TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

domingo, 9 de febrero de 2020

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 9 DE FEBRERO DEL 2020, 5º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo electo de Toledo y Administrador Apostólico de Coria-Cáceres)

«VOSOTROS SOIS LA SAL DE LA TIERRA… LA LUZ DEL MUNDO»

Mt. 5. 13-16


     En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
    Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».

Otras Lecturas: Isaías 58, 7-10; Salmo 111; 1Coríntios 2, 1-5

LECTIO:
     La sal es la primera de las imágenes con que Jesús define a un verdadero discípulo suyo. La sal es un elemento familiar en cualquier cultura. La sal se disuelve en los alimentos y les ofrece un sabor agradable. Esa es su condición: pasar desapercibida, pero eso sí, actuando eficazmente… La segunda imagen que define al verdadero discípulo de Jesús es la luz, que ilumina, calienta (enardece el corazón) y purifica (quemando nuestras miserias y pecados). El simbolismo de la luz tiene un largo recorrido bíblico que va desde la primera página del Génesis en la que se describe su creación por Dios,… hasta llegar a la LUZ plena que es Cristo Jesús…
     Para ser realmente sal de la tierra y luz del mundo hemos de vivir las actitudes básicas de las bienaventuranzas predicadas por Jesús. Por un lado, anunciando esa buena noticia del Reino que Cristo ha instaurado; y por otro, restableciendo la justicia como condición para la fraternidad y la paz, que erradica el hambre, la violencia, la marginación, la soledad, la opresión, la incultura, etc.
     No debemos contentarnos con buenas palabras o con prácticas religiosas. La gente tiene que ver nuestras buenas obras y nuestra fe religiosa proyectada en la fraternidad y en el amor a los más desheredados.  (+ Ángel Pérez Pueyo - Obispo Barbastro-Monzón).


MEDITATIO:
     Todos nosotros, los bautizados, estamos llamados a ser en el mundo un Evangelio viviente: con una vida santa daremos «sabor» a los distintos ambientes y los defenderemos de la corrupción, como lo hace la sal; y llevaremos la luz de Cristo con el testimonio de una caridad genuina. (Papa Francisco)
     El cristiano debería ser una persona luminosa, que lleva luz, que siempre da luz. Una luz que no es suya, sino que es el regalo de Dios, el regalo de Jesús. …Si el cristiano apaga esta luz, es un cristiano sólo de nombre, que no lleva la luz, una vida sin sentido. ¿Cómo queréis vivir como una lámpara encendida o como una lámpara apagada? Es Dios quien nos da esta luz y nosotros la damos a los demás. Ésta es la vocación cristiana. (Papa Francisco)
     Sé luz para iluminar, sé sal para dar sabor y conservar». …hay que «volver» a Aquel «que te dio la luz y te dio la sal» y pedir auxilio al Señor para que «nos ayude a cuidar siempre esa luz, no ocultarla, convertirla en acción; y la sal, darla, lo necesario, lo que se necesite, pero entregarla». Si la sal se esparce «aumenta» y la luz «ilumina a mucha gente»: son estas «las buenas obras del cristiano». (Papa Francisco)



     Perdona mi desidia; y mi sinsabor en muchos momentos de mi vida…Ayúdame a entregarme cada día para que tu gloria resplandezca en esta tierra y los hombres te reconozcan como salvador.
Gracias, Señor, por llamarme a ser luz y sal.
Quiero  ser sal y luz, testimonio
que llegue a muchas más personas
para que sientan y vivan tu amor y tu misericordia.


«Vosotros sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo»
     En los evangelios de los próximos domingos vamos a ir escuchando el comentario que Jesús mismo hará al sermón de las Bienaventuranzas... Será Él quien vaya desarrollando lo que significa una vida dichosa, feliz, bienaventurada, según la lógica de su Buena Noticia.    
     La felicidad cristiana, quiere el Señor que se parezca a la sal: para dar sabor, para evitar la corrupción. La bienaventuranza de los cristianos, su dicha, quiere Jesús que se parezca a la luz: para disipar toda oscuridad y tenebrismo… Ciertamente, que hay muchas cosas desabridas en nuestro mundo que dejan un pésimo sabor, o se corrompen. E igualmente constatamos que en la historia humana, la remota y la actual, hay demasiadas cosas oscuras, apagadas, opacas. No es un drama de éste o aquél país, de ésta o aquélla época, sino un poco el fatal estribillo de todo empeño humano cuando está viciado de egoísmo, de insolidaridad, de aprovechamiento, de cinismo, de injusticia, de mentira, de inhumanidad…
     Pero esa Luz y esa Sal que constituyen la Buena Noticia de Jesús, son visibles y audibles cuando se pueden reconocer en la vida de una comunidad cristiana, en la vida de todo cristiano… (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo)



   Cristo nos enseñó que no sólo debemos sernos útiles a nosotros, sino a muchos, al llamarnos sal, fermento y luz. Estas cosas, en efecto, son útiles y provechosas para los demás. Pues la lámpara no luce para sí, sino para los que viven en tinieblas: y tú eres lámpara, no para disfrutar en solitario de la luz, sino para reconducir al que yerra. Porque, ¿de qué sirve la lámpara si no alumbra al que vive en las tinieblas? Y ¿cuál sería la utilidad del cristianismo si no ganase a nadie, si a nadie redujera a la virtud? Por su parte, tampoco la sal se conserva a sí misma, sino que mantiene a raya a los cuerpos tendentes a la corrupción, impidiendo que se descompongan y perezcan. Lo mismo tú: puesto que Dios te ha convertido en sal espiritual, conserva y mantén en su integridad a los miembros corrompidos, es decir, a los hermanos desidiosos y a los que ejercen artes esclavizantes; y al hermano liberado de la desidia, como de una llaga cancerosa, reincorporándolo a la Iglesia. (s. Juan Crisóstomo)

1 comentario:

  1. El que sigue a Jesús se convierte en sal de la tierra y luz del mundo. La vivencia de tener los sentimientos del Corazón de Cristo nos hace sal en un mundo sin sabor, desaborido y luz allí donde la oscuridad parece tener derecho de ciudadanía.
    Siempre me pregunté porque el Señor compara nuestra existencia con ser sal y luz. Lo de la sal me tenía muy intrigado. Fui descubriendo leyendo y meditando que la sal es humilde. No conozco saleros de plata. Se presenta humildemente. Todo habla de humildad, hasta tiene que desaparecer para dar sabor. Si la sal es buena se disuelve en el alimento para dar sabor.
    La luz puesta en lo alto de una montaña para alumbrar es más sencillo de explicar. La luz es para alumbrar y no para colocarla debajo de la cama. Es nuestra vida luz cuando alumbramos con la luz de Cristo proyectada desde nuestro corazón. La luz es sobre todo humilde porque para iluminar tiene que desaparecer. La luz también es siempre una llamada a la transparencia a no quedarse en el oscurantismo de una vida sin coherencia y sin salida.




    + Francisco Cerro Chaves - Arzobispo electo de Toledo
    Administrador Apostólico de Coria-Cáceres.

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