TIEMPO LITÚRGICO
domingo, 28 de diciembre de 2014
LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 28 DE DICIEMBRE, EN LA SOLEMNIDAD DE LA SAGRADA FAMILIA
Y EL NIÑO IBA
CRECIENDO…
Lc. 2, 22-40
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de
Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor,
de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será
consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor:
«un par de tórtolas o dos pichones.»
Vivía entonces en Jerusalén un hombre
llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y
el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo:
que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el
Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus
padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y
bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo
irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para
alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados por
lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a María, su
madre:
«Mira,
éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera
discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada
te traspasará el alma.» Había también
una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana;
de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro;
no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones.
Acercándose en aquel momento, daba
gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de
Jerusalén. Y cuando cumplieron todo
lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de
Nazaret.
El niño iba creciendo y robusteciéndose,
y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
Otras
Lecturas: Génesis 15,1-6;21,1-3; Salmo 104; Hebreos 11,8.11-12.17-19
LECTIO:
Llevaron
al niño a Jerusalén para presentárselo al Señor
María y José, como buenos judíos, cumplen
la norma de la purificación de la madre a los cuarenta días del parto. Al mismo
tiempo, los judíos debían presentar y consagrar al Señor en el templo de
Jerusalén al primogénito si era varón.
Es la ofrenda pública al Señor de este
Niño, anticipo
de la gran ofrenda que hará en el Calvario de sí mismo para la salvación de
todos. “Aquí vengo, para hacer tu voluntad.” Podemos afirmar que toda la vida terrena de
Jesús es un “aquí estoy”, una actitud de entrega, una ofrenda total al Padre
para hacer su voluntad, su proyecto de salvación para todos los hombres.
María y José son los portadores de la
Gran Ofrenda, que es Jesús. Sus vidas estuvieron siempre en sintonía con la
voluntad de Dios
Mis
ojos han visto al Salvador
Simeón y Ana, reconocen en este Niño al
Mesías esperado. Simeón lleno de júbilo descubre en el Niño: al Salvador de
todos los pueblos; a la Luz que ilumina a todas las naciones y a la gloria del
pueblo de Israel. La promesa de salvación de Dios a su pueblo Israel, se ha
cumplido en este Niño. La historia de la salvación ha
llegado, no sólo para el pueblo
hebreo, sino para todo el mundo.
Ana, la profetisa, también reconoce quién
es aquel Niño. Y alaba a Dios y pregona a todos que aquel Niño viene para
colmar las esperanzas de Israel y liberar del pecado a todos los hombres.
Signo
de contradicción
La sombra de la cruz se perfila en el
horizonte de la vida de esta Familia. Este Niño será signo de contradicción. Para muchos será tropiezo
y piedra de escándalo,
para los fariseos y maestros de la Ley, pero también consuelo y ánimo para los
que esperaron y confiaron en Él. La
cruz está en la vida de cada persona, creyente o no. Pero, depende de la fe y
la confianza en Dios, para que las cruces sean también, como la de Jesús, causa
de salvación para sí y para otros.
Podemos exclamar con gozo como el anciano
Simeón: Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto al Salvador.
MEDITATIO:
La Sagrada Familia es modelo para las familias
cristianas. María y José
fueron creciendo en la fe y dejándose ayudar por las personas que Dios ponía en
su camino, como Simeón y Ana. Formaron una familia abierta a la voluntad de
Dios.
■ Jesús ha nacido en una familia como la nuestra, con
sus problemas y dificultades, con sus alegrías y esperanzas. Pídele al
Señor que te enseñe las virtudes que brillaron en la casa de Nazaret: el amor, el perdón, la laboriosidad, la unión, la
justicia, la oración.
■ Cada familia
debe ser escuela de ayuda mutua, de perdón, de reconciliación. ¿Qué realidades
son las que te unen y alegran? ¿Cuáles te dividen o hacen sufrir? ¿Cómo vives
la fe en tu familia?
■ En este tiempo
que nos aturden los excesos del consumo ¿eres solidario con las familias más
pobres, marginadas y necesitadas?
