TIEMPO LITÚRGICO
martes, 28 de diciembre de 2021
miércoles, 22 de diciembre de 2021
ANTÍFONAS DE ADVIENTO O ANTÍFONAS MAYORES
4.-¡Oh Llave de David! y Cetro de la casa de
Israel; que abres y nadie puede cerrar; cierras y nadie puede abrir: ven y libra
a los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
O Clavis David, et sceptrum domus
Israel; qui aperis, et nemo claudit; claudis, et nemo aperit: veni, et educ
vinctum de domo carceris, sedentem in tenebris, et umbra mortis.
Isaías había profetizado:
· «Pondré la
llave de la casa de David sobre su hombro; abrirá, y nadie cerrará, cerrará, y
nadie abrirá.» Is. 22:22
· «Grande es su señorío y la paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo y consolidarlo por la equidad y la justicia, desde ahora y hasta siempre, el celo de Yahveh Sebaot hará eso.» Is. 9:6
5.-¡Oh Sol! que naces de lo alto,
Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia, ven ahora a iluminar a los
que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
O Oriens, splendor lucis aeternae et sol iustitiae: veni et illumina sedentem in tenebris
et umbra mortis.
Isaías había profetizado:
· «El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande. Los que vivían en tierra de sombras, una luz brilló sobre ellos.» Is. 9:1-2
6.-¡Oh Rey de las naciones! y Deseado de
los pueblos, Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo: ven
y salva al hombre, que formaste del barro de la tierra.
O Rex Gentium, et desideratus earum, lapisque angularis, qui facis utraque
unum: veni, et salva hominem, quem de limo formasti.
Isaías había profetizado:
· «Porque una criatura
nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro, y se
llamará su nombre "Maravilla de Consejero", "Dios Fuerte",
"Siempre Padre", "Príncipe de Paz".» Is. 9:5
· «Juzgará entre las gentes, será árbitro de pueblos numerosos. Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra.» Is. 2:4
7.-¡Oh Dios!, rey y legislador nuestro, esperanza
de las naciones y salvador de los pueblos: ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.
O Emmanuel, Rex et legifer
noster, exspectatio Gentium, et Salvator
earum: veni ad salvandum nos, Domine, Deus noster.
Isaías había profetizado:
· «Pues bien,
el Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una doncella está encinta y va
a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel.» Is. 7:14
Unamos a la oración un recogimiento mayor, una
vigilancia más continua; descendamos con más frecuencia al fondo de nuestra
alma, a fin de purificarla y embellecerla
pensando que debe ser la cuna del Niño divino. Sin embargo, la grande preparación
es renunciar al pecado, al pecado
mortal especialmente, pues ¿qué puede haber de común entre el Hijo de María y
un corazón manchado de iniquidades?
Escuchemos a san Carlos exhortando a su
pueblo a santificar el Adviento, y apropiémonos de las palabras del gran
Arzobispo: “Durante el Adviento debemos prepararnos para recibir al Hijo de
Dios que abandona el seno de su Padre para hacerse hombre, y platicar nosotros;
es preciso destinar un poco del tiempo que consagramos a nuestras ocupaciones a
meditar en silencio sobre las preguntas siguientes: ¿Quién es el que viene? ¿De
dónde viene? ¿Cómo viene? ¿Cuáles son los hombres para los que viene? ¿Cuáles
son los motivos y cuál debe ser el fruto de su venida? Cifremos en él nuestras
aspiraciones todas a imitación de los justos y Profetas del Antiguo Testamento
que por tanto tiempo le esperaron, y para abrirle el camino de nuestro
corazón purifiquémonos por medio de la confesión, el ayuno y de la comunión.
domingo, 19 de diciembre de 2021
DOMINGO IV DE ADVIENTO (19 de diciembre)
En María, el Hijo de Dios se hizo hombre para que nosotros, por su Pasión y
cruz podamos llegar a la gloria de la resurrección (cf. 1.ª orac.). Y esto fue
posible gracias a su fe, con la que aceptó obediente el anuncio del ángel:
«Dichosa tú que has creído» (Ev.). Esa obediencia es la que tuvo el Hijo desde
el momento de su encarnación: «Aquí estoy para hacer tu voluntad» (2 lect.).
