TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 31 de marzo de 2012

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO DE RAMOS, EN LA PASIÓN DEL SEÑOR

EL VERDADERO SACRIFICIO

Marcos 14.1–15.47    Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua cuando se come el pan sin levadura. Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley buscaban la manera de apresar a Jesús por medio de algún engaño, y matarlo. Pues algunos decían: –No durante la fiesta, para que no se alborote la gente.
   Había ido Jesús a Betania, a casa de Simón, a quien llamaban el leproso. Y mientras estaba sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de alabastro lleno de un rico perfume de nardo puro, de mucho valor. Rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús.  Algunos de los presentes, indignados, se decían unos a otros: –¿Por qué se desperdicia este perfume? Podía haberse vendido por más de trescientos denarios, para ayudar a los pobres. Y criticaban a la mujer.
   Pero Jesús dijo: –Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Lo que ha hecho conmigo es bueno, pues a los pobres siempre los tendréis entre vosotros y podréis hacerles bien cuando queráis, pero a mí no siempre me tendréis. Esta mujer ha hecho lo que ha podido: ha perfumado de antemano mi cuerpo para mi entierro. Os aseguro que en cualquier lugar del mundo donde se anuncie el evangelio, se hablará también de lo que ha hecho esta mujer, y así será recordada.
   Judas Iscariote, uno de los doce discípulos, fue a ver a los jefes de los sacerdotes para entregarle a Jesús. Al oírlo, se alegraron, y prometieron dinero a Judas, que comenzó a buscar una oportunidad para entregarle.
   El primer día de la fiesta en que se comía el pan sin levadura y se sacrificaba el cordero de Pascua, los discípulos de Jesús le preguntaron:
–¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?
   Entonces envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: –Id a la ciudad. Allí encontraréis a un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle, y al amo de la casa donde entre le decís: ‘El Maestro pregunta: ¿Cuál es la sala donde he de comer con mis discípulos la cena de Pascua?’ Él os mostrará en el piso alto una habitación grande, dispuesta y arreglada. Preparad allí la cena para nosotros…  (Continúa)...
Otras lecturas: Isaías 50.4-7; Salmo 21; Filipenses 2.6-11
LECTIO:
   En nuestra preparación para la Semana Santa, hoy leemos el relato de Marcos desde el Jueves Santo hasta la crucifixión de Jesús. Probablemente este sea el primer relato evangélico que se puso por escrito. Para Marcos, la Pasión era todo lo que había sucedido entre Jesús y el Dios al que llama ‘mi padre’.
   Es todo muy realista. En 14.35-36 Jesús le pide a su Padre que le libre de la amarga prueba que le espera. En 15.34, muriendo ya en la cruz, Jesús se queja a Dios porque le ha abandonado, usando las palabras del Salmo 22.2.
La mayor parte de los personajes aparecen como seres mezquinos, crueles e irreverentes. La experiencia de Pedro está bien reflejada: se le presenta como generoso y lleno de afecto, pero débil cuando llega el momento de dar testimonio de su amor por Jesús (14.66-72).
Marcos emplea términos muy negativos para describir las acciones de Judas: está muy brusco en el episodio inicial, cuando María, la hermana de Marta (Juan 12.3) derramó un perfume muy caro sobre los pies de Jesús. En cambio, Jesús ve su acción como un gesto generoso y, además, como un anuncio profético de su muerte (14.3-9).
Los dirigentes judíos permanecen distantes y despiadados a lo largo de todo el proceso y sostienen su postura doctrinal a pesar del hombre desnudo que agoniza delante de ellos (14.43-65).
Los soldados romanos ejecutan los tormentos físicos de Jesús. Durante la flagelación, hacen burlas y aparecen indiferentes al sufrimiento humano. Pero su jefe, el centurión, fue el primero en confesar que Jesús era el Hijo de Dios (15.16-20, 39).
   La ‘indiferencia’ parece ser la palabra clave. Muchas fueron las personas que no hicieron nada, salvo quedarse pasmados ante un hombre agonizante.
Las discípulas de Jesús muestran su interés de manera práctica. Están presentes en la crucifixión a pesar del dolor que aquello tuvo que causarles. También están presentes para ser testigos del lugar donde entierran a Jesús (15.40, 41, 47).
MEDITATIO:
Escoge tres palabras para describir a Jesús tal como queda retratado en la Pasión.
Reflexiona sobre lo que tuvo que experimentar Jesús al verse separado de su Padre.
Considera las sorprendentes palabras de Filipenses 2.6-11.
ORATIO:
   La mujer que derramó el frasco de perfume se la jugaba: corría el riesgo de aparecer como una necia delante de los demás, puede que incluso ante Jesús. Pero le amaba y fue así como dio muestras de su amor. Tal vez podrías fabricarte tu propio ‘frasco de perfume’. Toma una hoja de papel, escríbele a Jesús una carta afectuosa y ofrécesela en la oración. O bien, ofrécele las palabras de un Salmo o de un himno que te ayude a expresar tu adoración.
CONTEMPLATIO:
   A lo largo de la primera lectura, Isaías describe a Jesús como el siervo fiel que no ofrece resistencia a la voluntad de Dios para él (Isaías 50.4-7). La segunda lectura también comenta cómo Jesús se despojó de sí mismo para hacerse hombre y someterse a la humillación de la muerte (Filipenses 2.6-11). Para hacer todo esto, Jesús tuvo que aprender a conocer al Padre y a confiar en él. ¿Qué pasos puedes dar tú camino de la obediencia amorosa? ¿Cómo puedes crear cada día un tiempo especial para estar con Dios?

