TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 13 de octubre de 2018

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 14 DE OCTUBRE DEL 2018, 28º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm – Arzobispo de Oviedo)

«MAESTRO BUENO, ¿QUÉ HARÉ PARA HEREDAR LA VIDA ETERNA?»



Mc. 10. 17-30

     En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?». Jesús le contestó:       «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre».
     Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud». Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme».
     A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!». Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras.
     Pero Jesús añadió: «Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios». Ellos se espantaron y comentaban: «Entonces, ¿quién puede salvarse?». Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo». Pedro se puso a decirle: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».
     Jesús dijo: «En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más —casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones— y en la edad futura, vida eterna.

Otras Lecturas: Sabiduría 7,1-11; Salmo 89; Hebreos 4,12-13

LECTIO:
     Aquel buen hombre practicaba una especie de “consumismo religioso”. Él era rico de tantas cosas, y también quería acumular su tesoro de virtud, su cofre de mandamientos y cumplimientos para no ser pobre en nada… ¿Qué hace falta para tener también la vida eterna? La sorpresa es que Jesús no le dice “añade” esto que te falta en tu acopio, sino más bien deja lastre, abandona cosas, déjate a ti mismo... y sígueme,  vente conmigo, comparte mi vida, anuncia mi Palabra, construye mi Reino.
     Este era el nuevo mandamiento, el único mandamiento, la gran novedad: seguir al Maestro Bueno, dejando todo lo demás. La salvación no es fruto de nuestras conquistas,… es un don, un regalo, una gracia, que Dios da en su Hijo: la salvación es encontrarse con Jesucristo. Seguirle e imitarle, ha sido lo que han hecho los que verdaderamente se han encontrado con Él.  (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm)

MEDITATIO:
     El Evangelio de hoy se articula en tres escenas, marcadas por tres miradas de Jesús.
      La primera escena el encuentro de Jesús con un joven. Él corre hacia Jesús, se arrodilla y lo llama «Maestro bueno». Luego le pregunta: «¿qué haré para heredar la vida eterna?» le hace una propuesta concreta: dar todos sus bienes a los pobres y seguirlo. Pero ese joven tiene el corazón dividido entre dos dueños: Dios y el dinero, y se va triste. Esto demuestra que no pueden convivir la fe y el apego a las riquezas. Así, al final, el empuje inicial del joven se desvanece en la infelicidad de un seguimiento naufragado. (P. Francisco).
     En la segunda escena, el evangelista enfoca los ojos de Jesús y esta vez se trata de una mirada pensativa, de advertencia: …“¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas”». «Entonces, ¿quién puede salvarse?», Jesús responde con una mirada de aliento —es la tercera mirada— y dice: la salvación, sí, es «imposible para los hombres, no para Dios». Si nos encomendamos al Señor, podemos superar todos los obstáculos que nos impiden seguirlo en el camino de la fe. Encomendarse al Señor. Él nos dará la fuerza, Él nos da la salvación, Él nos acompaña en el camino. (Papa Francisco)
     Y así hemos llegado a la tercera escena: En verdad os digo que quien deja todo para seguirme tendrá la vida eterna en el futuro y cien veces más ya en el presente. Este «cien veces más» está hecho de las cosas primero poseídas y luego dejadas, pero que se reencuentran multiplicadas hasta el infinito. Nos privamos de los bienes y recibimos en cambio el gozo del verdadero bien; nos liberamos de la esclavitud de las cosas y ganamos la libertad del servicio por amor; renunciamos a poseer y conseguimos la alegría de dar. Lo que Jesús decía: «Hay más dicha en dar que en recibir» (Papa Francisco)

ORATIO:
     Señor, Tú me sales al encuentro cada día para mirarme a los ojos, para darme otra oportunidad de responderte de una manera radical y entrar en tu alegría.

Quiero comprometerme más contigo
ser generoso, seguirte de verdad
y dedicar lo mejor de mí a ti y a los demás.