María, con el Hijo de Dios en su seno, es el arca de la Nueva Alianza que
visita a Isabel. Y con ella nos dirigimos hacia Belén donde nacerá el jefe de
Israel (cf. 1 lect.). El Espíritu Santo sigue haciendo presente a Cristo en la
eucaristía (orac. sobre las ofrendas).
San José y la Acogida
José tenía sus sueños de matrimonio y
familia. También su negocio y su futuro. Curiosamente la primera elección de
José en su primer sueño es elegir acoger la renuncia a sí mismo. La pobreza de
acoger con todas las críticas y la maldad de su familia y vecinos, lo que no es
suyo. Acoger renunciando a lo que más deseaba en su afecto y relacionabilidad y
ser pobre a la mirada de los otros que, abierta o indirectamente, lo despreciaban
en su interior. También hoy es típico hablar del consumo, porque vivimos solicitados, abrumados en la necesidad de
consumir. Nos creamos necesidades artificiales de bienestar que, además, es la vertebración económica de nuestra sociedad
y la llaman el motor de la civilización. Por eso, la producción exige consumo y
si no se da, se estimula y se crea la necesidad. Es una sociedad que no quiere personas, sólo clientes. Esta es nuestra cultura de clientes acelerados que
cada día se superan en sus productos y sin asimilarlos ya están pasados de moda
o dejan de fabricarlos. Vivimos una
cultura contraria a la posibilidad de asimilar y, por lo tanto, de acoger.
José tiene que interpretar el lenguaje de
Dios. Tiene que descubrir,
asimilar el lenguaje de Dios y lo hace. ¿Podríamos nosotros en esta cultura
descubrir el lenguaje de Dios? ¿Los sueños de Dios? José asume la pobreza de no
dominar el tiempo, y se introduce en otro tiempo y ahí comienza su camino de pobreza y de elección. Su
camino de acogida. ¿Y tú, serías
capaz?
Mons. Jesús Rodríguez Torrente, asistente eclesiástico de ACN España
ANTÍFONAS DE ADVIENTO O ANTÍFONAS MAYORES
Las antífonas de Adviento o de la O (así llamadas
porque todas empiezan en latín con la exclamación «O», en castellano «Oh».) son siete, y la Iglesia las canta antes y
después del Magnificat con el Oficio de Vísperas desde el día 17 hasta el día
23 de diciembre. Son un llamamiento al Mesías recordando
las ansias con que era esperado por todos los pueblos antes de su venida, y,
también son, una manifestación del sentimiento con que todos los años, de
nuevo, le espera la Iglesia en los días que preceden a la gran solemnidad del
Nacimiento del Salvador.
Fueron compuestas hacia los siglos
VII-VIII, y se puede decir que son un magnífico compendio de la cristología más
antigua de la Iglesia, y a la vez, un resumen expresivo de los deseos de
salvación de toda la humanidad, tanto del Israel del Antiguo Testamento como de
la Iglesia del Nuevo. Cada antífona empieza por una exclamación, «Oh», seguida
de un título mesiánico tomado del Antiguo Testamento, pero entendido con la
plenitud del Nuevo. Es una aclamación a Jesús el Mesías, reconociendo todo lo
que representa para nosotros. Y termina siempre con una súplica: «ven» y no
tardes más.
Son breves oraciones dirigidas a Cristo Jesús, que condensan el
espíritu del Adviento y la Navidad. La admiración
de la Iglesia ante el misterio de un Dios hecho hombre: «Oh». La comprensión
cada vez más profunda de su misterio. Y la súplica urgente: «ven».
Leídas en sentido inverso las iniciales
latinas de la primera palabra después de la «O», dan el acróstico «erocras», que significa «seré mañana, vendré mañana», que es como la
respuesta del Mesías a la súplica de sus fieles.
1.-¡Oh, Sabiduría!, que brotaste de los
labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín, y ordenándolo todo con
firmeza y suavidad: ven y muéstranos el camino de la salvación.
O Sapientia, quae ex ore Altissimi prodiisti, attingens a fine usque ad finem,
fortiter suaviterque disponens omnia: veni ad docendum nos viam prudentiae.
