TIEMPO LITÚRGICO

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miércoles, 25 de julio de 2012

SAN JOAQUÍN Y SANTA ANA, EL VALOR DE LA ANCIANIDAD
Beato Juan Pablo II, Papa

Amadísimos hermanos y hermanas:

   Mañana la liturgia celebrará la memoria de san Joaquín y santa Ana, a quienes la tradición, que se remonta al evangelio apócrifo de Santiago, venera como padres de la santísima Virgen María. Esta circunstancia me impulsa a decir algunas palabras sobre la ancianidad y su valor …
   La así llamada «tercera edad» es, ante todo, un valor en sí, por el hecho de la vida que se prolonga, y la vida es don de Dios. Además, es portadora de «talentos» peculiares, gracias al patrimonio de experiencias, conocimientos y enseñanzas que atesora el anciano. Por eso, en todas las culturas la ancianidad es sinónimo de sabiduría y equilibrio. Con su misma presencia, la persona anciana recuerda a todos, y en especial a los jóvenes, que la vida en la tierra es una «parábola», con su comienzo y su fin: para alcanzar su plenitud, ha de referirse a valores sólidos y profundos, no efímeros y superficiales.
   En las sociedades con un gran desarrollo industrial y tecnológico, la condición de los ancianos es ambivalente: por una parte, están cada vez menos integrados en el entramado familiar y social; pero, por otra, su papel se vuelve cada vez más importante, sobre todo para el cuidado y la educación de los nietos. En efecto, los matrimonios jóvenes encuentran en los «abuelos» una ayuda a menudo indispensable.
   Así pues, por un lado, el anciano es marginado, y, por otro, es buscado. Todo esto muestra el desequilibrio típico de un modelo social dominado por la economía y el lucro, que tiende a perjudicar a las clases «no productivas», considerando a las personas más por su utilidad que por sí mismas.
En el umbral del Nuevo Testamento, precisamente san Joaquín y santa Ana preparan la venida del Mesías, acogiendo a María como don de Dios y ofreciéndola al mundo como inmaculada «arca de la salvación». A su vez, según el evangelio apócrifo de Santiago, luego son acogidos y venerados por la Sagrada Familia de Nazaret, que se convierte así en modelo de amorosa asistencia con respecto ellos.
   Imploro a san Joaquín y a santa Ana y, sobre todo, a su excelsa Hija, la Madre del Salvador, inteligencia de amor para los ancianos, a fin de que en nuestra sociedad «la familia sepa conservar, revelar y comunicar el amor» (cf. Familiaris consortio, 17).

   Oración: Señor, Dios de nuestros padres, tú concediste a san Joaquín y a santa Ana la gracia de traer a este mundo a la Madre de tu Hijo; concédenos, por la plegaria de estos santos, la salvación que has prometido a tu pueblo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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