■ El ejemplo de la
Sagrada familia, ¿qué pasos concretos te invita a dar en tu vida?
ORATIO:
Señor, haz que nuestras familias, nuestras
comunidades, nuestros grupos…cada uno de nosotros acojamos y seamos fieles a
tus proyectos.
Haz, Señor, que transmitamos entusiasmo y ternura, que
ayudemos y sostengamos a los pequeños, a los frágiles, a los débiles.
Sagrada Familia de Nazaret,
que nuestras familias
sean lugares de comunión
y cenáculos de oración.
Te pedimos, Señor, por nuestras familias,
que vivamos y seamos transmisores de tu fe y crezcamos en tu amor.
Concédenos Señor ser pobres de espíritu y
sencillos como Simeón y Ana y estar atento para descubrir tu paso por nuestras
vidas como ellos lo hicieron.
CONTEMPLATIO:
Contempla a José y a María con el niño en
brazos, al anciano que goza y abraza, a la anciana que reza y anuncia, a los
oyentes que aparecen indirectamente comprometidos y a ti mismo formando parte
de grupo, ¿qué sientes? ¿qué
le dices al Señor?, ¿a qué te comprometes?
Esta fiesta es una oportunidad para
reconocer, agradecer y valorar la familia que tienes, el grupo o comunidad… a
la que perteneces. Interioriza
estas palabras de Benedicto XVI: “Todos necesitamos volver a Nazaret para
contemplar siempre de nuevo el silencio y el amor de la Sagrada Familia, modelo
de toda vida familiar cristiana.”
Contemplando a la Sagrada Familia
da gracias por la vida y fe recibida gratuitamente de Dios a través de tu
familia o de aquellas personas de las que Dios se ha valido.
La comunidad cristiana, la familia de la
Iglesia es el lugar de nuestra ofrenda sincera al Señor. En ella crecemos, nos
ayudamos y juntos alabamos al Padre y
damos testimonio de nuestra fe y alegría.
JORNADA POR LA FAMILIA Y POR LA VIDA
El papa Francisco ha regalado a la Iglesia
la exhortación apostólica Evangelii gaudium, donde nos ofrece preciosas
indicaciones para la tarea pastoral de la Iglesia en los años venideros. En
ella nos recuerda que «la familia
atraviesa una crisis cultural profunda, como todas las comunidades y
vínculos sociales. En el caso de la familia, la fragilidad de los vínculos se vuelve especialmente grave porque se
trata de la célula básica de la sociedad, el lugar donde se aprende a
convivir en la diferencia y a pertenecer a otros, y donde los padres
transmiten la fe a sus hijos»1.
A partir de esta afirmación del papa surge
una pregunta fundamental: siendo esto así, ¿cómo evangelizar y cómo anunciar el
evangelio de la familia donde reina una concepción antropológica que conforma
la cultura dominante y que transforman la concepción y el sentido del amor, de
la sexualidad y de la corporeidad? Frente
a esta concepción, el Evangelio anuncia la buena noticia de que es posible
conocer el amor verdadero, un amor que se muestra como vocación, como
camino hacia una plenitud, que colma el corazón humano y lo hace libre y feliz.
1. VOCACIÓN AL AMOR, CENTRO DEL
EVANGELIO DE LA FAMILIA.2
Para vivir el amor verdadero debemos
preguntarnos acerca del origen de este amor. De esta cuestión se desprenden
otras como dónde descubrir la verdad del amor o de qué amor se ha servido Dios
para mostrar su amor y quién es el origen del amor y de la vocación al amor de
todo hombre. La respuesta solo la podemos encontrar en el misterio de Dios.
Descubrir un amor que nos precede, un amor que es más grande que nuestros
deseos, un amor mayor que nosotros mismos, lleva a comprender que necesitamos
aprender a amar. Este aprender a amar consiste, en primer lugar, en recibir el
amor, en acogerlo, en experimentarlo y hacerlo propio. Esto permite eliminar
toda concepción emotivista o voluntarista del amor: «Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en
él» (Jn 4, 16).
