TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

domingo, 4 de marzo de 2012

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 4 DE MARZO, 2º DE CUARESMA


 Marcos 9.2-10          En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos, y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo. Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús. Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías»; pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados. Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado, escuchadle». Y de pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos.
     Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.
 Otras lecturas: Génesis 22.1-18; Salmo 115; Romanos 8.31-34.
    
LECTIO:
     Jesús elige solamente a tres de sus discípulos para que compartan con él un acontecimiento muy importante. Tiene lugar en lo alto de un monte: Jesús se transfigura allí mismo, delante de ellos. Debemos fijar nuestra atención en cuatro elementos: un cambio significativo en la apariencia de Jesús; Moisés y Elías que aparecen junto a Jesús; la nube que desciende; y la voz.
     Marcos nos dice que Jesús y sus ropas se volvieron brillantes y resplandecían. Indica cómo la nube cubrió a todo el grupo y al monte. Se oyó entonces una voz, procedente de la nube, que declaraba a Jesús ‘mi Hijo amado’ y añadía: ‘Escuchadlo’.
     La tradición cristiana nos dice que la nube es el Espíritu Santo. La voz que habla de ‘mi Hijo’ es el Padre. Este episodio es una revelación del Dios Trino: un Dios en tres personas. Aquí, en el monte, Jesús se revela como el Hijo de Dios. en la voz de Pedro resuena el temor que sienten él y sus compañeros ante la presencia de Dios. Es algo que los relatos del Antiguo Testamento revelan una y otra vez cuando los individuos se encuentran con Dios (Véase Éxodo 3, Isaías 6).
MEDITATIO:
¿Cuál es la intención de Jesús al permitir que los discípulos compartan con él esta increíble experiencia? ¿Por qué nos la cuenta Marcos?
¿Qué crees que hicieron los discípulos respecto al mandato de no contar este acontecimiento a nadie hasta que hubiera resucitado de entre los muertos?
¿De qué maneras podemos ‘escucharle’, tal como Dios les mandó a los discípulos que hicieran?
ORATIO:
     El salmo responsorial de este día es un himno de acción de gracias de un hombre al que Dios ha salvado de la muerte. Únete al salmista para dar gracias a Dios por haberte salvado para la vida eterna.
     Pídele al Espíritu Santo que te cubra con su sombra, que te transforme para que quienes están a tu alrededor vean algo especial en tu manera de vivir. Pídele a Dios que te ayude a reflejar mejor a Jesús en presencia de los demás.
     Da gracias porque poseemos el tremendo privilegio de decir caminaré en presencia del Señor ‘en el mundo de los que viven’.
     Pide la ayuda del Señor a fin de que cada día esto sea una realidad para ti.
CONTEMPLATIO:
     Dos textos memorables acompañan la lectura de hoy. En el primero, Génesis 22.1-18, Dios le pide a Abraham que le sacrifique a su hijo. Abraham actúa con fe y obediencia absolutas. En el último momento, Dios interviene para salvar a Isaac y proporcionar otra víctima en su lugar. El segundo, Romanos 8.31-34, nos recuerda que el amor que Dios nos tiene es tan grande que no nos negó ni a su propio Hijo, Jesús.
     Mediante la muerte expiatoria de Cristo, ahora podemos ser declarados ‘inocentes’. ¡Esta es, sin duda, la ‘Buena Noticia! ¡Cómo no vamos a cantar un cántico de acción de gracias!

Lectio Divina de Sociedad Bíblica España

1 comentario:

  1. Un alto en el camino (Mc 9,2-10)

    Vino a ser como un alto en el camino, o un camino por todo lo alto. La marcha de Jesús y su incipiente comunidad hacia Jerusalén, va sorteando pueblos, valles, riberas, y por doquier encuentran las personas a las que anunciar una buena noticia. En este itinerario de Jesús con sus seguidores más cercanos hacia la Pascua, nos narra Marcos en su Evangelio el relato de la transfiguración, monte arriba en el Tabor. Irá Jesús con Pedro, Santiago y Juan, esos tres testigos de otra hora, la menos transfigurada del Señor, aquella hora tan teñida de sangre y de sudor, de dolor y soledad en Getsemaní.
    Moisés y Elías, que ayunaron 40 días y subieron a la montaña, están junto a Jesús en el monte Tabor, son la síntesis apretada de la historia de la salvación: la ley de Dios (Moisés), recordada continuamente por los profetas (Elías), ha llegado a su manifestación completa con la revelación de la postrera Palabra que Dios pronunciaría (Jesús). Por eso, en el relato se agolpan también otros signos que señalan el andar del Pueblo escogido y la fidelidad de un Dios siempre acompañante y fiel: la montaña alta (lugar de las grandes manifestaciones de Dios); la nube que cubre a los discípulos (signo de la Presencia de Dios en el desierto de la humana andadura); la voz que trae palabras divinas (el hablar de Dios en truenos o en brisas).
    Y bajaban del monte nuevamente, Pedro, Santiago y Juan solos con Jesús. El anticipo había terminado y no lo habían comprendido: discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos. La gloria resucitada, de la que esta escena de la transfiguración era sólo un fugaz adelanto, sólo se entiende y se vive desde la cruz, después de la cruz. Porque no entendían la cruz, tampoco entendían la resurrección.
    Nosotros, pueblo de Dios que camina hacia la Pascua, nos encontramos por doquier con esa experiencia ambivalente de la cruz y la transfiguración: momentos gloriosos y resplandecientes de luz que nos gustaría detener como Pedro hizo, y momentos también duros y difíciles que nos gustaría borrar y de los que escaparnos aunque sea durmiéndonos. Andamos también nosotros como aquellos tres discípulos: sin entender y asustados. Se nos impone ver cada día una realidad tan tejida de dolor (guerra, violencia, injusticia, corrupción, soledad, sufrimiento...). Dios quiere anticiparnos un reflejo de su Pascua resucitada, cada vez que en medio de esa realidad nos sorprende con retazos de bondad, de justicia, de belleza, de paz, de dicha. Vivamos la realidad sin hundirnos por sus momentos oscuros y sin apropiarnos de los resplandecientes de blancura. Y quiera el Señor concedernos ser en nuestro mundo, un pequeño tabor, para que entre tanto desencanto y sufrimiento, puedan atisbarse rayos de luz, anticipos de tranfiguración, de la nueva tierra que Dios quiere para todos sus hijos. Un alto en el camino, para seguir hacia el destino al que se nos ha llamado.



    + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
    Arzobispo de Oviedo

    ResponderEliminar