TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 3 de junio de 2017

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 4 DE JUNIO DE 2017, SOLEMNIDAD DE LA PASCUA DE PENTECOSTÉS (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)

«PAZ A VOSOTROS… RECIBID EL ESPÍRITU SANTO»

Jn. 20. 19-23
     Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado.  Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 
     Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo;  a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Otras Lecturas: Hechos 2,1-11; Salmo 103; 1Corintios 12, 3b-7.12-13

LECTIO:
            Jesús antes de su ascensión al Padre hizo dos promesas muy importantes a sus discípulos: por una parte, que permanecería con, en y entre ellos hasta el final de los siglos; y por otra, que les enviaría desde el Padre al Espíritu Santo, que sería para ellos el Consolador, el que llevaría a plenitud lo que Jesús mismo había comenzado, recordándoles lo que Él les había revelado.
     Tras la ascensión de Jesús, los discípulos volvieron a Jerusalén. Allí esperarían el cumplimiento de la promesa del Espíritu. “Todos los discípulos estaban juntos el día de Pentecostés”. La tradición cristiana siempre ha visto esta escena como el prototipo de la espera del Espíritu. La Madre de Jesús –y de los discípulos que engendró al pie de la Cruz del Señor – era una mujer que sabía de la fidelidad de Dios, de cómo Él hace posible lo que para nosotros es imposible; era una mujer creyente que había aprendido a guardar en su corazón todo lo que Dios le manifestaba. Ella era, y sigue siendo, la que reunía a la Iglesia.
       “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Los discípulos de Jesús que formamos su Iglesia, como miembros de su “cuerpo”, desde nuestras cualidades y dones, en nuestro tiempo y en nuestro lugar, estamos llamados a continuar lo que Jesús comenzó.
El Espíritu nos da su fuerza, su luz, su consejo, su sabiduría para que a través nuestro también puedan seguir escuchando hablar de las maravillas de Dios y asomarse a su proyecto de amor otros hombres, culturas, situaciones.
El Espíritu “traduce” desde nuestra vida, aquel viejo y nuevo mensaje, aquel eterno anuncio de Buena Nueva. Esto fue y sigue siendo el milagro y el regalo de Pentecostés. 

MEDITATIO:
Donde llega el Espíritu de Dios, todo renace y se transfigura.
…Nadie se esperaba ya nada de los discípulos... En cambio, se verificó un hecho inesperado que suscitó admiración: la gente quedaba turbada porque cada uno escuchaba a los discípulos hablar en la propia lengua, contando las grandes obras de Dios. (Papa Francisco)
     La Iglesia que nace en Pentecostés es una comunidad que anuncia un mensaje nuevo: Cristo está vivo, ha resucitado; un lenguaje nuevo: el lenguaje del amor. (Papa Francisco)
     El Espíritu Santo nos enseña: es el Maestro interior. Nos guía por el justo camino, a través de las situaciones de la vida. …nos enseña a seguir a Jesús, a caminar siguiendo sus huellas. El Espíritu Santo es  maestro de vida dentro del horizonte más amplio y armónico de la existencia cristiana. (Papa Francisco)
     El Espíritu Santo nos recuerda todo lo que dijo Jesús. Es la memoria viviente de la Iglesia. Y mientras nos hace recordar, nos hace comprender las palabras del Señor. Nos recuerda todo lo que dijo Cristo, nos hace entrar cada vez más plenamente en el sentido de sus palabras. (Papa Francisco)
     Con la ayuda del Espíritu Santo, podemos interpretar las inspiraciones interiores y los acontecimientos de la vida a la luz de las palabras de Jesús. Y así crece en nosotros la sabiduría de la memoria, la sabiduría del corazón, que es un don del Espíritu. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor…

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo…
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo…
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos…
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos…


CONTEMPLATIO:
     Todo nos invita a vivir desde fuera. Todo nos presiona para movernos con prisa, sin apenas detenernos en nada ni en nadie.  Se nos está olvidando lo que es saborear la vida desde dentro.
     Muchos no saben lo que es el silencio del corazón, no están acostumbrados a vivir la fe desde dentro. Privados de experiencia interior, sobrevives olvidando tu alma: escuchando palabras con los oídos y pronunciando oraciones con los labios, mientras tu corazón está ausente. ¿Dónde y cuándo acoges el Espíritu del Resucitado en tu interior?
     Acoger al Espíritu de Dios quiere decir dejar de hablar solo con un Dios al que casi siempre colocamos lejos y fuera de nosotros, y aprender a escucharlo en el silencio del corazón. Dejar de pensar a Dios solo con la cabeza, y aprender a percibirlo en los más íntimo de nuestro ser.


Es vano esperar recibir y aprender de boca de cualquier hombre lo que sólo es posible recibir y aprender de la lengua de la verdad. En efecto, como dice la verdad misma, «Dios es Espíritu» (Jn 4,24). Dado que es preciso que sus adoradores lo adoren en Espíritu y en verdad, los que desean conocerlo y experimentarlo deben buscar sólo en el Espíritu la inteligencia de la fe y el sentido puro y simple de esa verdad. (Guillermo de Saint-Thierry).

1 comentario:

  1. La Fiesta de la Cosecha, de Pentecostés es fiesta judía, Jesús le ha dado su pleno significado, porque el fruto de su Amor resucitado es Pentecostés, es el Espíritu Santo, “Señor y Dador de Vida”.
    Pentecostés está inserto en el Cenáculo, porque no hay evangelización auténtica si no existe una profunda intimidad y relación con el Corazón del Señor resucitado.
    El fruto es el Espíritu Santo que da la vida nueva resucitada y que nos convoca al Cenáculo. En la Escuela del Cenáculo se vive la Eucaristía, el amor a la Iglesia, María, los apóstoles, Pedro, el servicio a los pobres. Es vivir entregando la vida por amor y sembrando los caminos del mundo del gozo que predica Pentecostés que nos habla de amor entregado, del bautismo, de Cristo, muerto y resucitado, de hacer discípulos, de caminar junto a la humanidad, que cuanto más se aleja de Jesús, pierde el norte.
    Es necesario volver al aire del Espíritu, del Cenáculo, para salir transformados en una vida nueva que nos lleva a evangelizar. Entrar en el Cenáculo para ser una Iglesia en salida hacia las periferias.
    Decía san Juan Pablo II que la Iglesia tiene que estar en un permanente Cenáculo de intimidad con Cristo y un permanente Pentecostés que nos lleve a salir por los caminos con el mantel de la Eucaristía y con el ofrecimiento humilde de la Redención a toda la humanidad. Oración y vida para entregarse a los planes del Señor.
    Es necesario volver, una y otra vez, a la alegría y al gozo de quien ha conocido el Amor de Jesús en el Cenáculo, en la Eucaristía, en el amor fraterno, en el servicio, en el lavatorio de los pies y abre su corazón y su gozo a la esperanza cierta de quien quiere vivir en la verdadera conversión de los sentimientos de Cristo. Vivir un nuevo Pentecostés que nos conduce a una nueva etapa evangelizadora y a sembrar los caminos de la alegría del Resucitado.

    +Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

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