TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 22 de diciembre de 2018

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 23 DE DICIEMBRE DEL 2018, 4º DEL ADVIENTO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)

«¡BENDITA TÚ ENTRE LAS MUJERES, Y BENDITO EL FRUTO DE TU VIENTRE!


Lc. 1, 39-45

     En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó:
     «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».

Otras Lecturas: Miqueas 5, 1-4a; Salmo 79; Hebreos 10, 5-10

LECTIO:
     Nos vamos acercando al verdadero Acontecimiento que ha marcado la historia de los hombres, ese día en el que Dios dejó de enviarnos más mensajeros para hacerse Él mismo mensaje y mensajero a la vez. Portador y portavoz de un proyecto amoroso por el que volvía a estrenar el ensueño truncado y fallido por el mal uso de la libertad de los hombres.
     En este cuarto domingo de Adviento, escala última antes de Navidad, se nos presenta a María como contrapunto de obediencia y fidelidad.
     María co-protagonizó el primer Adviento y recibió la misión al pie de la cruz de co-protagonizar todos los Advientos desde su intercesión maternal hacia los hermanos de su Hijo. Debemos descubrir que jamás molestamos a un Dios que ha querido amarnos hasta ser-estar con nosotros. Y pedimos que nos conceda tratarnos entre nosotros como somos tratados por Él: que acogiendo y contemplando al Dios-con-nosotros, podamos a nuestra vez ser también hermanos-entre-hermanos. (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)


MEDITATIO:
     En Navidad Dios se nos dona donando a su Hijo, el Único, que es toda su alegría. Y sólo con el corazón de María, la humilde y pobre hija de Sión, convertida en Madre del Hijo del Altísimo, es posible exultar y alegrarse por el gran don de Dios y por su imprevisible sorpresa. Que Ella nos ayude a percibir el asombro por el nacimiento de Jesús, el don de los dones, el regalo inmerecido que nos trae la salvación. (Papa Francisco)
     El amor de María no midió la distancia que la apartaba de su prima, ni mucho menos la llevó a tener en cuenta lo que iba a exigirle ese viaje, … Su amor la condujo olvidarse de sí misma, para ser totalmente de los demás. Nosotros, igualmente, podemos contemplar las necesidades de los que están cerca; sobre todo, la sed de ayuda que llevan en su interior, con la esperanza de que alguien pueda satisfacerla y calmar su ansia. Detengámonos en el caminar de nuestra vida para ayudar a los demás. (Papa Francisco)
     No olvidemos la lección de María, la madre de Dios: cuando supo que esperaba a Dios, se puso en camino de quien la necesitaba. Ponerse a ayudar al prójimo es la forma de esperar al Dios verdadero: si Dios no nos encuentra sirviendo a quien precise de nosotros, no querrá encontrarse con nosotros. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Señor Jesús, has salido a mi encuentro y me has concedido la gracia de conocerte. Llevado por la Iglesia, como por María tu madre, me has visitado y me has dado la fe.
Señor, concédeme la gracia
de llevarte siempre en mi corazón,
como lo hizo María…

CONTEMPLATIO:
«…Porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá»
     Isabel fue capaz de reconocer a María y dar gracias a Dios. Pensemos en las gracias que has recibido a lo largo de la vida y agradezcamos a Dios por las personas que han intervenido. Presentemos ante el Señor las personas que te han ayudado y te ayudan.
     La caridad puso alas en el corazón de María para atravesar las montañas de Judea y llegar hasta la casa de su prima. Qué estímulo para la pobreza de nuestra caridad, que a veces, en lugar de llevar alas, soporta el peso de nuestro egoísmo, de tantas y tantas consideraciones humanas (J. Segovia).



…   La visita de María hizo más consciente a Isabel de lo que estaba esperando. El niño suscitó su alegría. María confirmó la espera de Isabel. Entonces Isabel dijo a María: «Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá». Y María responde: «Proclama mi alma la grandeza del Señor». Rebosa exultante de gozo. Estas dos mujeres se han creado recíprocamente el espacio para esperar. Se han confirmado mutuamente de que algo estaba pasando que merecía la pena esperar.
     Aquí tenemos un modelo de la comunidad cristiana. Es una comunidad de apoyo mutuo, de celebración y proclamación, de crecimiento de lo comenzado en nosotros. La visita de María a Isabel es una de las expresiones más hermosas de lo que significa formar comunidad, estar juntos, reunidos en torno a una promesa, proclamando lo que acontece en nosotros (Henri J. M. Nouwen).

1 comentario:

  1. Este Evangelio de Lucas nos recuerda la Visitación de María a Isabel. En mis peregrinaciones a Tierra Santa siempre he visitado lo que según la tradición fue el lugar llamado Ain-Karem, aunque no lo nombra el Evangelio. Se encuentran dos mujeres embarazadas. Dos corazones que aman los proyectos de Dios y que cada una se ha visto envuelta en el misterio del Amor que salva. Una ha concebido en su vejez, otra ha concebido virginalmente “por obra y gracia del Espíritu Santo”. ¡Dónde reside el misterio de este evangelio cercana la Navidad!
    Recorrer deprisa el camino que conduce a la caridad. María no se queda en el éxtasis de su ser Madre del Mesías, del Señor, sino es el mismo Espíritu Santo, lo que es una especie como de procesión de Corpus Christi, lo lleva a los montes de Judea a servir a Isabel.
    La grandeza de María, como dice su parienta Isabel es su fe: “Dichosa tú que has creído”. Es la fe la que nos hace siempre felices. Es la fe la que nos llena el corazón de dicha. Quizás cuando los hombres son menos creyentes, es cuando asoma más la tristeza en su corazón, cuando nuestra vida se llena de un fe viva y esperanzada, nos sentimos bienaventurados y felices porque como María “hemos creído” en el Amor del Señor, que siempre ha estado grande con nosotros.
    Creer en que lo que ha dicho el Señor se cumplirá, es lo mismo que creer en el Dios de lo imposible, y es el camino que va a recorrer junto con San José, como peregrina de la fe, a Belén. Los caminos que recorre la Madre de Dios son siempre caminos de esperanza, caminos tejidos de una fe que se recorren poniendo la mirada en el Dios de la vida y sabiendo que el Señor nos hace felices, inmensamente felices cuando nos fiamos de su Corazón.
    María sube a la aldea de Judá con el ardiente amor de servir a Isabel que le habían comunicado que esperaba un hijo en su vejez, a Juan Bautista. Su padre, Zacarías, esposo de Isabel tuvo en el templo esa revelación del nacimiento de este niño. A la Virgen fue el arcángel Gabriel que en su casita de Nazaret le anuncia de parte de Dios que Jesús nacerá de su seno virginal. Ella acepta y confía, contempla y camina. Sabe que siempre el Amor de Dios ha estado a su favor porque “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”.

    +Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

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