La
verdad del amor se descubre en la unión del hombre y la mujer. Con la
creación del ser humano se descubre cómo el amor de Dios se hace realidad en la
vida humana, y cómo la diferencia sexual es una realidad originaria que nos
muestra la dimensión comunional del amor. Esta unidad dual es fecunda en la
unidad de los cónyuges y en la generación de los hijos.
Dios
se ha servido del amor esponsal para revelar su amor. La transformación
del amor humano en el amor de Dios no es algo circunstancial. Es tan permanente
y exclusivo como la unión de Cristo con
la Iglesia. Cristo, «por medio del sacramento del matrimonio (…) permanece
con ellos (los esposos), para que (…), con su mutua entrega, se amen con
perpetua fidelidad, como Él mismo ha amado a su Iglesia y se entregó por ella»3.
Por
tanto, «la vocación al amor es la que nos ha señalado el camino por el que Dios
revela al hombre su plan de salvación. Es en la conjunción original de los
distintos amores en la familia —amor conyugal, paterno filial, fraternal, de
abuelos y nietos, etc.— como la vocación al amor encuentra el cauce humano de
manifestarse y desarrollarse conformando la auténtica identidad del hombre,
hijo o hija, esposo o esposa, padre o madre, hermano o hermana»4.
2. LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO DE LA
FAMILIA.
La verdad del Evangelio sobre el amor
humano y la bondad y belleza de toda vida humana se convierte, de este modo, en
fuente de alegría permanente. El mismo «Cristo
necesita familias para recordar al mundo la dignidad del amor humano y la
belleza de la vida familiar» 5.
Así,
la misión de los padres es insustituible y, como no cabe opción a delegar la transmisión de la vida ni de la fe,
tampoco cabe la posibilidad de que la
verdad del bien que es la familia para un hijo se les pueda comunicar de otra
forma que no sea viviendo en un hogar como comunión de amor; de ahí la
enorme responsabilidad de los padres, en primer lugar, de procurar que eso sea
así y, en segundo lugar, de las instituciones públicas de favorecer las
condiciones mínimas para poder llevar a cabo esa tarea dotando de la tutela,
ayuda y protección necesarias para la estabilidad y seguridad de las familias.
Esa alegría de la vida en familia forma parte de la naturaleza misma del ser
humano, debido a su inherente vocación al amor y a la felicidad.
Con respecto a la transmisión de la fe es
esencial que esta sea una fe viva, testimonial y alegre, traspasada por la
esperanza y la caridad. Sin esos elementos, la persona en general, y el niño en
particular, difícilmente podrá experimentar y hacer suyo que el mensaje que le
comunican en su hogar y en la vivencia de la parroquia encierra una verdad
auténtica; a lo sumo podrá llevarle a repetir frases vacías, comportamientos
miméticos que acepta sin comprender y sin hacerlos vida; no le llevará a vivir
con alegría, sobre todo cuando otros mensajes, en distinto sentido, lleguen a
sus oídos, a sus corazones, que terminarán por anular la experiencia de la
causa profunda y vital de dicha alegría.
Nadie en la comunidad eclesial
puede desentenderse de esta misión. Todos hemos recibido una vocación al
amor. Todos estamos llamados a ser testigos de un amor nuevo, de una gran
alegría, que será el fermento de una cultura renovada, que pasa por la defensa
del amor y de la vida como bienes básicos y comunes a la humanidad.
En esta fiesta de la Sagrada
Familia pidamos la gracia de experimentar la alegría del evangelio de la
familia y ser testigos de esta alegría en los hogares, en la Iglesia y en
el conjunto de la sociedad, de modo particular allí donde las diversas pobrezas
materiales, sociales o espirituales precisan de un anuncio convincente de
esperanza y salvación.
Nota de los Obispos de la Subcomisión para la Familia y Defensa de la Vida con motivo de la Jornada de la Sagrada Familia
miércoles, 24 de diciembre de 2014
LECTIO DIVINA PARA LA SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR
… HOY NOS HA NACIDO EL
SALVADOR …
Lc 2.1-15 En aquellos días salió un decreto del emperador
Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero. Este fue el primer censo
que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada
cual a su ciudad. También José, que era de la casa y familia de David, subió
desde la ciudad de Nazaret a la ciudad de David, que se llama Belén, para
inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaban allí le
llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales
y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.
En
aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando
por turno sus rebaños. Y un ángel del Señor se les presentó: la gloria del
Señor los envolvió de claridad y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo:
No temáis, os traigo la Buena Noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy,
en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un
niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
De
pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que
alababa a Dios, diciendo: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los
hombres que ama el Señor.
Otras
Lecturas: Isaías 9,1-3.5-6; Salmo 95; Pablo a Tito 2,11-14
LECTIO:
La Navidad es la máxima expresión del amor de
Dios, pues celebramos la presencia del Hijo de Dios, el Emmanuel, que se hace
uno como nosotros, en todo igual al hombre menos en el pecado. Tenemos que
celebrar, reconocer y agradecer el amor de Dios que “…tanto nos amó que nos dio
a su propio Hijo...”, para vivificarnos, transformarnos y redimirnos con su
vida.
La Navidad es profesar y anunciar que Dios vive,
que nos acompaña y nos da
los medios para que nosotros podamos vivir su vida. Al celebrar el Nacimiento
de Jesús, nos alegramos porque profesamos el misterio más grande de nuestra fe,
el nacimiento del Hijo de Dios.
El cántico de los ángeles da tono al
acontecimiento salvador. La “gloria de Dios” que ama y quiere salvar a todos. La
gloria de Dios se va realizando en la historia humana.
Ese Niño es Dios y se hace pequeño,
sencillo y cercano, para
que superemos todo miedo a
la grandeza de la divinidad y nos acerquemos a Él con confianza. La gloria de Dios queda manifestada en la pobreza y
sencillez, signos de la condición humana.
La
“paz”. Es el mensaje de los ángeles que pregonan el gran regalo que nos trae el
recién nacido. La paz consecuencia del amor de Dios. Jesús viene a mostrarnos el rostro amable y
misericordioso del Padre. Lucas resalta en su Evangelio el aspecto misericordioso
del Señor.
Vamos a Belén. Ante noticia tan
sorprendente los pastores se ponen en camino para ver lo que los ángeles habían
anunciado. Vamos a Belén: Fueron de prisa, con ganas de llegar al lugar; encontraron
a María, a José y al niño acostado en el pesebre; regresaron glorificando y
alabando a Dios por lo que habían visto y oído.
Los pastores escuchan, se mueven,
experimentan, se alegran, alaban y anuncian. Como los pastores, los pobres son
los que captan el mensaje del Evangelio porque sus corazones están más abiertos
que los que viven satisfechos con sus bienes.
MEDITATIO:
Trata
de profundizar en el misterio. Que el misterio de un Dios tan pequeño y
necesitado entre en lo más íntimo de tu ser. Este es el gran milagro de Dios: un Niño se nos ha dado, un Niño débil,
sencillo, necesitado y cercano encierra toda la grandeza de Dios.
■ Ya no caben miedos ni recelos ante este
Dios que busca nuestra amistad, nuestra respuesta de amor. ¿Qué más puede hacer Dios por llegar a
tu corazón?
■ Jesús quiere ser reconocido en los débiles
y olvidados, en los marginados… ¿Reconoces
a este Jesús?
■ Jesús por su nacimiento participa de
nuestra naturaleza humana. Todos somos hermanos, todos somos hijos de un mismo
Padre.
ORATIO:
Gracias, Señor, por haberte hecho uno de
nosotros, por habernos dado tu vida, por unirnos más a Ti.
Gracias, por mostrarnos el amor del Padre
y hacernos partícipe de tu vida.
“Hoy
la Virgen da a luz al Trascendente,…
el Dios que existe desde antes de los siglos”
Regálanos
la gracia de sentir tu presencia y experimentar tu misericordia,
de tener una relación más cercana contigo, de buscarte cada día con entusiasmo
y alegría.