1 comentario:

  1. Fin de trayecto. Se concluye la cuaresma. Vemos entrar a Jesús en Jerusalén y con él nosotros lo hacemos en la Semana Santa, que es la gran semana en la que se concentra el supremo testimonio del drama de Jesús. Su vida pública de comenzó con la escena del Bautismo en el Jordán. Allí el Padre “presentó” a su Hijo a los hombres como el bienamado predilectamente (Lc 3,22). Al final del camino de esa larga subida de Jesús a Jerusalén, otra vez esos tres protagonistas se reúnen: el Padre bienamante, el Hijo bienamado y la humanidad tan grande y tan mísera, tan favorecida y tan desagradecida a la vez. Quedan atrás tantos recodos del camino en los que Jesús pasó haciendo el bien. Sus encuentros con la gente, su peculiar modo de abrazar el problema humano, unas veces brindando sus gozos como en Caná, otras llorando sus sufrimientos como en Betania; en ocasiones curando todo tipo de dolencias, o iluminando todo tipo de oscuridad o saciando todo tipo de hambres, y en otras airado contra los comerciantes en el templo y contra los fariseos en todas partes.
    El Padre pronunciará por última vez su última Palabra , la de su Hijo, y con ella nos lo dirá todo y todo nos lo dará. El Hijo nos volverá a repetir que lo esencial es el amor con esa medida sin-medida que Él nos ha manifestado en su historia, el amor que ama hasta el final, haciéndonos con su propia entrega el mejor de sus comentarios y el más grande testimonio de que es capaz de pagar con su vida esa vida que nos vino a traer. Y el pueblo es como es, somos como somos. Ahí estamos nosotros. Unas veces gritando “hosanas” al Señor, y otras crucificándole de mil maneras, como hizo la muchedumbre judía hace dos mil años; unas veces cortaremos hasta la oreja del que ose tocar a nuestro Señor, y otras le ignoraremos hasta el perjuro en la fuga más cobarde, como hizo Pedro, el discípulo fogoso; unas veces le traicionaremos con un beso envenenado como hizo Judas, o con un aséptica tolerancia que necesita lavar la imborrable culpabilidad de sus manos cómplices de la tragedia, como hizo Pilato; unas veces seremos fieles rabiosamente, tristemente, haciéndonos solidarios de una causa perdida, como María Magdalena, otras lo seremos con la serenidad de una fe que cree y espera una palabra más allá de la muerte, como María la Madre.
    Ese es nuestro drama, ahí nuestra historia. Como Clara de Asís decía a Inés de Praga, hay un “por ti” en toda esta historia: la pasión de Jesús ha sido “por ti”, como “por ti” fue su nacimiento en Belén. Con la Iglesia, con todos los cristianos, nos disponemos a re-vivir y a no-olvidar, el memorial del amor con el que Jesús nos abrazó hasta hacernos nuevos, devolviéndonos la posibilidad de ser humanos y felices. Un amor que no es anónimo, sino que tiene rostro, tiene pasión, tiene verdad.


    + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
    Arzobispo de Oviedo

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