«…FUE
LLEVADO AL CIELO Y SE SENTÓ A LA DERECHA DE DIOS»
Mc. 16.
15-20
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la
creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será
condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en
mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben
un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y
quedarán sanos».
Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a
la derecha de Dios. Ellos se fueron a predicar por
todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.
Otras Lecturas: Hechos 1,1-11; Salmo 46; Efesios 1,17-23
LECTIO:
Después de su resurrección, Jesucristo se
fue apareciendo a las mujeres, a los apóstoles y demás discípulos para
confirmarles en la certeza de la resurrección [...] A los cuarenta días,
desapareció de su vista subiendo al cielo a la vista de ellos, encomendándoles
el mandato misionero: “Id y haced discípulos de todos los pueblos” (Mt
28,19).
La ascensión del Señor señala dos direcciones
importantes para la Iglesia, para la comunidad de sus discípulos. Por una
parte, nos señala la meta y el camino de nuestra vida para llegar a la plenitud, que es el cielo. Y por
otra,
nos señala claramente cuál es la misión de la Iglesia: ir al mundo entero y
predicar el Evangelio para incorporar a todos a esta familia en la que Dios es
nuestro Padre y nosotros somos hermanos.
Es una fiesta para renovar nuestro compromiso misionero, de manera que todos sepan, conozcan y experimenten este amor de Dios que en Cristo se nos ha revelado. La fiesta de la ascensión nos sitúa en la preparación inmediata a la venida del Espíritu Santo en Pentecostés… (+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba)
MEDITATIO:
El evento de la
Ascensión viene inmediatamente después de la misión que Jesús confía a sus
discípulos. Una misión sin confines, —es decir,
literalmente sin límites— que supera las fuerzas humanas. Jesús, de hecho dice:
«Id
por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación».
Parece de verdad demasiado audaz el encargo que Jesús confía a un pequeño grupo
de hombres sencillos y sin grandes capacidades intelectuales. Sin embargo, esta
reducida compañía, irrelevante frente a las grandes potencias del mundo, es
invitada a llevar el mensaje de amor y de misericordia de Jesús a cada rincón
de la tierra. (Papa
Francisco)
La misión confiada por Jesús
a los apóstoles ha proseguido a través de los siglos, y
prosigue todavía hoy: requiere la colaboración de todos nosotros. Cada
uno, en efecto, por el bautismo que ha recibido está habilitado por su parte
para anunciar el Evangelio. La Ascensión del Señor al cielo, mientras inaugura
una nueva forma de presencia de Jesús en medio de nosotros, nos pide que
tengamos ojos y corazón para encontrarlo, para servirlo y para testimoniarlo a
los demás. Se trata de ser hombres y mujeres de la Ascensión, es
decir, buscadores de Cristo a lo largo de los caminos de nuestro tiempo,
llevando su palabra de salvación hasta los confines de la tierra. (Papa Francisco)
ORATIO:
Hazte presente, Señor, en nuestros grupos
y comunidades… Hazte presente, Señor, en mi vida para que proclame sin miedo tu
mensaje de amor, de justicia, de verdad, de misericordia…
Camina,
Señor, conmigo; ...
Hazme
nuevo en la donación, alegre en la entrega,
gozo
desbordante al dar la vida al gastarla en tu servicio.
«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación»
La misión de Jesús, después
de su resurrección se prolonga en la misión de sus discípulos, a
los cuales entrega el testigo del encargo que recibiera Él de su Padre: ir a
todo el mundo, a toda la creación, y anunciar la Buena Noticia. Les constituye
en prolongación de lo que Él empezó a decir y a manifestar en Galilea, y que
ellos llevarán hasta los confines últimos. Y harán esos signos que evocan el
mundo nuevo esperado por los profetas que el mismo Jesús había ya manifestado.
Nosotros, que en este domingo celebramos
la ascensión del Señor, somos precisamente los destinatarios de esta escena que
ahora contemplamos. Él nos encarga su misión, nos hace misioneros
de su Buena Noticia enseñando lo que nosotros hemos aprendido,
narrando lo que a nosotros nos ha acontecido, lo que nos ha devuelto la luz y
la vida, lo “que hemos visto y oído” (1Jn 1,3),
como decían los primeros cristianos […] Jesús
y su Evangelio son siempre un tema pendiente, y a nosotros se nos ha confiado
su anuncio y su acercamiento real al corazón de la vida. (+ Fr. Jesús Sanz
Montes, ofm. Arzobispo de
Oviedo).
■… La Iglesia, pues, diseminada, como hemos dicho, por el mundo entero, guarda diligentemente la predicación y la fe recibida, habitando como en una única casa; y su fe es igual en todas partes, como si tuviera una sola alma y un solo corazón, y cuanto predica, enseña y transmite, lo hace al unísono, como si tuviera una sola boca. Pues, aunque en el mundo haya muchas lenguas distintas, el contenido de la tradición es uno e idéntico para todos. (S. Ireneo de Lyon)
Jesús resucitado sube al cielo y está sentado a la derecha del Padre. La Ascensión es también nuestro triunfo, porque donde ha entrado nuestra cabeza que es Cristo, esperamos entrar nosotros que somos su cuerpo.
ResponderEliminarSu subida es para estar más cerca de nosotros. Se ha ido a prepararnos una morada en el cielo. Su amor es siempre el que nos eleva y nos asciende.
Se subraya que Él sigue con nosotros hasta el final de los tiempos. Su locura es estar con nosotros y curar las heridas que nos deja la vida.
Marcos subraya el mandado de ir al mundo entero y proclamar el Evangelio a toda la creación. Asciende para quedarse más cerca. Resucitado con su humanidad, con su corazón vivo, es el único Mediador entre Dios y los hombres y sentado a la derecha del Padre intercede por cada uno de nosotros.
+ Francisco Cerro Chaves - Arzobispo de Toledo