« PERMANECED EN MI AMOR…»
Jn.15.
9-17
«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi
amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo
he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado
de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a
plenitud.
Este es mi
mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más
grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si
hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo
que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi
Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis
elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis
fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi
nombre os lo dé. Esto os mando: que os
améis unos a otros».
Otras Lecturas: Hechos 10,25-26.34-35.44-48; Salmo 97; 1Juan 4,7-10
El Evangelio de este
domingo, como toda la vida y el mensaje de Jesús, está
dominado por palabras que tienen una raíz común: amar (5
veces), amor (4
veces), amigo (3
veces). ¿No ha sido, acaso, el amor y la amistad lo que Jesús ha venido a
recordar, a profundizar, a llevar a su plenitud? El amor es
la quintaesencia del cristianismo, por eso la revelación de Jesús
nos ha desvelado el rostro amable y amante de Dios. No será
el “dios tremendo”, vengativo y justiciero, ocupado y preocupado de la Gran
Disciplina, sino que el Dios del que Jesús nos hablará, siendo Él mismo la
Palabra y la manifestación, es un Dios que tiene entrañas
de misericordia (Lc 1,78),
que se ha hecho camino y acompañante (Lc 24,13ss), que
es como un pastor bondadoso (Jn 10),
como un padre que espera siempre la vuelta de sus hijos pródigos (Lc
15),
que ofrece el perdón incluso cuando ya se está casi fuera de tiempo, como con
el buen ladrón (Lc 23,39-43). Como
el Padre me ha amado, así os he amado yo; como os he amado
yo, amaos entre vosotros. Y así hasta el final, hasta dar la vida (Jn
15,9.12). (+ Fr. Jesús Sanz
Montes, ofm. Arzobispo de
Oviedo).
MEDITATIO:
En este tiempo pascual, la
Palabra de Dios continúa indicándonos estilos de vida coherentes para ser la
comunidad del Resucitado. El Evangelio de hoy presenta el mandato
de Jesús: «Permaneced en mi amor». Permanecer en el amor de
Jesús. Habitar en la corriente del amor de Dios es la condición para hacer que
nuestro amor no pierda por el camino su ardor y su audacia. También nosotros,
como Jesús y en Él, debemos acoger con gratitud el amor que viene del Padre y
permanecer en este amor, tratando de no separarnos con el egoísmo
y el pecado. Es un programa arduo pero no imposible. (Papa
Francisco)
¿Cómo hacer para que este
amor que el Señor resucitado nos dona pueda ser compartido por los demás? En
más de una ocasión Jesús ha indicado quién es el otro a quien
hay que amar, no con palabras, sino con los hechos. Es
aquel que encuentro en mi camino y que, con su rostro y su historia, me
interpela; es aquel que, con su misma presencia, me impulsa a salir de mis
intereses y de mis seguridades; es aquel que espera mi disponibilidad a
escuchar y a hacer una parte de camino juntos. Disponibilidad hacia cada hermano
y hermana, sea quien sea y en cualquier situación que se encuentre,
empezando por quien está cerca de mí en
la familia, en la comunidad, en el trabajo, en la escuela... De
esta manera, yo permanezco unido a Jesús, su amor puede
alcanzar al otro y atraerlo a sí, a su amistad… (Papa
Francisco)
Señor, hoy me llamas a permanecer en tu
amor, a actuar y ser como Tú, a asumir tu estilo de vida. Derrama tu gracia
sobre mí, para amar y actuar como Tú.
como Yo os he amado… hasta el final…
dando todo, sin esperar nada a cambio…
«Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor»
Jesús
tenía que preparar su relevo, la adecuada transmisión a
sus discípulos de aquello que el Padre le encargó a Él, para lo que nació
humanamente y por lo que inhumanamente murió. La liturgia nos está permitiendo
asomarnos a este momento de transmisión suprema, y tanto
el Evangelio del domingo pasado como el de esta semana, nos dan el apretado
mensaje del testamento de Jesús como inmediata preparación
de la solemnidad que celebraremos el próximo domingo: la Ascensión […]
La elección de Jesús no es para formar
parte de un partido, secta o club, sino para dar fruto duradero (Jn
15,16). Él quiere que esa dinámica creadora que
tiene su origen en el amor del Padre (Benedicto
XVI),
vaya
adentrándose en las venas de la tierra, en las entrañas
de la historia, para generar la civilización del amor (Pablo
VI),
la
cultura del amor (Juan Pablo II). Y
porque esto es lo que anida en nuestro corazón como inapagable e incensurable
deseo, cuando esta nueva civilización y cultura que emergen del amor cristiano
tiene lugar en algún sitio, entonces la alegría de Jesús está en los hombres,
llega a plenitud (Jn 15,11). Y así sucedió con
el paso de los primeros cristianos: que la ciudad se llenó de alegría (Hch
8,8).
Es esto lo que deseamos para todos los pueblos, sea cual sea su tristeza, su
mordaza o su corrupción: poder amarse con aquel amor de Dios que Jesús nos dejó
como testamento y quehacer. (+ Fr. Jesús Sanz
Montes, ofm. Arzobispo de
Oviedo).
■… para
que podáis caminar y progresar siempre hacia lo mejor y dar fruto para Dios; os
he dado una confianza tan grande, de modo que todo lo que pidáis en mi nombre,
estad seguros que lo recibiréis. Por eso, si seguís las huellas que os he
señalado con mis palabras y con mi manera de actuar, si estáis llenos de aquel
espíritu que conviene a los verdaderos y legítimos discípulos, no debéis
contemporizar esperando que alguien venga por sí mismo a la fe y al culto de
Dios, sino que debéis ofreceros como guías a los que todavía no conocen a Dios
y están en el error, o aún no han espontáneamente aceptado la predicación de la
salvación. (San Cirilo de
Alejandría)
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