ENERO 2022
«Vimos su
estrella en el Oriente y hemos venido a adorarlo» (Mt 2, 2).
Estas palabras, que solo recoge el
Evangelio de Mateo, las pronuncian unos «sabios» que han llegado desde
lejos a hacer una visita bastante misteriosa al niño Jesús. Es un grupo pequeño que
emprende un largo camino siguiendo una pequeña luz, en busca de una Luz más
grande, universal: el Rey que ya ha nacido y está presente en el mundo. De
ellos no sabemos más, pero este episodio está lleno de motivos para la
reflexión y la vida cristiana.
Ha sido elegido y
propuesto en este año por los cristianos de Oriente Próximo para celebrar la «Semana
de oración por la unidad de los cristianos»[1], una ocasión preciosa
para volver a ponemos en camino juntos, abiertos a la acogida recíproca, pero
sobre todo al designio de Dios de ser testigos de su amor para todas las
personas y pueblos de la tierra.
«Vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarlo».
Esto dicen los cristianos de Oriente
Próximo en el documento que acompaña a las propuestas para esta Semana de
Oración: «[…] la estrella que apareció en el cielo de Judea constituye un signo
de esperanza largamente esperado, que lleva a los Magos -y en ellos, en
realidad, a todos los pueblos de la tierra- al lugar donde se manifiesta el
verdadero Rey y Salvador. La estrella es un don, un signo de la presencia
amorosa de Dios para toda la humanidad. [...] Los Magos nos revelan la
unidad de todos los pueblos deseada por Dios. Viajan desde países
lejanos y representan culturas diversas, y sin embargo a todos los empuja el
deseo de ver y conocer al Rey recién nacido; se reúnen en la gruta de Belén
para honrarlo y ofrecerle sus regalos. Los cristianos están
llamados a ser en el mundo un signo de la unidad que Él desea para el
mundo. Aunque pertenezcan a culturas, razas y lenguas distintas, los cristianos
comparten una búsqueda común de Cristo y un común deseo de adorarlo. La misión
de los cristianos es, pues, ser un signo, como la estrella, para guiar a la
humanidad sedienta de Dios y llevarla a Cristo, y para ser instrumento de Dios
para realizar la unidad de todas las gentes»[2]. La
estrella que resplandece para los Magos es para todos, encendida ante todo en
lo profundo de la conciencia que se deja iluminar por el amor. Todos podemos
agudizar la mirada para descubrirla, ponemos en camino para seguirla y alcanzar
la meta del encuentro con Dios y con los hermanos en nuestra vida cotidiana,
para compartir con todos nuestras riquezas.
«Vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarlo».
Honrar a Dios es
fundamental para reconocernos ante Él tal como somos: pequeños, frágiles,
siempre necesitados de perdón y misericordia y, por ello, sinceramente
dispuestos a la misma actitud para con los demás. Este honor, debido solo a
Dios, se expresa plenamente en la adoración.
Podemos dejarnos ayudar por estas palabras
de Chiara Lubich: «[...] ¿Qué significa "adorar" a Dios? Es una
actitud que se dirige solo a Él. Adorar significa decirle a Dios: "Tú eres
todo”; es decir: "Eres el que es"; y yo tengo el inmenso privilegio
de vivir para reconocerlo. [...] significa también [...]: "Yo soy nada”. Y no decirlo solo con
palabras. Para adorar a Dios hace falta anularnos nosotros y hacer que triunfe
Él en nosotros y en el mundo. [...] Pero el camino más seguro para llegar a
la proclamación existencial de nuestra nada y el todo de Dios es totalmente
positivo. Para anular nuestros pensamientos no tenemos más que pensar en Dios y
tener sus pensamientos, que se nos revelan en el Evangelio. Para anular nuestra
voluntad no tenemos más que cumplir su voluntad, que se nos indica en el
momento presente. Para anular nuestros afectos desordenados basta con tener en
el corazón el amor a Él y amar a nuestros prójimos compartiendo sus ansias, sus
penas, sus problemas, sus alegrías. Si somos "amor" siempre, sin que
nos demos cuenta seremos nada por nosotros mismos. Y viviendo nuestra nada,
afirmamos con la vida la superioridad de Dios, que Él es todo, y así nos
abrimos a adorar verdaderamente a Dios»[3].
«Vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarlo».
Podemos adoptar las conclusiones de los
cristianos de Oriente Próximo: «Después de haber conocido al Salvador y haberlo
adorado juntos, los Magos, prevenidos en sueños, regresaron a sus países por
otro camino. Del mismo modo, la comunión que compartimos en la oración común
debe inspirarnos a volver a nuestras vidas, a nuestras Iglesias y al mundo
entero recorriendo nuevos caminos. [...] Ponerse al servicio del Evangelio
requiere hoy el esfuerzo de defender la dignidad humana, sobre todo de los más
pobres, los más débiles y los marginados. [...] El camino nuevo para las
Iglesias es el camino de la unidad visible, que perseguimos con sacrificio,
coraje y audacia, de modo que, día tras día, "Dios sea todo en todos"
(1 Co 15,28)[4]».
Leticia
Magri
[1]La fecha tradicional para celebrar la "Semana de oración por la
unidad de los cristianos» es del 18 al 25 de enero en el hemisferio norte. En
el hemisferio sur, ya que enero es tiempo de vacaciones, las Iglesias celebran
la Semana de Oración en otras fechas, por ejemplo, en Pentecostés, época
igualmente simbólica para la unidad de las Iglesias. Es también una invitación
a mantener vivo el compromiso del diálogo ecuménico durante todo el año.
[3] C.
LUBICH, "Palabra de vida», febrero de 2005: Ciudad Nueva n. 417 (212005),
22-23.
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