LOS SIGNOS EXTERNOS DE DEVOCIÓN POR PARTE DE LOS
FIELES (Cont.)
OFICINA PARA
LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS DEL SUMO PONTÍFICE
En realidad, los gestos del cuerpo expresan y promueven “la
intención y los sentimientos de los participantes”11 y
permiten superar el peligro que acecha a todo cristiano: el acostumbramiento.
“Para nosotros, que vivimos desde siempre con el concepto cristiano de Dios y
nos hemos acostumbrado a él, el tener esperanza, que proviene del encuentro
real con este Dios, resulta ya casi imperceptible”12. Por eso “un signo convincente de la eficacia que la catequesis
eucarística tiene en los
fieles es sin duda el crecimiento en ellos del sentido del misterio de Dios
presente entre nosotros. Esto se puede comprobar a través de las manifestaciones específicas de
veneración de la Eucaristía, hacia la cual
el itinerario mistagógico debe introducir a los fieles”13.
Los actos de devoción se comprenden, de
modo adecuado, en este contexto de encuentro con el Señor, que implica unión,
“unificación que sólo puede realizarse según la modalidad de la adoración”14. Destacamos en primer lugar la genuflexión 15, “que se hace doblando la rodilla derecha hasta la
tierra, significa adoración; y por eso se
reserva para el Santísimo Sacramento, así como para la santa Cruz desde la solemne adoración en la acción litúrgica del Viernes Santo en la Pasión del Señor hasta el inicio
de la Vigilia Pascual” 16.
La inclinación de cabeza significa reverencia y honor 17. En el Credo -excepto en las solemnidades de Navidad y la
Encarnación en las que es sustituida por el arrodillarse-, unimos este gesto a
la pronunciación de las palabras admirables “Y por obra del Espíritu Santo se
encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre”18.
Finalmente queremos destacar el arrodillarse en la consagración19 y, donde
se conserva este uso desde el Sanctus hasta el final de la
Plegaria eucarística 20, o al recibir la
sagrada Comunión 21. Son signos fuertes
que manifiestan la conciencia de estar ante Alguien particular. Es Cristo, el
Hijo de Dios vivo, y ante él
caemos de rodillas 22. En el
arrodillarse el significado espiritual y corporal forman una unidad pues el
gesto corporal implica un significado espiritual y, viceversa, el acto
espiritual exige una manifestación, una traducción externa. Arrodillarse ante
Dios no es algo “no moderno”, sino que corresponde a la verdad de nuestro mismo
ser 23. “Quien
aprende a creer, aprende también a arrodillarse, y una fe, o una liturgia que
desconociese el arrodillarse, estaría enferma en uno de sus puntos capitales. Donde este gesto se ha perdido, se debe aprender de
nuevo, para que nuestra oración permanezca en la comunión de los Apóstoles y
los mártires, en la comunión de todo el cosmos, en la unidad con
Jesucristo mismo” 24.
[22] Cfr. Benedicto XVI, Luce
del mondo, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 2010, pp.
219-220.
[23] Cfr. J. Ratzinger, Opera
omnia. Teologia della liturgia, Libreria Editrice Vaticana, Città del
Vaticano 2010, pp. 175-183.194-195, 558-559.
[24] J. Ratzinger, Opera omnia. Teologia
dell
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