TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 14 de septiembre de 2019

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 15 DE SEPTIEMBRE DEL 2019, 24º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)

«ÉSE ACOGE A LOS PECADORES Y COME CON ELLOS»

Lc. 15. 1-32
     En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»
     Jesús les dijo esta parábola: «Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: “¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido.” Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
    Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles: “Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me habla perdido. ” Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.»
    También les dijo: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna. ”El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba comer. Recapacitando entonces, se dijo: ”Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.” Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.” Pero el padre dijo a sus criados: “Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebramos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.” »

Otras lecturas: Éxodo 32,7-11.13-14; Salmo 50; 1Timoeo 1.12-17

     Jesús describe una parábola, que simbólicamente representa a los dos tipos de personas que estarán en torno a su vida: los publicanos y pecadores por un lado, y los fariseos y letrados por otro. Pero el protagonismo no recae en los hijos ni en sus representados, sino en el padre y en su misericordia.
     Publicanos y pecadores (el hijo menor): Este hijo siempre había sido medidor de su destino: decidirá marcharse y regresar, haciendo para ambos momentos un discurso ante su padre. Sorprende la actitud… “cuando estaba lejos, su padre lo vio; y echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo” (Lc 15,20). Es el proceso-relato de la misericordia.
     Fariseos y letrados (el hijo mayor). Triste es la actitud de este otro hijo, aparentemente cumplidor, sin escándalos… pero resentido y vacío. No pecó como su hermano, pero no fue por amor al padre, sino a sí mismo, a su imagen, a su fama. Cuando la fidelidad no produce felicidad, es señal de que no se es fiel por amor sino por interés… Quien vive calculando, no puede entender, ni siquiera ver, lo que se le ofrece gratuitamente, en una cantidad y calidad infinitamente mayor de cuanto se puede esperar. (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo)

MEDITATIO:
     La liturgia de hoy… recoge tres parábolas con las cuales Jesús responde a las murmuraciones de los escribas y los fariseos. Los cuales critican su comportamiento y dicen: «Éste acoge a los pecadores y come con ellos». Con estas tres narraciones, Jesús quiere hacer entender que Dios Padre es el primero en tener una actitud acogedora y misericordiosa hacia los pecadores. (Papa Francisco)
     Con estas tres parábolas, Jesús nos presenta el verdadero rostro de Dios, un Padre con los brazos abiertos, que trata a los pecadores con ternura y compasión. La parábola que más conmueve —conmueve a todos—, porque manifiesta el infinito amor de Dios, es la del padre que estrecha, que abraza al hijo encontrado. Y lo que llama la atención no es tanto la triste historia de un joven que se precipita en la degradación, sino sus palabras decisivas: «Me levantaré, iré a mi padre». El camino de vuelta a casa es el camino de la esperanza y de la vida nueva. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Te adoramos y te glorificamos, Padre omnipotente, rico en gracia y misericordia. Te pedimos que nos hagas conocer en toda su belleza el corazón de tu Hijo, Jesús, ese corazón que tanto amó al mundo. 
Gracias, Señor, por  tu  Palabra
que  siempre  es luz  para mis  pasos;
por  enseñarme  que  debo  ser  misericordioso
como  lo  es el  Padre.

CONTEMPLATIO:
«este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado »

     Acaso cada uno de nosotros seamos una variante de esta parábola, y tengamos parte de la actitud del hijo menor y parte de la del mayor. Lo importante es que en la andanza de nuestra vida podamos tener un encuentro con la misericordia. Hay muchas maneras de vivir lejos del Padre Dios, y muchos modos de despreciar su amor estando junto a Él, porque podemos ser un hijo perdido o un hijo huérfano.
     La trama de esta parábola es la de nuestra posibilidad de ser perdonados. El sacramento de la Penitencia es siempre el abrazo de este Padre que viéndonos en todas nuestras lejanías, se nos acerca, nos abraza, nos besa y nos invita a su fiesta. Esta es la revolución de Dios, que de modo desproporcionado y gratuito, con su propia medida, no quiere resignarse a que se pierda uno solo de sus hijos queridos. (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo)



…   Dios no tiene necesidad de hacer milagros particulares a los que le son fieles; la cosa más milagrosa de todas consiste en el hecho de que nosotros podamos ser sus hijos y en que no retiene para él nada de lo que es suyo. Los milagros se hacen en los márgenes, para recuperar a personas que se han marchado, para hacer signos a los que se han alejado, para festejar a los que vuelven. Sin embargo, la realidad cotidiana de la fe no tiene necesidad del milagro, porque tener parte en los bienes del padre ya es suficientemente maravilloso. (H. U. von Balthasar)


1 comentario:

  1. Lucas es el evangelista de la misericordia y este texto lo rezuma por todas partes. No deja de ser llamativo y original qué si leemos las tres parábolas de la misericordia que se encuentran en el capítulo 15 se destacan tres realidades evangélicas.
    Primero, la alegría de haber encontrado lo que estaba perdido. Se pierde una moneda, una oveja, y un hijo, y todas las llamadas es a la inmensa alegría por haber hallado lo que estaba perdido. Es saber que somos la alegría en el Corazón de Cristo, cuando nos dejamos encontrar por El, por muy perdido que nos encontremos.
    Segundo, porque insiste Lucas tanto en el UNO. Se pierde un hijo, una oveja, y una moneda. Se podrían haber perdido tres hijos, diez ovejas, y treinta monedas…porque se fija en que lo que se pierde es un hijo, una oveja, una moneda…y hay tanta alegría en el corazón de Dios, que parece que va a estallar.
    Es la lógica del UNO, y que es esencialmente lo que hace distinto y original al cristianismo. Nuestro Dios ha perdido la cabeza por cada uno de nosotros. Dios no sabe amar en abstracto, porque sería un amor no creíble. Dios increíblemente nos ama a cada uno. De uno en uno. Y ha perdido la cabeza por ti y por mí, porque solo sabe amar concretamente a cada persona que de un modo admirable ha creado, y más admirablemente ha redimido.
    Por último, nuestra vida es cantar las misericordias del Señor. Su amor es loco y lleva al perdón, que es la mayor expresión de su amor misericordioso. La alegría de nuestra vida, es saber que siempre que volvemos a la casa de su Corazón, la alegría inunda todos los poros de nuestro corazón.
    Vivimos la alegría de quien ha conocido el amor, y tiene un Padre que siempre cuida de nosotros, y nos entrega a su Hijo, que nos guía con la luz de su Corazón misericordioso, a lo más profundo de una vida de caridad, y de servicio a los más pobres.


    + Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

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