TIEMPO LITÚRGICO

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domingo, 5 de diciembre de 2021

DOMINGO II DE ADVIENTO (5 de diciembre)


     Una de las figuras del Adviento, san Juan Bautista, precursor del Mesías, predica un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, cumpliendo la profecía de Isaías: «En el desierto preparad el camino del Señor, allanad sus senderos» (Ev.). El Adviento es, pues, un tiempo de conversión, durante el que nos preparamos interiormente para que cuando el Señor venga nos encuentre limpios e irreprochables (cf. 2 lect.). Es un tiempo de experimentar la misericordia de Dios, que nos hace volver a gozar de su esplendor, dejando atrás la oscuridad de nuestros pecados (cf. 1 lect.).

     Y así podremos cantar: «El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres» (sal. resp.). Vigilemos para que los afanes de este mundo no nos impidan nuestro encuentro con Cristo (1.ª orac.).

San José y la Alegría

     Estoy convencido de que uno de los problemas mayores de nuestro tiempo es que nuestra forma de vida crea un continuo desapego del mundo. Construimos casas para ser anónimos e indiferentes a los demás. La filosofía que se expande es fácil de comprender: solo si tienes, eres feliz. La felicidad no consiste en ser sino en tener, e incluso aparentamos lo que no tenemos; la felicidad no consiste en mejorar sino en tener cada día más. José tuvo que renunciar a sus sueños para quedarse sin nada de lo que su mundo le ofrecía. Tuvo que elegir si seguía el sueño de Dios o no. Ya había elegido repudiar en secreto, asumir a María, pero repudiarla dentro de sí. Sin embargo, Dios le pide que no repudie, que asuma en su totalidad y para eso tiene que ser y no puede tener. José eligió ser. Pobre, pero ser sin apariencias. Pobre pero lleno de alegría. José pudo elegir porque su corazón estaba libre de cosas y sueños individuales. No quería poseer, sino que habitaba en la generosidad y la libertad de un amor entregado. La pobreza me lleva a no poseerme sino a desposeerme y renunciar para ser vida.

     José vivió la radical pobreza evangélica. Fue testimonio ante todos de la acción de Dios en medio de ellos. No fue comprendido, ni posiblemente acompañado, pero no se apartó de la pobreza que le hizo fiel a Dios. Deberíamos aprender en nuestra vida que somos un testimonio vivo y radical de que el ser humano no es un cliente sino una persona estimulada y con capacidad para descubrir el sueño que Dios tiene sobre cada uno de nosotros. Estamos llamados en cualquier condición, sea de necesidad o de persecución, a la Alegría.

Mons. Jesús Rodríguez Torrente, asistente eclesiástico de ACN España



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