CONTEMPLATIO:
«No temáis, os anuncio una buena noticia
Contempla a Jesús Niño y dialoga con Él: Dulce
prenda… permíteme estar un rato en tu compañía, déjame mirarte y verte...
¿Tienes frío? ¿Cómo podré yo mitigar ese sufrimiento?... ¿Quieres que te
arrope?... ¿Te ríes? ¿Dudas de lo que te digo?... Ya no me separaré de Ti.
¿Quieres decirme algo? Si no te entiendo. Háblame más fuerte… ¿Quieres moverte?
¿Vienes hacia mí?… ¡No te entiendo! ¡No sé qué decirte!... Sólo sé decirte y
repetirte: Tuyo soy, Señor, tuyas son mis cosas; en tu regazo quiero vivir…
…os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor»
MOTIVOS DE FELICIDAD
…Celebramos el Nacimiento de Jesús, el Hijo de
Dios, que se ha acercado a nosotros para restaurar la
imagen original y hermosa de hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, pero
desfigurada y emborronada por el pecado. Jesús se ha acercado a nosotros para
devolvernos la alegría perdida.
Con su
Nacimiento Jesús nos hace renacer, haciéndonos hijos adoptivos de Dios.
Jesucristo, Verbo eterno de Dios, se
ha encarnado y ha entrado en la historia humana,
revistiéndose de nuestra humanidad. El apóstol Pablo nos anima a renovar
nuestra mente y a revestirnos de la nueva condición humana (cf. Ef 4, 23-24). La imagen del hombre, afeada y dañada por el
pecado, ha sido hermoseada con la vestidura de Cristo, recibida en el bautismo.
El hombre,
creado a imagen y semejanza de Dios, quedó desfigurado por el primer pecado.
Cristo transfigura y rehace la imagen del hombre viejo; y nosotros podemos
configurarnos con Cristo, siendo María, la Madre del Redentor, modelo de esta
configuración con Cristo.
Vivamos, pues, la alegría de lo que significa la
Navidad.
Agradezco el trabajo de tantos voluntarios que dedican
su tiempo y sus esfuerzos por atender a las personas que se encuentran en
necesidad, en riesgo social o que son excluidas y rechazadas.
Os invito a vivir la Navidad con sentido
religioso y a celebrar el misterio del Nacimiento de Jesús en vuestras
comunidades cristianas. Ante tantos estímulos de una sociedad de consumo,
sepamos vivir con sobriedad y compartir nuestros bienes con los más
necesitados.
Las Fiestas
Navideñas nos invitan a revisar el modo en que vivimos y expresamos nuestra fe,
la esperanza cristiana y la práctica el amor.
Mis mejores deseos de una
Feliz Navidad.
+ Jesús, Obispo de Málaga
domingo, 21 de diciembre de 2014
LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 21 DE DICIEMBRE, 4º DE ADVIENTO
HÁGASE EN MÍ…
Lc. 1,26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a
una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre
llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo;
bendita tú eres entre las mujeres.» Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué
saludo era aquél.
El ángel le dijo: «No temas, María,
porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz
un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del
Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la
casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso,
pues no conozco a varón?» El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre
ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va
a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar
de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban
estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y la dejó el ángel.
Otras
Lecturas: 2Samuel 7,1-5.8b-12; Salmo 88; Romanos 16,25-27
LECTIO:
En nuestra relación con el Señor, la actitud
de María, es nuestro modelo, porque ella es ejemplo de docilidad y entrega, de
apertura y confianza. María acepta y se adhiere al proyecto de amor
del Señor, confiando en Él, sin
comprender lo que le pide. María confía y espera en Aquel que es fiel.
En el pasaje de la Anunciación
vemos la actitud de Dios, su delicadeza, su manera de relacionarse con
nosotros, que no nos impone ni obliga, sino que siempre deja un espacio para
que cada uno acepte o no su propuesta de amor. A María le propone ser Madre
de Dios, pero espera su respuesta y su aceptación, le da espacio para que
ella decida y responda. Con esta actitud María nos muestra como nos debemos
relacionar con el Señor para corresponder a su amor. Él nos amó primero y
debemos manifestar con nuestra vida, nuestra adhesión a Él, aceptando y
viviendo sus enseñanzas y correspondiendo a su gratuidad y su bondad con
nosotros.
