TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 21 de septiembre de 2019

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 22 DE SEPTIEMBRE DEL 2019, 25º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)

«NO PODÉIS SERVIR A DIOS Y AL DINERO»


Lc. 16. 1-13

     En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador, y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: “¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido.”
     El administrador se puso a echar sus cálculos: “¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa.” Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: “¿Cuánto debes a mi amo?” Éste respondió: “Cien barriles de aceite.” Él le dijo: “Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta.” Luego dijo a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?” Él contestó: “Cien fanegas de trigo.” Le dijo: “Aquí está tu recibo, escribe ochenta.”
     Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz. Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».

Otras lecturas: Amós 8,4-7; Salmo 112; 1Timoeo 2,1-8

     Pocas veces Jesús se pone tan tajante como en el evangelio de este domingo. Junto al evangelio de la misericordia –Dios nos perdona siempre-, está también la disyuntiva de ponernos o de parte de Dios o alimentar los ídolos de nuestro corazón: “No podéis servir a Dios y al dinero” (Lc 16,13). No es compatible lo uno con lo otro, aunque nosotros pretendamos a veces poner una vela a Dios y otra al diablo. ¿De dónde viene esta incompatibilidad? El dinero no es malo en sí mismo, más aún es necesario para sobrevivir. Por medio del dinero atendemos nuestras necesidades básicas de alimentación, vestido, casa, atención a la salud, etc.
     La clave de la disyuntiva no está por tanto en el dinero, sino en la alternativa de confiar en Dios o confiar en nuestros medios... Cuando esta actitud se hace viciosa, entonces tenemos la codicia, la avaricia. Este vicio consiste en el deseo desordenado de tener más. Y no sólo dinero, sino cualquiera de los bienes de este mundo. La codicia, como cualquier otro vicio, nunca se ve satisfecha... Y el avaricioso no descansa nunca con lo que tiene ni se amolda a las posibilidades que la vida le ofrece. El dinero entonces esclaviza, se convierte en un ídolo, la avaricia es una idolatría: “Apartaos de toda codicia y avaricia, que es una idolatría” (Col 3,5), nos dice el apóstol san Pablo.
     No podéis servir a Dios y al dinero, porque el servicio a Dios no esclaviza nunca, sino que nos hace libres. Mientras que el servicio al dinero esclaviza siempre y es origen de muchos males. (+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba)

MEDITATIO:
     El administrador en este evangelio se presenta como ejemplo de astucia. Es acusado de mala administración de los negocios de su señor y, antes de ser apartado, busca astutamente ganarse la benevolencia de sus deudores, condonando parte de la deuda para asegurarse, así, un futuro. Comentando este comportamiento, Jesús observa: «los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz». (Papa Francisco)
     El recorrido de la vida necesariamente conlleva una elección entre dos caminos: entre la honestidad y deshonestidad, entre fidelidad e infidelidad, entre egoísmo y altruismo, entre bien y mal. No se puede oscilar entre el uno y el otro, porque se mueven en lógicas distintas y contrastantes. (Papa Francisco)
     Es importante decidir qué dirección tomar y después, una vez elegida la adecuada, caminar con soltura y determinación, confiando en la gracia del Señor y en el apoyo de su Espíritu. «Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro»… Jesús hoy nos exhorta a elegir claramente entre Él y el espíritu del mundo, entre la lógica de la corrupción, del abuso y de la avidez y la de la rectitud, de la humildad y del compartir.. (Papa Francisco)

ORATIO:
Te alabamos y te bendecimos, Señor Jesús, por tu inmenso amor. Te pedimos la gracia de conocerte cada día más íntimamente, a fin de amarte con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente, con toda nuestra vida.
Partir…sencillamente para hacer posible
el compartir, como Tú, Señor.

CONTEMPLATIO:
«Ningún siervo puede servir a dos amos,… »
     El que es fiel en lo poco, lo será también en lo mucho. Que viene a decir: todo aquello que te gustaría cambiar de un mundo demasiado cruel, empieza por cambiarlo en tu propia casa, en tu corazón…
     La llamada de Jesús es clara: no podemos tener dos patrones, dos amos. O nos adherimos al diseño de Dios, a su proyecto de humanidad, de civilización del Amor, o nos apuntamos a la barbarie en la que termina siempre toda pretensión que censura algún aspecto del corazón del hombre.
     Sin Dios, sin este “amo” tan especial que nos hace libres, es muy difícil hacer un mundo que sepa a justicia, a limpieza, a paz, a respeto, a libertad, a felicidad. Metamos al Señor en nuestras cosas y en nuestras casas, sin fanatismos pero sin complejos. Porque sólo quien ama de verdad a Dios llega a no despreciar al hombre hermano. (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo)


   Poseemos la voluntad, que el hombre puede ejercer a su pleno albedrío y que recibió su don gratuito del mismo Dios desde la creación, pero de la que tendrá que rendir estrecha cuenta a su Señor. Siempre que el hombre se ejercita en actos de virtud, ayudado de la divina gracia, de la que procede todo bien, tenga presente esto: que ejerciendo el pleno dominio de su libertad complace a Dios, pero, si renuncia a su voluntad para colocarse en los brazos amorosos del Señor, le agrada más y se perfecciona en mayor escala. (S. José de Copertino)

1 comentario:

  1. No podemos servir a Dios y al dinero. Una sentencia tan clara de Jesús y nada fácil de vivir sin la gracia del Señor. ¿Dónde radica la dificultad? Siempre me impresiono en el proceso de conversión espiritual del beato Carlos de Foucauld, que atraído por la simplicidad del Islán, no llego nunca a dar el paso, porque al no valorar la pobreza, ni la castidad, no veía que era la verdad plenamente revelada.
    Jesús nos descubre que el corazón no se puede compartir. Si damos el corazón al dinero, se esfuma el amor a Dios y al prójimo. Si damos el corazón al Señor, el atractivo del mundo se pierde, y le crecen al alma para volar las alas del amor y de la libertad. Existe una imposibilidad de servir a Dios y el dinero. Siempre se opta por uno o por el otro. Quererlo reconciliar en el fondo es no conocer el corazón humano, que no puede servir a dos señores a la vez.
    La clave. Solo puede ser pobre evangélicamente quien tiene a Cristo como riqueza. Cuando el Señor toma posesión de nuestra vida, como nuestra gran riqueza, se vive con lo justo y necesario, aunque también es verdad que nunca nos falta de nada, y que el Señor nos da mucho más de lo que ningún corazón humano puede soñar. Su generosidad es sin límites para quien le sirve. Cuando el corazón humano está vacío hay que llenarlo con lo que sea. Cuando está lleno de la riqueza del amor de Dios, se descubre que necesitamos pocas cosas para ser felices y que las necesitamos poco.
    Por último el peligro inmenso del dinero, el “dios mamom”, que absorbe todas nuestras energías y no nos deja amar. Las riquezas cuando se instalan en el corazón humano, se convierten en la dictadura que no deja ni amar, ni volar. San Juan de la cruz pone el ejemplo de que un ave no puede volar si está atado a un tenue hilo o a una cadena de oro. Dar el corazón a las riquezas hace estéril el seguimiento de Cristo. Nos desfondamos. Perdemos el norte…y lo más grave es que acabamos perdiendo a quien está llamado a ser la riqueza de nuestra vida.

    + Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

    ResponderEliminar