TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 3 de diciembre de 2016

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 4 DE DICIEMBRE, 2º DEL ADVIENTO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

«PREPARAD EL CAMINO DEL SEÑOR»
Mt. 3. 1-12

     Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando: Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos. Éste es el que anunció el profeta Isaías diciendo: «Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos».
     Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.
     Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a escapar de la ira inminente?
     Dad el fruto que pide la conversión, y no os hagáis ilusiones pensando: «Abrahán es nuestro padre», pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego.
     Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con el Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.

Otras Lecturas: Isaías 11, 1-10; Salmo 71; Romanos 15, 4-9

 LECTIO:
     Juan el Bautista,  junto con María la Madre del Señor, forma esa tríada de personas que nos enseñan a vivir cada adviento. El Bautista hablará del Enviado, anunciado por Isaías: sólo que ese Mesías estaba ya entre ellos. “Convertíos, porque el reino de los cielos está cerca”.
     Este nuevo profeta la emprendía con los fariseos y saduceos que veía en torno suyo, increpándoles que no basta saber lo que los antiguos profetas dijeron, porque de qué sirve saber si no se vive eso que se conoce. Este era el problema de unos y otros: no desconocían las profecías sobre el futuro Mesías, pero sus vidas no eran una tierra adecuada para acogerlo cuando viniera.
     La semilla jamás puede germinar en los diccionarios que la definen ni en los manuales que la describen, sino en la tierra que la acoge. El Bautista trataba de despertar a su Pueblo: allanad senderos, enderezad entuertos, preparad el camino del Señor que viene.
     En este 2º domingo de nuestro Adviento, la Palabra de Dios viene a nosotros como anuncio esperanzado, diciéndonos que efectivamente no nos engaña nuestro corazón cuando sueña un mundo diferente al que cotidianamente nos asomamos.
     Ese cielo nuevo y esa tierra nueva en donde Dios habitará entre nosotros, en donde no habrá llanto ni pesar, en el que todo lo caótico cederá para dar paso a una ciudad buena y bella, habitable según el proyecto de Dios, ya está entre nosotros. Esa tierra nueva es Jesucristo y su reino, que viene continuamente a quien le acoge.

MEDITATIO:
     Juan Bautista nos exhorta a preparar el camino del Señor, a allanar nuestros caminos, a sacar aquello que entorpece o impide que Él sea  todo en nuestra vida, ¿qué te impide vivir plenamente siguiendo a Jesús? ¿En qué te tienes que  trabajar para vivir más unido al Señor y vivir de  acuerdo a  lo que Él espera de ti?
“Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”.
   Hoy  preparar el camino del Señor implica abrirle el corazón, dejar que Él actúe en nuestra vida, darle la oportunidad de que vaya sanando nuestro corazón y vaya derramando su gracia. ¿Cómo puedes  ser presencia de Dios para los demás? ¿Dejas que el Señor haga su obra en ti? San Juan invita a la conversión, al cambio de actitud, a la esperanza y a poner manos a la obra. Hay muchos baches que terraplenar, muchos montículos que desmochar, mucho que enderezar y consolidar. Intenta descubrir qué es sólo esencial, qué necesitas relativizar y cuáles son las cosas necesarias.
“El árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego”.
     ¿Estás dando los frutos que  como cristiano debes dar? ¿En  tu mundo y en tu comunidad, eres profeta que libera, sana, anuncia la aurora de la salvación y acompaña a las personas rotas?

ORATIO:
     Suscita hoy en nosotros, Señor, el deseo vivo de volver a ti mediante una verdadera conversión. 

Dame tu mano, Señor, y guíame hacia donde me necesiten.
Te ofrezco mi tiempo, mi esfuerzo, mis ganas de dar y de darme.
Quiero seguirte y ser capaz de dar todo por los otros.

     Jesús, germen de David, tú vienes a nosotros como niño que no teme extender la mano a los venenos de nuestra humanidad: enséñanos a acogernos mutuamente para gloria de Dios; que no sea sólo el temor quien nos mueva a convertirnos, sino la convicción íntima de que con tu presencia Dios camina en medio de nosotros y nos convierte en su pueblo.

CONTEMPLATIO:
     Con la predicación del Bautista comienza ya a escucharse la llamada a la conversión que centrará todo el mensaje de Jesús. Para esta conversión no basta pertenecer al pueblo elegido. No es suficiente recibir el bautismo del Jordán. Es necesario "dar el fruto que pide la conversión": una vida nueva, orientada a acoger el reino de Dios.
     Esta conversión no es sólo un cambio individual de cada uno, sino el clima que hemos de crear en la Iglesia, en nuestras comunidades, en nuestras familias…  pues todas ellas han de vivir acogiendo el reino de Dios. No consiste tampoco en cumplir con más fidelidad las prácticas religiosas, sino en "buscar el reino de Dios y su justicia" en la sociedad.
    Esta llamada que comienza a escucharse ya en el desierto será el núcleo del mensaje de Jesús. Él defiende a los débiles, cura a los enfermos, perdona a los pecadores, bendice a los niños. Jesús introduce en los corazones confianza en un Dios bueno porque entiende la religión como la acogida de un Dios Padre que quiere vernos convivir como hermanos.
Es necesario promover los "signos" del reino que Jesús practicaba: la acogida a los más débiles; la compasión hacia los que sufren; la creación de una sociedad reconciliada; el ofrecimiento gratuito del perdón; la defensa de toda persona.  

   Respóndeme, corazón humano: ¿prefieres gozar siempre de las cosas de este mundo o estar siempre con Dios? Tu elección dependerá de la intensidad de tu amor. Ama para que puedas elegir correctamente; ama intensamente para poder optar más útilmente; ama a Dios para poder elegir estar siempre con Dios     Te respondo: «Esfuérzate por seguir a los que ya corren por el camino de Dios: no podrías tener mejores guías de viaje» (Hugo de San Víctor).          

1 comentario:

  1. El centro del Adviento, de la Navidad, de la Pascua, es Cristo. Sin embargo, la venida del Señor es siempre preparada. Son los testigos, hombres y mujeres, que en la noche de la historia se preparan para el que siempre está viniendo a nuestra vida. Sólo hay que estar preparados.
    Juan, es uno de los protagonistas más vivo del Adviento. Junto a él todos los profetas que le esperaron y sobre todo, como dice el prefacio de Adviento, María que “le esperó con inefable amor de Madre”.
    Juan prepara, pero no es el centro. En su humildad sabe que tiene que desaparecer. Algunos cristianos, a lo largo de los siglos, han confundido la espiritualidad de Juan Bautista con el mensaje y la salvación de Jesús. Juan es un poco extravagante, llamativo. Es, sobre todo, grito. Espabila las conciencias. Pone a la gente contra la pared. Es una denuncia que anuncia. Se le acerca la gente temblando.
    No es el Corazón Manso y Humilde de Jesús al que se acercaban sin temor los niños, los pecadores, las prostitutas. La conversión a la que llama Jesús es a “tener sus mismos sentimientos” (Cfr. Fil. 2,5). Jesús es un anuncio que denuncia.
    Juan cumple con su misión. Su vida, su espiritualidad, su estilo, es una preparación al que Vendrá. Él no quiere que se quede en el pues no es digno ni de desatarle la correa de las sandalias. Es el dedo que os indica que miremos “al sol que nace de lo alto”
    Es necesario volver a una mirada, al Cristo del Corazón abierto, con la radicalidad de los santos, de Juan Bautista, pero sobre todo con el anuncio para que no nos quedemos solos en una denuncia que, a veces, nos hace continuamente bajar al sótano de nuestro corazón con batallas perdidas, con amarguras no confesadas..
    Juan, no es el camino. Indica, pero no es la vida. Es voz, pero no la Palabra.
    Aprendamos de su humildad y de su desaparecer y habremos encontrado un camino seguro en el seguimiento de Cristo, Camino de la vida verdadera y habremos preparado el camino del Señor.
    La preparación es esencial para que nazca la semilla. Sin roturar el terreno, sin el abono de la humildad y la siembra de la paciencia, no podemos nunca anunciar una buena cosecha.

    +Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

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