«TAMBIÉN ESTÁ ESCRITO: NO TENTARÁS AL SEÑOR, TU DIOS»
Mt. 4, 1-11
En aquel
tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el
diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin
sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que
estas piedras se conviertan en panes». Pero él le contestó: «Está escrito: “No
solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”».
Entonces el diablo lo
llevó a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti
y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”».
Jesús le dijo: «También está escrito: “No
tentarás al Señor, tu Dios”».
De nuevo el diablo lo
llevó a un monte altísimo y le mostró los reinos del mundo y su gloria, y le
dijo: «Todo esto te daré, si te postras y me adoras». Entonces le dijo Jesús: «Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás
y a él solo darás culto”». Entonces lo dejó el diablo,
y he aquí que se acercaron los ángeles y lo servían.
Otras
Lecturas: Génesis 2, 7-9;3,1-7; Salmo 50; Romanos 5, 12.17-19
LECTIO:
Se
subraya en el Evangelio, tanto de Lucas como de Mateo, que Jesús es conducido
por el Espíritu Santo al desierto y allí es tentado. No deja de llamar la
atención que el lugar de
gracia, de encuentro con el Padre es el desierto, pero también puede ser lugar
de tentación, donde
aprovecha el diablo para, como aquel que divide la obra de Dios, que siempre
divide, y nos quiere separar de Dios, de los hermanos y de nosotros mismos,
saltar al ataque, incluso en los lugares que son de encuentro y gracia, como lo
es el desierto.
En
el Padre nuestro no pedimos no tener tentaciones sino no caer en la tentación. La tentación es inevitable. Nos acecha en el
camino para seguir a Jesús. Es siempre un obstáculo, una trampa para no
cumplir su misión. La tentación ni es buena ni es mala, sólo es una oportunidad
de crecer cuando no nos metemos nosotros en el peligro, para que, como dice el
libro del Eclesiastés: “el que ama el peligro en él perecerá”. Pero, también es verdad
que muchas veces, la tentación nos hace caer en la cuenta del tesoro que
llevamos en el corazón y de cuánto vale la vida cristiana cuando se nos quiere
arrebatar…
Donde tienes tus tesoros, donde guardas
tus grandes amores, serás tentado: la vocación, la familia, la amistad, la
Iglesia, tu comunidad… Es fácil descubrir que nuestras grandes tentaciones nos
conducen a nuestros grandes tesoros. Solo somos tentados en aquello que es
tesoro para nuestra vida. (+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres)
MEDITATIO:
En este primer domingo de Cuaresma, el
Evangelio nos introduce en el camino hacia la Pascua, mostrando a Jesús que
permanece durante cuarenta días en el desierto, sometido a las tentaciones del
diablo. Pero… Jesús responde solamente con la Palabra de Dios. Y así el Hijo,
lleno de la fuerza del Espíritu Santo, sale victorioso del desierto. (Papa Francisco)
La cuaresma es un camino:
nos conduce a la victoria de la misericordia sobre todo aquello que busca aplastarnos o rebajarnos a cualquier cosa que
no sea digna de un hijo de Dios. La cuaresma es el camino de la esclavitud a la
libertad, del sufrimiento a la alegría, de la muerte a la vida… es
tiempo de memoria, es el tiempo de pensar y
preguntarnos: ¿Qué sería de nosotros si Dios nos hubiese cerrado las puertas?
¿Qué sería de nosotros sin su misericordia que no se ha cansado de perdonarnos
y nos dio siempre una oportunidad para volver a empezar? Cuaresma es
el tiempo de preguntarnos:
¿Dónde estaríamos sin la ayuda de tantos rostros silenciosos que de mil maneras
nos tendieron la mano y con acciones muy concretas nos devolvieron la esperanza
y nos ayudaron a volver a empezar? (Papa Francisco)
Cuaresma es el tiempo de la compasión
para decir con el salmista: «Devuélvenos Señor la alegría de la salvación,
afiánzanos con espíritu generoso para que con nuestra vida proclamemos tu
alabanza»; y nuestro barro —por la fuerza de tu aliento de vida— se convierta
en «barro enamorado». (Papa Francisco)
ORATIO:
Oh Espíritu, tú que condujiste a Jesús al
desierto para que, victorioso del mal, pudiese restituir al Padre la sumisión
amorosa que cada uno de nosotros le hemos negado: ilumíname y fortalece mi
corazón, para que aprenda a discernir tu voluntad y la cumpla sin temer
fracasos o burlas, con humildad obediente, en la libertad del amor.
Tenme piedad,
oh Dios, según tu amor,
por tu inmensa ternura borra mi delito,
lávame a fondo de mi culpa,
y de mi pecado purifícame.
por tu inmensa ternura borra mi delito,
lávame a fondo de mi culpa,
y de mi pecado purifícame.
CONTEMPLATIO:
«Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás
y a él solo darás culto”».
…Necesitamos convertirnos porque somos
indigentes. El salmo responsorial del primer domingo de cuaresma dice
precisamente: “reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado”. Y sin
embargo si el pecado (y todos nuestros fracasos y limitaciones) tuviese la
palabra última y fatal, eso sería lo triste.
Pero este es precisamente el núcleo del
acontecimiento cristiano: que la salvación, la felicidad, la superación de todo
pecado, de todo fracaso y de toda muerte se llama Jesucristo.
Por eso el salmo 50
continúa diciendo: “crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con
espíritu firme… devuélveme la alegría de tu salvación”. Efectivamente, el
mensaje de la cuaresma cristiana no es la condena a un terrible paredón, sino
precisamente la más grande, la más inesperada y la más inmerecida de las
amnistías.
Comienza
la cuaresma. Es el desierto de todas nuestras tentaciones en donde se nos salva
de la soledad librándonos de nuestras seducciones funestas. Comienza un tiempo de penitencia, de ayuno y de oración, para
prepararnos a la acogida renovada de la Luz pascual que viene a iluminar todas
nuestras oscuridades, la acogida de la salvación del Hijo de Dios en cuyas
heridas todas las nuestras han sido curadas, la acogida de la victoria del
Resucitado que viene a triunfar sobre todas nuestras muertes. Por eso,
paradójicamente… la cuaresma es camino de alegría. (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo
de Oviedo)
■… El Señor Jesucristo fue
tentado por el diablo en el desierto y en Él eras tú también tentado. Cristo
tenía de ti la condición humana para sí, y de sí la salvación para ti; tenía de
ti la muerte para sí y de sí la vida para ti; tenía de ti ultrajes para sí, y
de sí honores para ti. Y también tenía de ti la tentación para sí, y de sí la
victoria para ti. Si en Él fuimos tentados, en Él venceremos al diablo. ¿Te
fijas en que Cristo fue tentado, y no te fijas en que Cristo venció la
tentación? Reconócete, pues, a ti mismo tentado en Él, y reconócete también a
ti mismo victorioso en Él. Hubiera podido impedir la acción tentadora del diablo;
pero entonces tú, que estás sujeto a la tentación, no hubieras aprendido de Él
a vencerla”. (San Agustín)