TIEMPO LITÚRGICO

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viernes, 6 de noviembre de 2015

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 8 DE NOVIEMBRE, 32º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

 «…AÚN PASANDO NECESIDAD HA ECHADO TODO LO QUE TENÍA»


 Mc. 12- 38-44
     En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.»
     Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales.
     Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»

Otras Lecturas: 1Reyes 17,2-10.9-16; Salmo 145; Hebreos 9, 24-28

LECTIO:
            Jesús se encuentra enseñando en el Templo de Jerusalén. El evangelista Marcos nos dice que la muchedumbre le escuchaba a gusto. En su enseñanza Jesús advierte a sus oyentes sobre la vida tan poco ejemplar de los escribas.
       Éstos eran hombres que formaban parte de la clase alta de la sociedad israelita y conocían  a fondo las Sagradas Escrituras. Esta capacidad la podían haber puesto al servicio del pueblo, sin embargo, la mayoría de los escribas, se habían convertido en hombres soberbios, que miraban por encima del hombro a los demás. Pero no solamente buscan reconocimientos y que les reserven los primeros puestos, sino que, engañan a la gente humilde poniendo a Dios como excusa. 
       La llamada de atención de Jesús al principio del evangelio va también dirigida a nosotros. ¡Cuidado con reproducir en nuestra vida algunas de estas actitudes! ¡Cuánto más vale ser hombres sencillos, aunque nadie te aplauda o reconozca, con lo justo para vivir, que no arriesgarnos a que un día Dios nos tenga que reprochar nuestras soberbias o engaños!
       A continuación, una viuda nos es puesta por Jesús como ejemplo a seguir. Esta mujer echó en el cofre del Templo, su ofrenda para Dios, dos monedas de muy poco valor.
       Jesús presencia esta escena y no tiene dudas: la ofrenda de esta mujer vale más que las cantidades que echan los ricos en la misma arca del Templo.
       La lección es clara: cuando uno da de aquello que necesita para vivir o le supone un esfuerzo, entonces esa ofrenda es realmente auténtica, cuando uno da de aquello que le sobra o le molesta en el monedero, entonces la ofrenda tiene otro valor bien distinto. 

  MEDITATIO:                
« ¡Cuidado con los escribas! »

     El Señor critica duramente a los fariseos porque vivían una fe de apariencia, una fe vacía. Aparentaban y fingían ante su pueblo.
¿Hay algo en ti que pueda criticarte el Señor respecto a tu relación con Él o con los demás porque dices una cosa y vives otra?
¡Cuidado con el escriba y el fariseo que llevas dentro! Cae en la cuenta de que no estás libre de las actitudes que denuncia Jesús: deseo de reconocimiento, primeros puestos, significatividad, cierta ambición… si no por cosas materiales, sí por otros bienes sociales.

« “Estando Jesús sentado…observaba a la gente” »

¿Cómo te impacta la actitud observadora de Jesús? ¿Te detienes a mirar en serio como hace el Señor o pasas de largo sin tomar contacto con la realidad?
     Sin prejuicios ni distinciones entre pobre y ricos, sinceramente,
¿Qué te enseña esta Palabra de Jesús? ¿Cuáles son tus riquezas hoy? Piensa en riquezas religiosas, familiares, culturales, humanas, materiales, sociales… ¿Repartes estas riquezas o das de lo que te sobra para “quedarte tranquilo”?                                                                               
ORATIO:
     Tú eres el tesoro del Padre y el tesoro de la humanidad: en ti está depositada la plenitud de la divinidad; sin embargo, sigues esperando aún de nosotros el óbolo de lo que somos…

Te alabo, Señor, y te doy gracias de corazón

porque eres siempre fiel a quienes amas.
Te alabo porque sostienes a los que ya no resisten.
Te alabo porque tu Reino dura por siempre. 
Te alabo porque das felicidad a quien tiene su apoyo y esperanza en Ti.


      Queremos aceptar el desafío de tu Palabra y darte todo, hasta lo que necesitamos para hoy y para el día de mañana: tú mismo eres desde ahora la Vida para nosotros.

CONTEMPLATIO:
     En las sociedades del bienestar se nos está olvidando lo que es la «compasión». No sabemos lo que es «padecer con» el que sufre. Cada uno se preocupa de sus cosas. Cuando uno se ha instalado en su cómodo mundo de bienestar, es difícil «sentir» el sufrimiento de los otros. Cada vez se entienden menos los problemas de los demás. Damos «lo que nos sobra», lo que ya no  necesitamos para seguir disfrutando de nuestro bienestar.
     Necesitamos alimentar dentro de nosotros la ilusión de que somos humanos y tenemos corazón. La viuda ha donado al templo su persona entera. Se ha entregado plenamente y dejado a Dios el cuidado de su subsistencia. Estas cosas le fascinan a Jesús… Ella sí había entendido cuál es el principal de los mandamientos… El caso de la viuda muestra magníficamente lo que a Jesús le agrada ver en el corazón del hombre.

Ningún gesto de bondad queda privado de sentido ante Dios, ninguna misericordia queda sin fruto… Valore cada uno con diligencia la entidad de sus propios recursos, y que los que más han recibido den más (S.León Magno).

1 comentario:

  1. El texto de este domingo nos trae la deliciosa escena de un Jesús que observa lo que está ocurriendo en los aledaños del Templo de Jerusalén, y hace de su observación una hermosa enseñanza. Ante sus ojos aparecen los letrados y fariseos, esa gente importante, reconocida y mandamás, autorizadísimos por sus propias leyes, que iban y venían al Templo dándose una importancia arrogante. Jesús señala no sólo el uso pertinaz que estos personajes tenían, sino también el abuso injusto que ellos practicaban aprovechándose de las capas más bajas de aquella sociedad, como eran las viudas.
    Y junto a este grupo que así usa y así abusa, el Señor observa precisamente a una viuda que llega al Templo sin alarde ni presunción, y allí frente al cepillo ella contraxtaba con otra gente rica y principal que echaba en abundancia. Aquella pobre mujer no: tan sólo echó dos reales.
    A diferencia de la viuda de Sarepta –de ella nos habla la 1ª lectura (1 Reyes 17,10-16)– que su pobre donación fue bendecida por Dios obrando un milagro de abundancia en donde sólo había escasez, la viuda del Evangelio no será chistada por Jesús para premiarla de alguna manera evidenciando ante los demás su gesto generoso. No nos cabe duda que esta buena mujer habrá recibido el céntuplo en su encuentro con Dios, pero por el momento ni siquiera de ese reconocimiento gozó nuestra protagonista. Y sin embargo, Jesús la vió, y la ensalzó hasta el punto de colocarla como ejemplo. Exactamente igual que vio a los letrados y los puso de contraejemplo. Nada escapa a la mirada de Dios.
    ¿Qué es lo que Jesús vio en esta viuda? Que lo había dado todo. Por poco que fuera, éso era cuanto tenía. El premio de esta mujer estaba en la paz y en la falta total de agobio asfixiante, de zozobra angustiosa, porque vivía en la libertad de quien nada tiene que defender porque todo lo ha entregado ya. Curiosamente, los que viven así tienen esa felicidad que imposiblemente pretenden alcanzar aquellos que se resisten a darlo todo. Y aquí resalta la paradoja evangélica: quien entrega, tiene, quien retiene se quedará sin nada. Lo habremos experimentado tantas veces a propósito del perdón: quien se resiste a perdonar, quien quiere seguir siendo rico de sus razones, acaba frecuentemente en la soledad, en el resentimiento y en la amargura, mientras que quien aun teniendo razones las sabe “perder”, resulta que encuentra una alegría inusitada, una paz inesperada. Darlo todo, gratuitamente, como gratis lo hemos recibido, y también nosotros experimentaremos que las promesas de Jesús no son vacías. Somos lo que somos ante Dios y nada más.

    + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo

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