Isaías había profetizado:
· «Reposará
sobre él el espíritu de Yahveh: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu
de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahveh. Y le inspirará
en el temor de Yahveh.» Is. 11:2-3
· «[...] trazar un plan maravilloso, llevar a un
gran acierto.» Is. 28-29
2.-¡Oh Poderoso Señor!, jefe de la casa de
Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza encendida, y le diste tu Ley
sobre el monte Sinaí! ¡Ven a rescatarnos con el poder de tu brazo.
O Adonai
et dux domus Israel, qui Moysi in igne flammae rubi apparuisti, et ei in Sina
legem dedisti: veni ad redimendum nos in brachio extento.
Isaías había profetizado:
· «Juzgará con
justicia a los débiles, y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra.
Herirá al hombre cruel con la vara de su boca, con el soplo de sus labios
matará al malvado. Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad el cinturón
de sus flancos.» Is. 11:4-5
· «Porque Yahveh es nuestro juez, Yahveh
nuestro legislador, Yahveh nuestro rey: él nos salvará. Is. 33:22
3.-¡Oh Renuevo del tronco de Jesé!, que te alzas
como un signo para los pueblos; ante quien los reyes enmudecen, y cuyo auxilio
imploran las naciones: ven a librarnos, no tardes más.
O Radix Jesse, qui stas in signum populorum, super quem continebunt reges os
suum, quem Gentes deprecabuntur: veni ad liberandum nos, jam noli tardare.
Isaías había profetizado:
· «Saldrá un
vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará.» Is. 11:1
· «Aquel día la
raíz de Jesé que estará enhiesta para estandarte de pueblos, las gentes la
buscarán, y su morada será gloriosa.» Is. 11:10
Jesé era el padre del rey David, y Miqueas había profetizado
que el Mesías provendría de la casa y del linaje de David y que nacería en la
ciudad de David, Belén. Miq. 5:1
(…)
PARA EL DIÁLOGO Y LA MEDITACIÓN
DICIEMBRE
: COMO UN NIÑO
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar
Reflexiones que nos animen y ayuden a encontrarnos con Jesús
sacramentado y descansar en su corazón
… de Niño, que pide cariño y amor, de
la mano de María y José.
RECIBIR EL REINO DE DIOS COMO UN NIÑO
Lucas 2, 12: “Encontraréis
un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”… Mateo 18, 3: “Si
no os hiciereis como niños no entraréis en el reino de los cielos”… Isaías
66 12-13: “Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las
rodillas las acariciarán; como un niño a quien su madre consuela, así os
consolaré yo.”
San Juan
Pablo II, 2 de julio de 1989, nos enseña a ponernos en
manos de María para ser niños:
“El Espíritu ha plasmado la
santa humanidad de Cristo: su cuerpo y su alma, con toda la inteligencia, la
voluntad, la capacidad de amar. En una palabra, ha plasmado su corazón. La
humanidad de Cristo es también obra de la Virgen. El Espíritu plasmó el Corazón
de Cristo en el seno de María, que colaboró activamente con Él
como madre y como educadora. Como
Madre, Ella se adhirió consciente y libremente al proyecto
salvífico de Dios Padre, siguiendo en un silencio lleno de
adoración, el misterio de la vida que en Ella había brotado y se desarrollaba. Como
educadora, Ella plasmó el Corazón de su propio Hijo, introduciéndolo,
junto con San José, en las tradiciones del pueblo elegido, inspirándole el amor
a la ley del Señor, comunicándole la espiritualidad de los
“pobres del Señor”. Ella lo ayudó a desarrollar su inteligencia y seguramente
ejerció influjo en la formación de su temperamento.”
Santa
Teresa del Niño Jesús nos muestra el caminito, en
carta a su Hna. María del Sagrado Corazón, 17 de septiembre de 1896.
“Lo que agrada a Dios
es verme amar mi pequeñez y mi pobreza, es la esperanza ciega que tengo en su
misericordia. He aquí mi único tesoro. Para amar a Jesús, para ser
su víctima de amor, cuanto más débil se es, sin deseos ni virtudes, tanto más
cerca se está de las operaciones de este amor consumidor y
transformante. El solo deseo de ser víctima basta, pero
es necesario consentir en permanecer siempre pobres y sin fuerzas, y
he ahí lo difícil, porque ¿dónde encontrar al verdadero pobre de espíritu? “Hay
que buscarle muy lejos”, dijo el salmista. No dijo que hay que buscarle entre
las grandes almas, sino “muy lejos”, es decir en la bajeza, en la nada. ¡Ah,
permanezcamos, pues, muy lejos de todo lo que brilla, amemos nuestra pequeñez,
deseemos no sentir nada; entonces seremos pobres de espíritu, y
Jesús irá a buscarnos, por lejos que estemos, ¡y nos transformará en llamas de
amor! La confianza, y nada más que la confianza, es la que
debe conducirnos al amor”.
