MEDITATIO:
¿Qué movió a los dos hermanos a pedirle a Jesús los puestos mejores? ¿Y por qué se sintieron tan celosos los demás discípulos?
¿Qué opinas de las palabras de Jesús sobre el servicio? ¿Cuál es tu actitud respecto a servir a los demás? ¿Te sale espontáneamente o te resulta difícil ponerlo en práctica?
¿Qué necesitamos sacrificar para servir a los demás?

ORATIO:
   Pídele a Dios que te conceda una actitud de servicio hacia los demás como la de Jesús.
Con espíritu de oración léete entero el Salmo 32. Elige uno o dos versos cada día para meditarlos y presentárselos a Dios en la oración.

CONTEMPLATIO:
   Isaías 53.10-11 es un cántico sobre el siervo de Dios, Jesús el Mesías, y sobre el sufrimiento que soportará para que nuestros pecados sean perdonados.
   Hebreos 4.14-16 nos ofrece una promesa increíble. Gracias a Jesús, podemos atrevernos a acercarnos al trono de Dios y recibir la gracia y la misericordia ‘en la hora de la necesidad’.