CONTEMPLATIO:
   Contempla al joven:
     Se acerca corriendo hacia Jesús y así muestra una cierta urgencia para cambiar su vida, por poseer la vida eterna. Pregunta, busca, se interroga.      
     Dice NO al seguimiento. Queda desconcertado por la propuesta de Jesús que rompe sus esquemas. En el fondo no está dispuesto a pasar de hombre que cumple la justicia a hombre que sigue a Jesús en el camino, no está dispuesto a vivir desde lo esencial. Quiere cambiar su vida pero sin dejar lo que para él es valioso. Queda frustrado y abatido y se va triste ya que no se arriesga a aceptar la propuesta de radicalidad y esencialidad que le hace Jesús. No escoge el camino de la libertad y la felicidad.
   Contempla a Jesus:
     Que habla de un Dios que es bueno, de un Dios que debe ser el centro de nuestra vida y no puede ser sustituido por nada ni por nadie. Habla de un Dios que lo puede todo, que puede cambiar el corazón de las personas, que puede romper la incapacidad humana, que nos puede hacer comprender que dando se recibe.
     Que mira las personas y las ama. Jesús acoge las inquietudes, las dudas, las incertidumbres, la sorpresa, el desconcierto. Jesús acepta la persona tal como es, no la quiere manipular sino que respeta su libertad.
     Que hace propuestas radicales: "ve, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres... Después ven y sígueme".
   Ahora…
     ¿Cuáles son las riquezas que no estoy dispuesto a dejar? El protagonismo, la comodidad, la autosuficiencia, la seguridad...? ¿Qué esquemas me rompe hoy Jesús? ¿Qué me desconcierta de su propuesta?...

                                                                                                                                                      

     El hombre ha observado toda la ley desde su primera juventud, tanto que ahora hace grandes elogios de sí mismo; sin embargo, pese a todos sus méritos, no puede procurarse esta gracia única, de la que sólo el Salvador dispone, no puede alcanzar la eternidad que desea. Así, se va triste y desanimado, porque piensa que es demasiado alto el precio de la salvación que había venido a pedir. El hecho es que no quería la vida eterna con la intensidad que se imaginaba tener. Tal vez, en el fondo, quería una sola cosa: mostrar buena voluntad para hacer un poco de exhibicionismo. Aunque solícito y meticuloso en todo lo demás, ante el tesón necesario para alcanzar la vida eterna se siente débil, como paralizado, inerte (Clemente de Alejandría).

1 comentario:

  1. Estamos ante la pregunta religiosa del hombre de todos los tiempos: qué hacer para salvarse. Este hombre que busca a un Maestro Bueno, se encontrará con alguien insospechado que pondrá en crisis sus usos y costumbres.
    Jesús irá repasando lo que su interlocutor sabía… Suponemos la cara de satisfacción de aquel hombre. Todo cuanto el Maestro Bueno iba enumerando... él lo cumplía, él lo sabía, ¡desde su más tierna infancia!
    Aquel buen hombre practicaba una especie de “consumismo religioso”. Él era rico de tantas cosas, y también quería acumular su tesoro de virtud, su cofre de mandamientos y cumplimientos para no ser pobre en nada… ¿Qué hace falta para tener también la vida eterna?
    La sorpresa es que Jesús no le dice “añade” esto que te falta en tu acopio, sino más bien deja lastre, abandona cosas, déjate a ti mismo... y sígueme, vente conmigo, comparte mi vida, anuncia mi Palabra, construye mi Reino.
    Este era el nuevo mandamiento, el único mandamiento, la gran novedad: seguir al Maestro Bueno, dejando todo lo demás. La salvación no es fruto de nuestras conquistas, …es un don, un regalo, una gracia, que Dios da en su Hijo: la salvación es encontrarse con Jesucristo. Seguirle e imitarle, ha sido lo que han hecho los que verdaderamente se han encontrado con Él.
    Un encuentro que no se ha quedado en intimismo privado, sino en una santidad que da gloria a Dios y que bendice a los hermanos fructificando en mil empresas de caridad, de humanización, de libertad, de justicia y de paz.

    + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm – Arzobispo de Oviedo

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