«TÚ LO DICES: SOY REY…»
Jn. 18.
33b-37
En
aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Jesús le
contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»
Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu
gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?» Jesús le
contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi
guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino
no es de aquí.»
Pilato le dijo: «Conque, ¿tú eres rey?» Jesús
le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he
venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad
escucha mi voz.»
Otras Lecturas: Daniel 7, 13-14; Salmo 92;
Apocalipsis 1, 5-8
LECTIO:
La
escena evangélica de hoy es el diálogo entre Pilato y Jesús que se produce en
el pretorio. Jesús se ha autoproclamado el rey de los judíos y Pilato puede
condenarle a muerte sin ningún reparo. Es rey pero su reinado es diametralmente
opuesto a cualquier reinado humano: “Mi reino no es de este mundo”. Los reinados humanos se caracterizan por la superioridad
militar, por el uso de las fuerzas… el reino de Jesús utiliza “otras fuerzas”
Pilato le repite: “Con que, ¿tú eres rey?”. Jesús sabe que no le
está entendiendo pero responde afirmativamente. Como
rey ha venido al mundo para ser testigo de la verdad, la Verdad que es Dios
mismo. Pilato no le entendió porque: Solo el que está de
parte de la Verdad puede escuchar y comprender a Jesús.
En Jesucristo, rey del Universo, ha llegado a nosotros el Reino de Dios. Es
verdad que no en su realización definitiva, pero sí con toda su fuerza. Es hora
de actuar y hacerlo con las “armas”
de este Rey: la paz, la verdad, la justicia, la misericordia, el amor… todo lo
que Jesús nos ha enseñado. Pero antes de “hacer”
debemos escuchar, escuchar la voz de Jesús, escuchar su Palabra…
Este Reino se construye también con pequeños y silenciosos
signos. Aliviar un poco el dolor de esa persona que conozco y que está
sufriendo también es una forma de trabajar por el Reino.
MEDITATIO:
«¿Dices eso por tu cuenta o te lo
han dicho otros de mí?»
Desde la vida de Jesús, desde su pasar
haciendo el bien, desde su muerte y resurrección…
■ ¿puedes afirmar que Él es rey, es tu rey,
es el que te ha cautivado y da sentido a tu vida, que te lleva a implicarte con
todas las consecuencias en su seguimiento, en la vivencia de lo que lleva
consigo su seguimiento?
Jesús es un rey crucificado. Su poder está
en la entrega de sí mismo para la salvación de todos. Así nos enseña la
inversión de valores, en contra de lo que la sociedad nos pregona y enseña.
■ ¿A qué te comprometen las palabras de
Jesús: “… todo el que es
de la verdad escucha mi voz”? ¿Qué
te dice Jesús con esto?, ¿en qué consiste estar de parte de la verdad?, ¿cómo y
cuándo estás tú de parte de la verdad y cuando no?
Jesús con su vida, pasión y muerte nos
enseña que la verdad está en el amor, en el perdón, en la comprensión, en el
servicio y en la solidaridad. Este es el reinado de Jesús.
ORATIO:
Señor,
moldea mi vida, mi conciencia, mi voluntad para que haga
de ella una ofrenda viva como la tuya.
Quiero,
Señor, contribuir
a construir tu reino. A veces me cuesta y me atraen otros señores, ayúdame a
luchar para conseguirlo con tu fuerza.
Ayúdame,
Señor, a amar como Tú, a vivir el reino como Tú, hasta dar la
vida por los demás, manifestando y mostrando todo el amor que Tú nos tienes.
CONTEMPLATIO:
«Tú lo dices: soy rey. Yo para
esto he nacido
Jesús ha venido a este mundo a introducir
la verdad. Su reino no es de este mundo. Sus seguidores, sus “discípulos” son
los que escuchan su mensaje y se dedican a poner verdad, justicia y amor en
este mundo.
y para esto he venido al mundo;
para ser testigo de la verdad.
El seguidor de Jesús es «testigo» de la verdad. Va
tras sus huellas para ser su discípulo. Vive convirtiéndose a Jesús, contagia
la atracción que siente por él, ayuda a mirar hacia el evangelio, pone en todas
partes la verdad de Jesús.
Todo el que es de la verdad
escucha mi voz.»
Ser fieles al Evangelio de Jesús es una
experiencia única que nos lleva a conocer una verdad liberadora, capaz de hacer
nuestra vida más humana.
■…
Te amaré con todo el corazón, persiguiendo sólo tu gloria sin
preocuparme en absoluto de la gloria de los hombres, a fin de llegar a ser uno
contigo ya ahora y después de la muerte, obteniendo así, oh Cristo, reinar
contigo, que aceptaste por mi amor la más infamante de las muertes. (Simeón…)
El ciclo litúrgico se cierra con esta fiesta de Cristo Rey en la que se nos presenta el célebre diálogo entre Pilato y Jesús. Curiosa o irónicamente, el evangelista ha ido presentando el desenlace final de Jesús Rey casi describiendo el ceremonial de coronación de reyes en el Antiguo Testamento: entrada triunfal sobre una mula, aclamaciones populares, proclamación oficial por escrito, entronización, coronación, unción..., pero todo ello no en un modo apoteósico, sino de una manera humilde. Y un Rey así, hablará con uno de los poderosos sobre algo fundamental para Jesús, que era meramente banal y curioso para Pilato: la verdad.
ResponderEliminarDetrás de este diálogo encontramos la terrible soledad en la que muere el Señor: abandonado por cuantos le temían como peligroso rival de sus púlpitos o de sus tronos (los fariseos y Pilato); por quienes le depreciaban desencantados ante un Mesías demasiado poco pelelón y agresivo (zelotes); también por quienes le seguían y amaban sinceramente, pero que acabarán huyendo, escondiéndose o renegando (discípulos).
La Verdad de Jesús, la Verdad de Dios, también tenía una precio duro e incómodo: la soledad. Podía haber convocado una cumbre y recortar los presupuestos de su economía de salvación, negociando con todos o con algunos de sus “abandonantes”. Pero Jesús no quiso más que dar su vida por la obra del Padre Dios, de la cual vivió y por la cual se desvivió.
Así lo dice ante Pilato: “para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad”. No se trata de una verdad abstracta y especulativa, ajena del todo a los que en la vida diaria acontece, sino de una verdad que tiene rostro, que tiene voz, que genera verdadera esperanza y gusto por la vida. El Semblante y la Palabra del Padre Dios es lo que Jesús testimonia, lo que Él nos da como verdad, como camino, como vida. Su Verdad es nuestra verdad, y no la que a veces nos inventamos nosotros o la que nos empeñamos en decidir en nuestras urnas interesadas.
La verdad de la vida, la verdad del amor, la verdad de la justicia, la verdad de la paz, la verdad de Dios y la del hombre, tienen un único rostro, una única voz, un único nombre: Jesucristo. Quiera Él ayudarnos a sentar esta verdad en nuestro trono personal y colectivo, y a abrazarla con todas nuestras fuerzas aunque ello nos pudiera ocasionar una pequeña o una grande soledad por los dominadores que usan y abusan de sus mentiras para seguir a toda costa en su poltrona de codicia, de lujuria y de poder. Sólo la Verdad nos hace libres, sólo el reinado de Jesucristo nos permite desmontar toda esclavitud y vivir como hijos ante Dios y como hermanos ante los demás.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo