« JOSÉ HIZO
LO QUE LE HABÍA MANDADO EL ÁNGEL »
Mt. 1,18-24
El nacimiento de Jesucristo fue de
esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir
juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su
esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto.
Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel
del Señor que le dijo:
José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María,
tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le
pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por
el Profeta: Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por
nombre Enmanuel, que significa «Dios-con-nosotros».
Cuando
José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a
casa a su mujer.
Otras
Lecturas: Isaías 7, 10-14; Salmo 23; Romanos 1, 1-7
LECTIO:
Estamos en el último
domingo de adviento, ya en las puertas de la Navidad, y a nosotros se nos ha anunciado esta
Buena noticia prometida antiguamente por los profetas.
No sólo… para Israel,
sino para todos y para siempre, Yahvéh dejará de ser un Dios Altísimo (en cuanto lejano) para ser un Dios-con-nosotros, un Dios que ha querido acamparse en nuestro
suelo, hablar nuestro lenguaje, sufrir nuestros dolores y gozar nuestras alegrías.
Si fuera sólo Dios pero
no estuviese con nosotros, sería una divinidad tan lejana que sería inútil, y
por lo tanto su salvación no nos interesaría ni nos serviría para nada.
Si estuviera con-nosotros
pero no fuese Dios, estaríamos ante alguien “buena persona”, alguien “majo”,
pero que no podría acceder a los entresijos de nuestro corazón y de nuestra historia,
en donde nuestra felicidad se hace o se deshace.
Él es Dios y
con-nosotros, es el Emmanuel. Ojala que descubramos que jamás molestamos a un Dios que ha querido
amarnos hasta la convivencia, hasta la coexistencia, hasta ser-estar con
nosotros.
Y ojala nos conceda
tratarnos entre nosotros como somos tratados por Él: que acogiendo y contemplando
al Emmanuel, al Dios-con-nosotros, podamos a nuestra vez ser también nosotros
hermanos-entre-hermanos siendo verdaderamente hijos ante Él.
MEDITATIO:
En este cuarto domingo de Adviento, el Evangelio nos relata los hechos
que precedieron el nacimiento de Jesús, y el evangelista Mateo los presenta
desde el punto de vista de san José, el prometido esposo de la Virgen María. (Papa
Francisco)
«Como era justo y no quería
difamarla, decidió repudiarla en privado».
Hay que
meditar estas palabras para comprender cuál fue la prueba que José tuvo que
afrontar los días anteriores al nacimiento de Jesús. (Papa Francisco)
José
siempre dejaba espacio para escuchar la voz de Dios, atento a los mensajes que
le llegaban desde lo profundo del corazón y desde lo alto. No se obstinó en
seguir su proyecto de vida, no permitió que el rencor le envenenase, sino que
estuvo disponible para ponerse a disposición de la novedad que se le presentaba
de modo desconcertante. (Papa Francisco)
Dios irrumpe en las vidas de María y José y las
"trastorna". No obliga, seduce. Suscita el
amor del hombre y entonces lo lleva por donde no hubiera soñado jamás... Cuando
alguien se deja guiar por Dios, debe improvisar, y a pesar de la oscuridad de
la fe, al final siempre brilla la luz. La actitud correcta es entonces el
abandono en su voluntad. (Papa Francisco).
Nos
disponemos a celebrar la Navidad contemplando a María y a José: María, la mujer
llena de gracia que tuvo la valentía de fiarse totalmente de la Palabra de
Dios; José, el hombre fiel y justo que prefirió creer al Señor en lugar de
escuchar las voces de la duda y del orgullo humano. Con ellos, caminamos juntos
hacia Belén. (Papa Francisco)
ORATIO:
Señor, has diseminado múltiples signos de
tu presencia, pero nosotros no podemos darnos cuenta de su poder sino en el
momento en que de veras nos comprometemos contigo. Danos la gracia de abrirnos
a ti y de acogerlos.
Ven, Señor Jesús, ven pronto a mi vida, ven pronto, Señor…
Porque sin Ti todo suena vacío; sin Ti, todo me deja tristeza…
sin Ti, no me importa mi hermano, no me importa el que sufre,
porque sin Ti mi corazón es de
piedra…
No permitas, Señor, que
pasen desapercibidos estos signos preciosos de tu presencia…Al contrario, refuerza y
guarda en nosotros la fe obediente del justo José.
CONTEMPLATIO:
Mateo declara que llevará el nombre de «Emmanuel», «Dios-con-nosotros».
Dios está con nosotros. Cuando nadie nos comprende, él nos
acoge. En momentos de dolor y depresión, nos consuela. En la
debilidad y la impotencia nos sostiene. Siempre nos está invitando a amar la
vida, a cuidarla y hacerla siempre mejor.
Dios está con nosotros. Está en la vida y estará en la muerte.
Nos acompaña cada día y nos acogerá en la hora final. También entonces estará
abrazando a cada hijo o hija, rescatándonos para la vida eterna.
Dios está con nosotros. Esto es lo que celebramos los
cristianos en las fiestas de Navidad: creyentes, menos
creyentes, malos creyentes y casi increyentes. Esta fe sostiene nuestra
esperanza y pone alegría en nuestras vidas.
■… Hoy, María, te
has hecho libro en el que se escribe nuestra norma. En ti hoy se escribe la sabiduría
del Padre eterno. En ti hoy se manifiesta la fortaleza y la libertad del hombre
porque fue enviado un ángel a anunciarte el misterio del plan divino, y pedir
tu consentimiento (...). Esperaba a la puerta de tu voluntad para que le
abrieras, quería venir a ti; y nunca hubiese entrado si no le hubieses abierto
diciendo: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí
según tu palabra» (Catalina de Siena)
María y José en este cuarto domingo de Adviento son los grandes protagonistas del que ya está golpeando a la puerta para venir y entrar, el Señor Jesús.
ResponderEliminarMaría, la mujer que creyó que para Dios nada hay imposible, está detrás de la fe de San José al que el Señor le pide lo más difícil y complicado que te puede tocar en esta vida cuando amas. Y el Señor le pide la poda y el despojo total.
Primero, el amor sin poseer. José tiene que amar con locura y saber que no le pertenece su esposa, María ni el Niño que ha nacido “por obra y gracia del Espíritu Santo”. José no comprende, como nosotros, pero recorre kilómetros amando sólo en fe y esperanza. No pide explicaciones especiales, sólo quiere saber dónde situarse en el misterio en el que Dios le envuelve y confía, en medio de no pocas tribulaciones, dudas y dificultades.
Segundo, el problema de los “Josés” de la historia es cumplir con el papel perfectamente y cuando se cierre el telón saber desaparecer con paz. Es la lógica de las almas grandes, de los gigantes que hacen tanto bien sin notarse. Estar en los momentos claves de la vida y de la historia, como José, y luego de puntillas retirarse en el momento “justo y necesario”. Esto sólo lo entienden las almas grandes, capaces de vivir en voluntad de Dios. Los que saben que el gran protagonismo de la historia es el Amor de Dios. La profunda humildad del corazón de hacer el bien casi sin notarse.
Por último, José no se retira al sótano de los quemados intensivos, de los instalados en la queja permanente, sino que busca, desde su propia realidad, amar hasta el extremo. Desde cualquier situación que vivamos podemos ser Adviento, esperanza y como José, construir desde nuestra pobreza, desde nuestro cansancio. Sabiendo que cuando nos ponemos en sus manos con una infinita confianza, el Señor nos transforma y nos crecen las alas, como a San José, de servicio y de entrega aunque nos toque aparentemente la parte más dura de la vida, la de amar desde el anonimato, la sencillez y el, al mismo tiempo, saber desaparecer.
José, en este último domingo de Adviento, es una llamada a vivir la fe de María. Abrirse al Misterio. Contemplar al que llega para saciar nuestro infinito deseo de Amor.
+Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres