TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 13 de febrero de 2021

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 14 DE FEBRERO DEL 2021, 6º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo de Toledo. Primado de España)

«QUIERO: QUEDA LIMPIO»

 

Mc. 1. 40-45

 

     En aquel tiempo, se acercó un leproso a Jesús, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme». Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero: queda limpio». La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».

    Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.

 Otras Lecturas: Levítico 13,1-2.44-46; Salmo 31; 1 Corintios 10,31-111.1

 LECTIO:

     El Evangelio de este domingo VI del tiempo ordinario nos narra el encuentro de Jesús con un leproso en los umbrales de su vida pública. Para la sociedad de tiempos de Jesús, la lepra era consideraba como castigo del pecado. Era la enfermedad más terrible puesto que entonces era incurable. El leproso vivía alejado de la sociedad en cuevas y descampados, fuera del mundo de los sanos. La lepra era «primogénita de la muerte» (Job 18,13). Por esta razón, en el mundo rabínico curar a un leproso era lo mismo que resucitar a un muerto, cosa que sólo Dios podía hacer. (Num 12,1-16) Jesucristo, puede curar la lepra porque es el Hijo de Dios. Así lo entiende el leproso, que se arrodilla ante Jesús con esta súplica llena de humildad y de confianza: Si quieres, puedes limpiarme.

     El acercamiento del leproso a Jesús es sumamente audaz. La Ley de Moisés mandaba excluir a los leprosos de la comunidad. Así lo ordenaba el libro del Levítico: El enfermo de lepra andará con la ropa rasgada y la cabellera desgreñada, con la barba tapada y gritando: «¡Impuro, impuro!». Mientras le dure la afección, seguirá siendo impuro. Es impuro y vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento (Lev 13,45-46). Jesús no rechaza al leproso, ni confirma su exclusión de la sociedad. Como nos dice san Marcos, «compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo: ‘Quiero, queda limpio’» (Mc 1,41).

     Los gestos que realiza Jesús nos muestran su humanidad. Jesús no es un teórico de la caridad ni un diletante. Ante el leproso se conmueve. El evangelista Marcos nos da un detalle sumamente importante: Jesús antes de curar al leproso, lo toca. ¡Cuánto tiempo haría que aquel leproso no sentía el contacto cálido de la mano de otra persona! Antes de restaurar su cuerpo enfermo, al tocar al leproso Jesús incluye en su afecto a aquel excluido, establece una relación personal con él y restaura sus relaciones sociales. ¡Quién sabe si a partir de entonces el leproso recién curado se convierte en uno de los seguidores de Jesús! Es un gesto muy común en sus curaciones. Jesús toma de la mano a la suegra de Pedro (Mt 8,15) y a la hija de Jairo (Mt 9,25) antes de sanarlas. Él acaricia los ojos de los ciegos para darles la vista (Mt 20,34). Es seguro que nosotros nunca podremos sanar a nuestros semejantes como Jesús, pero sí podemos tocar, incluir y mostrar afecto. (+ Juan José Asenjo Pelegrina - Arzobispo de Sevilla)

 MEDITATIO:

     «Si quieres, puedes limpiarme». Al oír eso, Jesús sintió compasión. Es muy importante fijar la atención en esta resonancia interior de Jesús… No se entiende la obra de Cristo, no se entiende a Cristo mismo si no se entra en su corazón lleno de compasión y de misericordia. Es esta la que lo empuja a extender la mano hacia aquel hombre enfermo de lepra, a tocarlo y a decirle: «Quiero; queda limpio». El hecho más impactante es que Jesús toca al leproso, porque aquello estaba totalmente prohibido por la ley mosaica. Tocar a un leproso significaba contagiarse también dentro, en el espíritu, y, por lo tanto, quedar impuro. Pero en este caso, la influencia no va del leproso a Jesús para transmitir el contagio, sino de Jesús al leproso para darle la purificación. (Papa Francisco)