Insiste en el mismo camino a su
hermana Leonia, 12 de julio de 1896:
“Te
aseguro que Dios es mucho mejor de lo que tú crees. Se contenta con una mirada,
con un suspiro de amor. En cuanto a mí, la perfección me parece muy fácil de
practicar, porque he comprendido que no hay que hacer más que ganar a Jesús por
el corazón. Dios se hace mendigo de nuestro amor. Nos
manifiesta que las más pequeñas acciones, hechas por amor, son las que cautivan
su corazón. ¡Ah, si hubiese que hacer grandes cosas, cuánto se nos debería
compadecer! ¡Pero qué felices somos, puesto que Jesús se
deja encadenar por las más pequeñas! ¡Es
tan dulce ayudar a Jesús con nuestros ligeros sacrificios, ayudarle a salvar
las almas que él redimió al precio de su sangre y que sólo esperan nuestro
socorro para no caer en el abismo!”
San Manuel
González nos enseña a acudir al Sagrario para ser
niños. Obras completas 1127-1128:
“Corazón de Jesús
Sacramentado, en oración perpetua ante el Padre celestial,
enséñanos a “hacer todo orando”, esto es, hablando contigo, dándote gusto,
contando con tu misericordia o echándola de menos. Si
heridos y maltrechos de los combates de la tentación, del dolor y del pecado,
nos fuéramos al primer Sagrario que encontráramos y repitiéramos con fe y con
ahínco de humilde confianza al Jesús bueno que allí mora, es decir, si orásemos
en el Sagrario como se oraba en el Evangelio, estemos ciertos de que las
maravillas de curaciones y resurrecciones del Evangelio se repetirían en cada
Sagrario”.
Dejémonos cuidar de San José
como niños, Papa
Francisco, “Patris Corde”: 2 Padre en la
ternura: José vio a Jesús progresar día tras día «en sabiduría, en
estatura y en gracia ante Dios y los hombres» (Lc 2,52). Como hizo el Señor con
Israel, así él “le enseñó a caminar, y lo tomaba en sus brazos: era para él
como el padre que alza a un niño hasta sus mejillas, y se inclina hacia él para
darle de comer” (cf. Os 11,3-4).
Jesús vio la ternura de Dios en José”.
Promesas
del Corazón de Jesús a Santa Margarita M.ª de
Alacoque: “Todos los divinos tesoros
estarán abiertos para ellos”.
Preguntas para
el diálogo y la meditación.
■
En
la vigilia, ¿descanso como un niño en el Corazón de Jesús Sacramentado?
■ ¿Medito la unidad de la
infancia espiritual con la pequeñez de Jesús escondido en el Sagrario?
■ ¿Vivo la intimidad con san
José para crecer en la amistad con Jesús, María y los hermanos?
Oración de abandono del Beato Carlos de Foucauld
Padre
mío, me abandono a Ti.
Haz de mí lo que quieras.
Lo que hagas de mí te lo
agradezco,
estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo.
Con tal que Tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas,
no deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en Tus
manos.
Te la doy, Dios mío,
con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y porque para mí amarte es darme,
entregarme en Tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tu eres mi Padre.
sábado, 11 de diciembre de 2021
Domingo III de Adviento (12 de diciembre)
La
alegría ante la proximidad de la Navidad es la característica de este tercer
domingo de Adviento. Así ya en la ant. de entrada cantamos: «Alegraos siempre
en el Señor; os lo repito: alegraos. El Señor está cerca» (cf. también 2
lect.). Y en la oración colecta pedimos llegar a la Navidad y poder celebrarla
con alegría desbordante. Se trata de una alegría interior, de modo que cuando
llegue el Señor nos encuentre velando en oración y cantando su alabanza (Pf.).
