En el mes del Rosario, la Virgen del Pilar
El año entero está salpicado de fiestas de la Virgen,
y el mes de octubre está dedicado al santo rosario, subrayando la importancia
de esta práctica piadosa en honor de María Santísima. El rosario es una oración que tiene a Cristo como centro: "bendito el
fruto de tu vientre, Jesús". En cada misterio contemplamos algún aspecto
de la vida de Cristo. Y esa contemplación la hacemos desde el corazón de su
madre María. Con María, miramos a Jesús y vamos repasando los misterios
gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos, es decir, su nacimiento, su vida y su ministerio público, su pasión y muerte y su
gloriosa resurrección.
El rosario
es una oración contemplativa, repetitiva del
avemaría, en la que se trenzan el saludo del ángel y el de su
prima Isabel y nuestra petición humilde "ruega por
nosotros pecadores". Hace pocos días en la Visita pastoral, al regalar a los niños del cole un
rosario, les explicaba en qué consiste este rezo repetitivo. Una niña preguntó
espontáneamente: ¿Y no te cansas de repetir tantas veces el avemaría? Le
respondí: En el rosario, María nos pregunta: "¿Me quieres?" Y yo le
respondo: "Te quiero". Ella me pide: "Dímelo de nuevo". Y
así, una y otra y otra vez. Se trata, por tanto, de un diálogo de amor, y cuando dos personas se quieren, no se cansan de decírselo una y mil
veces. El rosario es aburrido si se tratara solamente de repetición verbal de
unas palabras. Pero si es la expresión de un amor, el amor no cansa ni se
cansa.
Algunos han
comparado el rosario con la oración de Jesús, que en el oriente es tan
frecuente. Esa oración consiste en repetir una y mil veces la oración que
aparece en aquellos que se acercan a Jesús pidiendo un milagro: "Jesús,
Hijo de Dios vivo, ten compasión de mí, que soy un pecador". El libro
"El peregrino ruso" lo explica muy bien. Es una oración que se
pronuncia con los labios, pero que va calando progresivamente en el corazón,
hasta identificarse con el mismo latido del corazón. "Jesús, ten
piedad". Jesús es el centro, a quien se invoca, en quien se cree, en quien
se confía, a quien se ama. Y de esa mirada contemplativa al que puede sanarnos
y darnos su gracia, volvemos a nosotros, que somos pecadores y pedimos
misericordia.
En el
rosario ocurre algo parecido: La mirada se dirige a María continuamente,
repetitivamente. Con las palabras del ángel, con las palabras de Isabel. "Llena de gracia", "Bendita entre todas las mujeres".
Y de ella volvemos a nosotros: "ruega
por nosotros pecadores", con un añadido que pide humildemente
el don de la perseverancia final: "y en la hora de nuestra muerte". El
avemaría es una oración muy completa, cuyo centro es el fruto bendito de tu
vientre, Jesús. Cada misterio se inicia con el padrenuestro, la oración del
Señor, y se concluye con el gloria a las tres personas divinas.
Repetir una
y mil veces este esquema tan sencillo, hace que el corazón descanse ya no tanto
en las palabras, sino en la persona a la que se dirige: a María nuestra madre,
a la que pedimos insistentemente que ruegue por nosotros pecadores. La llena de
gracia en favor de los pecadores. He conocido muchas personas que han aprendido
a rezar con el rosario. Al principio fijándose más en las palabras
pronunciadas, después entrando en el corazón inmaculado de María, desde donde
contemplar a Jesús en cada uno de sus misterios, donde María va asociada a la
obra de la redención. Para muchas personas el rezo del rosario es una oración
contemplativa, que introduce serenamente en la hondura del misterio de Dios de
la mano de María, la gran pedagoga.
Recemos el
santo rosario. Recémoslo todos los
días, en distintas
ocasiones. Recemos el rosario en familia y por la
familia, en estos días
del Sínodo de la familia. Contemplemos cada uno de los misterios, tomando
alguna lectura de la Palabra de Dios y haciendo peticiones
por nuestras necesidades y por las del mundo entero.
La Virgen
del Pilar, que es venerada en toda España y muy especialmente en Aragón, nos
alcance esa unidad de España que tanto necesitamos en los momentos actuales.
Recibid mi
afecto y mi bendición:
+
Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, de una carta semanal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario