TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 12 de agosto de 2017

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 13 DE AGOSTO DE 2017, 19º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)



«¡ÁNIMO, SOY YO, NO TENGÁIS MIEDO!»

Mt. 14. 22-33

     Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo.
     Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, diciendo que era un fantasma. Jesús les dijo enseguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!».
     Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua». Él le dijo: «Ven». Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame». Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?». En cuanto subieron a la barca amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios».

Otras Lecturas: 1Reyes 19,9a.11-13a; Salmo 84; Romanos 14,22-33

LECTIO:
     ¡Qué poca fe! ¡Con qué facilidad dudamos de Dios! A todas las personas creyentes alguna vez Jesús nos dice: Qué poca fe ¿por qué has dudado? La duda viene en muchas ocasiones de la mano del sufrimiento. Cuando parece que el mar va a tragar a nuestra débil barca, cuando esperamos que Dios actúe de una determinada forma y no lo hace, cuando nos parece que en el mundo domina el mal, la injusticia, el egoísmo. Dudamos.
     Los discípulos que van en la barca con el Señor dudan y dudan después de que el maestro ha realizado el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces, después de comprobar la fuerza de Jesús. Los creyentes también tenemos esta misma experiencia; dudamos de Dios a pesar de que en muchas ocasiones hemos comprobado como el Señor ha estado de nuestra parte y ha convertido nuestro luto en danza.
     La duda es muy humana. Dudamos y en esos momentos hemos de ser humildes. A veces nos encerramos en nuestro propio dolor y no permitimos ni a Dios a los hermanos que nos ofrezcan su fuerza. Pedro, sin embargo, pide ayuda y extiende su brazo para que Jesús lo libre del hundimiento.
     El Evangelio nos anima a aprovechar los momentos de duda, de tempestad, de dificultad, para hacer crecer nuestra fe, para ser más humanos, más comprensivos, más solidarios de los que se equivocan, de los que se quejan y retroceden.
     Si vamos aprovechando las diferentes pruebas que la vida nos traiga seremos cristianos cada vez más maduros y recios, capaces de afrontar las dificultades, las cruces pesadas de la vida con fe, con valentía, con esperanza y hasta con buen humor.
           
MEDITATIO:
     El Evangelio nos presenta el episodio de Jesús que camina sobre las aguas del lago. Este relato es una hermosa imagen de la fe del apóstol Pedro. En la voz de Jesús que le dice: «Ven», él reconoció el eco del primer encuentro en la orilla de ese mismo lago, e inmediatamente, una vez más, dejó la barca y se dirigió hacia el Maestro. (Papa Francisco)
     Y caminó sobre las aguas. La respuesta confiada y disponible ante la llamada del Señor permite realizar siempre cosas extraordinarias. Jesús mismo nos dijo que somos capaces de hacer milagros con nuestra fe, la fe en Él, la fe en su palabra, la fe en su voz. (Papa Francisco)
     En el personaje de Pedro, con sus impulsos y sus debilidades, se describe nuestra fe: siempre frágil y pobre, inquieta y con todo victoriosa, la fe del cristiano camina hacia el encuentro del Señor  resucitado, en medio de las tempestades y peligros del mundo. (Papa Francisco)
     La fe nos da la seguridad de la presencia de Jesús siempre a nuestro lado, con su mano que nos sostiene para apartarnos del peligro. Todos nosotros estamos en esta barca, y aquí nos sentimos seguros a pesar de nuestros límites y nuestras debilidades. Estamos seguros sobre todo cuando sabemos ponernos de rodillas y adorar a Jesús, el único Señor de nuestra vida.  (Papa Francisco)

ORATIO:
Señor, ¡Sálvame!
Sálvame cuando no se reconocerte a ti en tu Palabra,
Sálvame cuando me alejo y mi barca empieza a naufragar.
Sálvame porque Tú eres el único que salva.

