TIEMPO LITÚRGICO

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miércoles, 24 de febrero de 2016

DE LOS ESCRITOS DEL VENERABLE D. LUIS DE TRELLES Y NOGUEROL


VIRTUDES EUCARÍSTICAS DE JESÚS: EL SILENCIO

     Jesús, Verbo divino, palabra de Dios, Dios Hijo, está constantemente callado en la sagrada hostia: El silencio de Jesús en el tabernáculo tiene misterios elevadísimos. Parece que su Divina Majestad haya querido que la mortificación sea completa en su vida eucarística, y que la más eminente, si puede así decirse, y la más característica de sus actividades sea y se mantenga inactiva en el Sagrario.
     El silencio de Jesús sacramentado es por nosotros, para nosotros y para nuestro ejemplo y enseñanza, guardado. Calla en el altar, pero obra, sin aparato ni ruido de palabras. Dice desde allí al alma por medios y resortes misteriosos todo lo que conduce a su edificación y a la utilidad de su espíritu.
     Estas como muchas otras de sus fuerzas vivas, permanecen muertas sólo aparentemente en la forma consagrada, como para concentrarse y ejercitarse de otro modo místico en el orden de la gracia, preparando y madurando con su influencia frutos de vida eterna en las almas fieles. [...]
     Dichoso el que oye su voz y no con el temor de que hablaba el profeta, sino con la caridad que aleja el temor según san Pablo. [...] El silencio de Jesús, excepto con los que le reciben dignamente, nos enseña que el cristiano debe poner un sello a sus labios y una cerradura a su boca, como dice un proverbio.
     Nada de palabras vanas y mucho menos de detracción, de injuria, de ira, de venganza, o que disminuyan la caridad, ni aun de muchas palabras indiferentes, recordando aquella sentencia del Sabio, que donde abundan las palabras se infiere gran pobreza de sentimiento y de actividad del espíritu. Nada de conversaciones inútiles en quien recibe con frecuencia al Señor, que por tan amoroso medio nos invita a seguir su ejemplo de silencio. Cuando era en su pasión y en la cruz objeto de burla y escarnios, Jesús callaba, dice el Evangelio.
     Los que acercándose a la mesa celestial no practican aquella virtud que Jesús les enseña como maestro, han de pedírsela allí a lo menos repitiéndole con humilde oración: «Pon Señor, guarda a mí boca, y la puerta de la oportunidad a mis labios, para que no decline en palabras de malicia para buscar excusas a mis pecados.»

(L. S. Tomo, I, 1870, págs.321 - 322)


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