En el Ev., Juan el Bautista nos llama a la conversión, practicando la caridad y
la justicia, para así prepararnos para la llegada del que «nos bautizará con
Espíritu Santo y con fuego». La comunión eucarística nos prepara para las
fiestas que se acercan purificándonos de todo pecado.
San José y la Conversión
Siempre me sorprende cómo tanto en la
anunciación de María, como en la de José, están solos frente al Misterio. María
lo está y José lo está. Porque siempre estamos solos ante las decisiones importantes. Pero es muy
consolador comprobar cómo creer a María es no sufrir daños. Cada Ave María es
un acto de fe y José, como nosotros, se transforma al estar cerca de María.
Sorprende cómo Dios se hace mendigo del sí de José. No sabemos nada
de él. Solo conocemos su relación con el Misterio. Él es importante porque
entra en contacto con él y desde ese
Misterio es invitado a andar donde nunca pensó ir. Así, con lo que
sabe de María y con el sueño debe hacer lo que nunca pensó hacer, elegir lo imposible. Reconocer ese dónde que no es geográfico, que es infinitamente
más profundo: esas son las llamadas que están más dentro de nosotros. Por María, José llega a la profundidad de todo su ser.
Por Ella, desde Dios, sabe que su camino es el camino de la Conversión.
Pero José no es pasivo, no es un soldado
que cumple órdenes, sino que es aquel que realiza el sueño de Dios. Elige realizar el sueño de Dios. Él no dice ni una sola palabra, pero, mientras
consideraba estas cosas, entra en el sueño un ángel y José, con las manos
endurecidas por el trabajo y el corazón ablandado y herido, sabe escuchar los
sueños que lo habitan: porque el hombre correcto tiene los mismos sueños de
Dios. Los sueños de Dios nacen de la conversión. Si quieres soñar el sueño de
Dios sólo puedes convertirte de corazón.
Mons. Jesús Rodríguez Torrente, asistente eclesiástico de ACN España
DEL BLOG DEL OBISPO
DIOS
VIENE
Mi
mensaje de adviento
Es tiempo
de Adviento y
nos recuerda que la Navidad es
Dios que viene para
estar con nosotros. Viene para estar con nosotros, en cada una de nuestras
situaciones; viene para vivir entre nosotros, a vivir con nosotros y en
nosotros; viene a reconciliarnos con Él y entre nosotros y a superar las
distancias que nos dividen y separan.
El Adviento invita a los creyentes a tomar conciencia
de una gran verdad, que «Dios viene». Se trata de una acción que se
realiza siempre: está ocurriendo, ocurre ahora y ocurrirá también en el futuro.
En todo momento «Dios viene».
Despierta, pues, y
recuerda que Dios viene hoy,
ni ayer, ni mañana, sino ahora. El nunca deja de pensar en nosotros y, respetando totalmente
nuestra libertad, desea encontrarse con cada uno y visitarnos; quiere venir,
vivir en medio de nosotros, permanecer en nosotros. Viene porque desea
liberarnos del mal y de la muerte, de todo lo que impide nuestra verdadera felicidad,
Dios viene a salvarnos.
Si los cristianos actuamos coherentemente debemos ayudar a la humanidad a salir al encuentro del Señor que viene. Esto es lo más necesario, pues el nihilismo contemporáneo acaba
con la esperanza del corazón del hombre, y le induce a pensar que dentro de él y en torno a él reina la
nada: nada antes del nacimiento y nada después de la muerte. De este modo, se
nos priva de la profundidad de la vida y todas las cosas se oscurecen, privadas
de su valor simbólico, como si no solo existiese lo material.
El Señor, sin
embargo, nos concede un nuevo tiempo a la humanidad para que todos puedan llegar a conocerlo. En
efecto, Dios nos ama y precisamente por eso quiere que volvamos a él, que
abramos nuestro corazón a su amor y que recordemos que somos sus hijos.
El hombre es un ser que espera, pero ciertamente hay formas distintas de
esperar. La espera puede ser insoportable si después de todo no hay nada.
Nuestro corazón anhela vivir en esperanza porque estamos hechos para la vida
eterna y bienaventurada. “El
Dios que viene» nos invita a salir a su encuentro. Y la Iglesia
grita “Ven, Señor”, porque quiere resistir al mal, a las
seducciones de un mundo egoísta, y a los placeres que ofenden la dignidad
humana y la condición de los pobres. La esperanza marca el camino de la humanidad, pero
para los cristianos está animada por una certeza: el Señor está presente a lo largo de
nuestra vida, nos acompaña y un día enjugará también nuestras lágrimas. Un día,
no lejano, todo encontrará su cumplimiento en el reino de Dios, reino de
justicia y de paz, y sigue ofreciéndonos el don de su amor y de su salvación.
La palabra «Adviento» expresa para nosotros su
relación con Jesucristo: Jesús
es el Rey que ha entrado en esta pobre tierra para visitar a todos y nos invita a participar en la fiesta
de su venida. Dios
está aquí, no se ha retirado del mundo, no nos ha dejado solos, y aunque no podamos verlo o tocarlo como sucede con las cosas
sensibles, él está aquí y viene a visitarnos de muchas y variadas maneras. El Adviento nos
invita a detenernos, en silencio, para captar una presencia. Jesús viene en la historia de la
humanidad para tocar a la puerta de cada hombre de buena voluntad, para ofrecer
a todos el don de la fraternidad, de la concordia y de la paz. Presente entre
nosotros, nos habla de muchas maneras: en la Sagrada Escritura, en el año litúrgico, en los santos, en
los acontecimientos de la vida cotidiana, en toda la creación. Si Él está
presente, podemos seguir esperando incluso cuando los demás ya no pueden
asegurarnos ningún apoyo, incluso cuando el presente está lleno de
dificultades.
¡Aprovechemos el Adviento para percibir algo de su amor y para abrirnos
a la presencia de Dios!
domingo, 5 de diciembre de 2021
DOMINGO II DE ADVIENTO (5 de diciembre)
Una de las figuras del Adviento, san Juan
Bautista, precursor del Mesías, predica un bautismo de conversión para el
perdón de los pecados, cumpliendo la profecía de Isaías: «En el desierto
preparad el camino del Señor, allanad sus senderos» (Ev.). El Adviento es,
pues, un tiempo de conversión, durante el que nos preparamos interiormente para
que cuando el Señor venga nos encuentre limpios e irreprochables (cf. 2 lect.).
Es un tiempo de experimentar la misericordia de Dios, que nos hace volver a
gozar de su esplendor, dejando atrás la oscuridad de nuestros pecados (cf. 1
lect.).
Y así podremos cantar: «El Señor ha estado
grande con nosotros, y estamos alegres» (sal. resp.). Vigilemos para que los
afanes de este mundo no nos impidan nuestro encuentro con Cristo (1.ª orac.).
San José y la Alegría
Estoy convencido de que uno de los
problemas mayores de nuestro tiempo es que nuestra forma de vida crea un continuo desapego del mundo. Construimos casas para ser anónimos e indiferentes a
los demás. La filosofía que se expande
es fácil de comprender: solo si tienes, eres feliz. La felicidad no consiste en ser sino en tener, e
incluso aparentamos lo que no tenemos; la felicidad no consiste en mejorar sino
en tener cada día más. José tuvo que
renunciar a sus sueños para quedarse
sin nada de lo que su mundo le ofrecía. Tuvo que elegir si seguía el
sueño de Dios o no. Ya había elegido repudiar en secreto, asumir a María, pero
repudiarla dentro de sí. Sin embargo, Dios le pide que no repudie, que asuma en
su totalidad y para eso tiene que ser y no puede tener. José eligió ser. Pobre, pero ser sin apariencias. Pobre pero lleno de alegría. José pudo elegir porque su corazón estaba libre de cosas y sueños
individuales. No quería poseer,
sino que habitaba en la generosidad y la libertad de un amor entregado. La pobreza me lleva a no poseerme sino a desposeerme
y renunciar para ser vida.
José vivió la radical pobreza evangélica.
Fue testimonio ante todos de la acción de Dios en medio de ellos. No fue comprendido, ni posiblemente acompañado, pero no se apartó de la pobreza que le hizo fiel a Dios. Deberíamos aprender en nuestra vida que somos un
testimonio vivo y radical de que el ser humano no es un cliente sino una
persona estimulada y con capacidad para descubrir el sueño que Dios tiene sobre
cada uno de nosotros. Estamos llamados
en cualquier condición, sea de necesidad o de persecución, a la Alegría.
Mons. Jesús Rodríguez Torrente, asistente
eclesiástico de ACN España