     Concédenos la fe para confiar en tu bondad, a pesar de nuestra ignorancia y debilidad. Concédenos el conocimiento, para que sigamos orando con un corazón consciente, y muéstranos lo que cada uno de nosotros tiene que hacer para favorecer la llegada del día de la paz universal…

CONTEMPLATIO:
«Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua»
     Pedro no camina hasta que Jesús le dice: Ven. También Jesús nos dice esa palabra en diversas ocasiones al día: cada vez que nos viene a la mente una buena obra: hacer un favor, dar una limosna, etc. Es posible que no nos demos cuenta de esta realidad, pero es Dios quien nos inspira esos pensamientos.
     Las dificultades llegan cuando nos pide algo más, un sacrificio mayor. Es entonces cuando sentimos que nuestras pasiones se rebelan y nos echamos atrás. Aquella posibilidad de avanzar se ha convertido en un fracaso, en un naufragio. ¿Por qué?
«Señor, sálvame»
     Con fe, Pedro hubiera cruzado a pie todo el lago. Con fe, nosotros también seríamos capaces de los mayores milagros. Si tuviéramos un poquito de fe, nos sorprenderíamos de hasta dónde podemos llegar.
Jesús escucha la súplica de Pedro y por eso le extiende su mano para ayudarle, enseñando a los discípulos y a nosotros que muchas veces las adversidades parecen interminables, pero la mano misericordiosa de Dios siempre estará para socorrernos cuando pedimos auxilio al Padre.
Para los que buscamos seguir e identificarnos con el Señor, este pasaje nos hace tomar conciencia sobre la actitud que debemos tener en todos los momentos de nuestra vida, escuchando del Señor:
«…Ánimo, no temas, soy YO…»
     …haciéndonos ver que Él siempre está a nuestro lado, que nos acompaña y que nuestro apoyo y nuestra fortaleza es Él, que siempre está a nuestro lado, aún en los momentos de turbulencias y de tormenta, ya que está acompañándonos para sacarnos cuando nos hundimos y seguir andando en su Nombre.
                                                                                                                                    
   Mas ¿por qué no mando el Señor a los vientos que se calmaran, sino que, tendiendo Él su mano, cogió a Pedro? Porque hacía falta la fe del propio Pedro. Cuando falta nuestra cooperación cesa también la ayuda de Dios [] Así, de no haber flaqueado en la fe, fácilmente hubiera resistido también el empuje del viento. La prueba es que aun después de que el Señor lo hubo tomado de la mano, dejo que siguiera soplando el viento; lo que era dar a entender que, estando la fe bien firme, el viento no puede hacer daño alguno. (Juan Crisóstomo).

1 comentario:

  1. Confieso que este texto siempre me ha ayudado en todos los momentos de mi vida por la sabiduría que encierra.
    Jesús ora en la madrugada. Busca los lugares solitarios. Pero, nunca se olvida de la gente. Los que dicen de los orantes que se olvidaron de la humanidad caen en la calumnia y expresa que ellos nunca oraron de verdad.
    La clave está en que Jesús, desde su oración, desde el monte, contempla a los que se debaten con miedo, con perplejidad, en los mares embravecidos de la vida. Jesús camina hacia ellos, camina hacia las aguas, que es propio de Yahvé, de Dios, del Espíritu, que se cernía sobre las aguas.
    Este pasaje expresa maravillosamente que Jesús es, cien por cien, divino y cien por cien humano. En su divinidad camina sobre las aguas, en su humanidad se conmueve ante las personas que lo está pasando muy mal.
    El miedo siempre paraliza el corazón humano y nos hunde. Jesús anima a Pedro a caminar hacia Él. Al principio lo consigue y, después, la duda y las dificultades del mar embravecido le hacen hundirse en el agua. Al final, el Señor cuando nos fiamos y confiamos en su Corazón nos saca siempre de los apuros. Ni nos traga la corriente, ni nos hundimos en el mar. Cuando nos cogemos de su mano, aunque nos digan que somos personas de poca fe y que la duda forma parte de nuestra vida de seguimiento de Jesús, salimos siempre a flote.
    Marchemos siempre tras el Señor y descubramos que no existe nada que nos lance más al auténtico compromiso con los hermanos que cuando somos capaces de entregar la vida por amor y sembrar de esperanza y de acogida a los que se debaten en el mar embravecido de la vida, con nubes de miedo y con la confianza en su Corazón

    +Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

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