Tenemos que aprender de María a ser discípulos de Jesús, a ser dóciles a la
acción y a la voluntad de Dios, a decir SÍ al Señor en todo momento, a aceptar
su propuesta de vida, a relacionarnos con Él con fidelidad y confianza.
Revivir
la Anunciación tiene que ayudarnos a dar al Señor el lugar que le corresponde
en nuestra vida, a vivir por Él y para Él, a manifestar al
hombre su amor y misericordia.
El texto de la Anunciación, días previos
a la Navidad, nos hace mirarnos a nosotros mismos y a buscar sincerarnos
respecto a nuestra actitud ante el Señor, pues el SÍ de María nos ilumina y nos
interpela, nos cuestiona y nos invita a tener cercanía con el Señor desde la
perspectiva de la confianza y la fidelidad, buscando aceptar en nuestro día a día lo que Él nos pide.
MEDITATIO:
■ María es dócil
al proyecto de Dios, sabe darle un lugar y un espacio en su vida. Y tú, ¿eres
sensible a la manifestación de Dios en tu vida? ¿Eres capaz de distinguir su presencia en las
distintas circunstancias de tu vida? ¿Qué te ayuda y qué te dificulta a sentir
la presencia y la acción de Dios en tu vida?
■ Ante el Ángel,
María cuestiona el proyecto de Dios («¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»), a ti, ¿qué te dificulta o impide tu relación con
el Señor, y buscar lo que Él quiere y espera de ti?
■ Así como María tuvo sus dudas ¿cuáles son hoy tus dudas al plan de
Dios? ¿Cuáles son tus miedos?
■ María acepta el desafío. ¿Qué desafíos te
propone hoy Dios? ¿Los acoges?
■ ¿Te das cuenta que de ti puede depender que
algunas personas puedan sentir al Señor cerca esta Navidad? ¿Qué puedes hacer?
ORATIO:
Como María, quiero estar disponible para
vivir en mí tu proyecto de salvación y sintonizar con tu Voluntad en todos mis
actos.
“Hágase en mí según tu
palabra…”
Para que Tú me vivifiques en ti.
Para que Tú puedas actuar por mí.
Para que viva solo por ti y para ti.
Me confío a Ti, Padre, junto con tu Hijo y
hermano nuestro, Jesús, que, al venir a este mundo, te manifestó su total
disponibilidad: Aquí estoy para hacer tu voluntad (Heb 10, 7). Gracias, Jesús, porque me
enseñas y me ayudas a ser verdadera persona humana y portarme como hijo del Padre
y hermano tuyo. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
CONTEMPLATIO:
María nos enseña que sólo desde la fe se
puede aceptar el gran misterio de la voluntad de Dios, porque “la fe es dar un
sí generoso a lo que no vemos, fiados de lo que Dios nos dice…”
Alégrate, llena de
gracia, el Señor está contigo
La Palabra de Dios refleja su fidelidad: “…el
Señor está contigo” Es el Dios fiel, que
da estabilidad y confianza a nuestras debilidades.
También a ti, como
a María, el Señor te dice continuamente: “No
temas porque has encontrado gracia ante Dios”. Únete con María en el
reconocimiento de las maravillas que
Dios ha realizado desde la creación del mundo y reconoce los dones del
Señor en tu vida.
Hágase en mí según tu
palabra
“Hágase
en mí…” ¿Es esta tu actitud de
disponibilidad, confianza y obediencia al plan de Dios?
sábado, 20 de diciembre de 2014
Hágase en mí según tu Palabra
La Navidad es inminente, estamos a pocos días del gran acontecimiento del
nacimiento del Señor. La liturgia tiene esa propiedad, la de hacernos presente
el misterio que celebramos, "como si allí presente me hallara" (Ejercicios de S. Ignacio). Jesucristo nació hace veinte siglos, la liturgia nos trae ese misterio hasta
nuestros días para que lo vivamos en directo.
Estamos en Navidad, fiesta del nacimiento de Jesús en la carne del seno
virginal de María.
En la
Navidad aparecen
varios personajes. En primer lugar, el protagonista es Jesús, el Hijo eterno de
Dios que nace como hombre. Dios desde siempre,
comienza a ser hombre en el tiempo. Engendrado del Padre en la eternidad,
engendrado de María en nuestra historia humana. Dios verdadero y hombre
verdadero, siendo el mismo y único sujeto. La adoración es la actitud inmediata
al contemplar este misterio, porque el Niño que nace es Dios, que llega hasta
nosotros en la debilidad de una vida pequeña e indefensa.
Junto al Niño está la
Madre, María santísima. Lo ha recibido en su vientre sin concurso de varón,
virginalmente, por sobreabundancia de
vida, como un icono de la fecundidad inagotable del Padre en el seno de Dios.
María es plenamente madre, de otra manera, por obra del Espíritu Santo. Ella es todo acogida del
don de su Hijo divino. Ella es todo donación de este Hijo
al mundo. Con un corazón limpio y generoso, María recibe
y entrega. Ella es personaje esencial en este misterio, y quedará unida para siempre e inseparablemente al
misterio cristiano. Es la Madre, fuente de vida, no sólo para su Hijo, sino
para todos nosotros.
La discreta presencia de
José realza su papel de colaborador imprescindible. Sin él, el Niño no hubiera nacido. Concebido sin su
colaboración biológica, acoge el misterio que María su esposa lleva en su seno
virginal y se convierte en verdadero padre. No biológico, pero verdadero padre
que protege y sostiene el misterio de la Navidad, al Niño y a la Madre.
Silencioso José, dócil a los planes de Dios, pone su vida entera al servicio de
toda la humanidad.
En el portal de Belén sobresale la pobreza. Allí no hay nada, ni adornos, ni muebles ni cama, ni
lo más elemental de una casa pobre. Una cueva, un pesebre, unas pajas. Así ha
elegido Dios Padre el lugar para que nazca su Hijo. Esto nos hace pensar que el
despojamiento y la humillación del Hijo son un ingrediente necesario para la redención del mundo. Navidad es inteligible en este contexto. Fuera de
este contexto, no entendemos nada de lo que acontece en Navidad. Navidad es una
llamada fuerte a la humildad, a la pobreza y a la austeridad, al despojamiento
en beneficio de los demás.
Por eso, Jesús es tan
atrayente en Navidad. Porque aparece en la humildad de nuestra carne, despojado
de todo, sin aparato social, para que podamos acercarnos
a él sin miedo. El conquista nuestro corazón por la vía del amor y sólo los que
se hacen como niños son capaces de entender lo que sucede en esta gran fiesta.
De ahí brota la solidaridad
con los necesitados. En ellos se prolonga Cristo hoy. Aquel Hijo de Dios despojado de todo sigue vivo en
tantos hermanos nuestros a los que la vida ha despojado de todo, de su
dignidad, de sus derechos. Son miles las personas que a nuestro lado sobreviven
sin lo más elemental para vivir, y reclaman nuestra atención, nuestra
solidaridad fraterna, nuestra compasión eficiente. Navidad es de los pobres y
para los pobres, porque el Hijo de Dios se ha hecho pobre hasta el extremo,
invitándonos a ser pobres, humildes y despojados. Y a acercarnos a los pobres
para compartir con ellos lo que hayamos recibido. La caridad cristiana, a
ejemplo de Cristo, no se sitúa en un plano superior para atender desde ahí a los
más humillados. La caridad cristiana se abaja hasta el extremo para
compartir desde abajo lo recibido de Dios, incluido el don de la fe.
Muchos cristianos, hombres y mujeres, han
vivido el misterio de la Navidad así a lo largo de la historia, y han construido
de esta manera un mundo nuevo. También esta Navidad quiere dejar huella en tu
corazón para que colabores en la construcción de una nueva humanidad.
Recibid mi afecto y mi
bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo
de Córdoba
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