Queridos
hermanos adoradores:
Cuando,
siguiendo el ciclo anual inexorable, llegamos a una nueva
Cuaresma, a los cristianos andaluces nos invade una sensación agridulce,
porque, aunque es cierto que es un tiempo penitencial, de conversión, de
preparación para los días grandes de la Semana Santa, aquí, por
influencia de las muchísimas hermandades y cofradías que
abundan en todos los templos (raro es el que no tiene alguna), se torna en el
anhelo de vivir precisamente esos días importantísimos de la Pasión, Muerte y
Resurrección de Nuestro Señor. Esta mezcla de sensaciones ha sido descrita por
cofrades, por periodistas, por poetas, por pregoneros... a ello, sin duda, nos
ayuda, nos incita el ambiente que en las iglesias crean los cultos solemnes,
muchas veces grandiosos, y los preparativos de
las hermandades, … que se van incrementando a un ritmo
acelerado conforme van transcurriendo las semanas y se va
acercando el Domingo de Ramos.
Es verdad que ese
ambiente de “festividad” va impregnando exteriormente a todas nuestras ciudades
y pueblos, y también a las personas. Pero
también es cierto, lo sabemos, que corremos el riesgo de
que todo se quede es una preparación “externa”, es
decir en que todo salga muy bien, sin ningún fallo, pero que todo se quede en
las ceremonias. Algo que podríamos comparar con el episodio evangélico en el
que Jesús visita la casa de Marta y de María (cf. Lc 10, 38-42):
Mientras la primera se afanaba en que todo estuviera a punto, que nada fallara,
su hermana María se acomodó a los pies del Maestro para escuchar su Palabra.
Pues este es el riesgo que se corre.
Ciertamente es un peligro
contra el que los adoradores podemos decir que “estamos vacunados”
porque nuestras vigilias (ya se encargó de ello el Venerable Luis
de Trelles), constan del rato de meditación personal,
imprescindible e insustituible. Y ese es el momento en que
nos transformamos en “María” y escuchamos al Señor. Además,
como ella, estamos a sus pies, a los pies del Santísimo
Sacramento, la presencia verdadera de Dios, para escuchar su Palabra,
para meditar los salmos y lecturas que hemos recitado en el momento anterior de
la vigilia (Santa Misa, Vísperas, Oficio de Lecturas...)
Son momentos, además, en los que
pedir a Cristo personal e individualmente por las necesidades de cada ocasión (a
la hora de escribir estas líneas por la salud de Su Santidad el Papa Francisco,
por el fin de las guerras y el sufrimiento que las mismas provocan en las
personas, todo ello por el egoísmo de unos pocos dirigentes, porque se respeten
las ideas de todos sin ejercer violencia alguna, y tantas y tantas otras cosas
que cada uno tendrá en su corazón para pedir al Señor) y
también para darle gracias por los beneficios y los dones que nos concede,
aunque a veces no nos demos cuenta de ello.
Pues, si además, completamos
todo esto con obras de misericordia, con el ayuno que
manda la Santa Madre Iglesia, ayudando a los necesitados,
e incluso (¿por qué no?) realizando cuando llegue la Semana Santa
una buena Estación de Penitencia acompañando a aquellas
advocaciones de nuestra devoción, en
el caso de que seamos hermanos de alguna hermandad, creo
que habremos tenido un adecuado recorrido cuaresmal.
Ojalá que sea así, con la ayuda de la Santísima Virgen María, nuestra Madre.
Juan Jorge García García - Presidente Diocesano ANE- Sevilla
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