   Ninguna enfermedad es causa de impureza: la enfermedad ciertamente involucra a toda la persona, pero de ningún modo afecta o le inhabilita para su relación con Dios. De hecho, una persona enferma puede permanecer aún más unida a Dios. En cambio, el pecado sí que te deja impuro. El egoísmo, la soberbia, la corrupción, esas son las enfermedades del corazón de las cuales es necesario purificarse, dirigiéndose a Jesús como se dirigía el leproso: «Si quieres, puedes limpiarme». (Papa Francisco)

     Ahora, cada uno puede pensar en su corazón, mirar dentro de sí y ver las propias impurezas, los propios pecados. Y cada uno de nosotros con la voz del corazón decir a Jesús: «Si quieres, puedes limpiarme». «Si quieres, puedes limpiarme». (Papa Francisco)

 ORATIO:

     Cristo, tú has santificado el dolor humano con tu vida y con tu Palabra... y nos has asegurado: «Tened ánimo, nadie os podrá arrebatar esta gloria eterna». Lo creemos, Jesús. Pero ayúdanos a seguir adelante en las muchas tribulaciones y cansancios cotidianos.

 

Vengo ante Ti como el leproso, necesito de tu gracia.

Tócame y sáname de todas mis limitaciones: de mi egoísmo, 

de mi soberbia, de mi vanidad, de mi indiferencia.

 CONTEMPLATIO:

     Sigue Marcos presentándonos estos primeros pasos de Jesús. El Señor va desgranando a través de la enseñanza y de los signos su gran objetivo: anunciar el Reino de Dios… Vemos cómo Jesús salta las barreras sociorreligiosas (escucha al leproso, atiende al marginal, toca al intocable, y compasivo, le cura). Preside la misericordia entrañable de esa luz de Dios que vino a disipar toda oscuridad. Y termina el relato con la “desobediencia” de este hombre a la advertencia de Jesús de no decírselo a nadie: comunicará a todos, y con gran fuerza, lo que a él le había ocurrido, haciendo del hecho una proclamación o predicación, es decir, lo mismo (se emplea el mismo verbo) que hacía Jesús por toda Galilea.

     Esto es algo que siempre ha sucedido en la historia de la salvación cristiana: cuando alguien ha sido tocado por la Gracia liberadora del Señor, el testimonio es imparable, sin pose ni fingimiento, como les pasó a los primeros discípulos que vieron a Jesús, que al encontrar a Simón le dirán: “hemos visto al Mesías”… La pregunta que nos hacemos ante tantos otros leprosos y tantas otras lepras modernas (soledad, depresión, ateísmo, secularización, hambre, injusticia, guerra, sida...), es cómo podría tocar hoy Jesús toda esta realidad. Y la respuesta que nos da la historia cristiana es siempre la misma: con nuestras manos. No hay otras manos. Así lo dispuso Él.  (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm. Arzobispo de Oviedo).

 

 

   Si nuestro Señor Jesucristo no hubiera curado todas las pasiones del hombre, pues para eso había venido, no habría subido a la cruz. En efecto, antes de venir nuestro Señor en la carne (Timoteo 3,16)el hombre estaba cojo, tullido, ciego, sordo, leproso, paralítico, estaba muerto por todo lo que está en contra de la naturaleza; pero cuando nuestro Señor Jesús vino, tuvo misericordia y vino por nosotros, resucitó al muerto, hizo ver al ciego, hablar al mudo, oír al sordo, enderezó al tullido, hizo andar al cojo, purificó al leproso, levantó al paralítico, y resucitó al hombre nuevo (Efesios 4,24)libre de toda enfermedad, y entonces subió a la cruz. (Isaías de Gaza)

1 comentario:

  1. Jesús nos invita a seguirle, a pasar como Él haciendo el bien, curando de la enfermedad de la lepra, que no nos deja vivir a tope la vida con Dios.
    Un leproso se acerca a Jesús y se pone de rodillas para pedirle su curación. Si quieres puedes limpiarme. Preciosa oración.
    El milagro se realiza. Jesús cura contando con la humildad de nuestra pobreza y nuestra enfermedad. Hay que vivir al aire de Jesús. Sembrando la salud plena… Y cuando descubrimos que hemos sido curados no podemos callarlo y se lo contamos, como estos leprosos, a todo el mundo.

    + Francisco Cerro Chaves - Arzobispo de Toledo
    Primado de España

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