TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

martes, 18 de marzo de 2025

Días y obras de penitencia

 La Cuaresma es el tiempo que precede y dispone a la celebración de la Pascua.

 Tiempo de escucha de la Palabra de Dios y de conversión, de preparación y de memoria del bautismo, de reconciliación con Dios y con los hermanos, de recurso más frecuente a las «armas de la penitencia cristiana»: la oración, el ayuno y la limosna. (Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, 124).

Mirar al Señor

  Este tiempo sagrado de cuarenta días nos invita a volvernos al Señor y a contemplarlo con una mirada más pura. Estas semanas están caracterizadas por la petición de perdón y el ejercicio de la misericordia en la práctica penitencial personal y comunitaria. Por ello, y «a pesar de la secularización de la sociedad contemporánea, el pueblo cristiano advierte claramente que durante la Cuaresma hay que dirigir el espíritu hacia las realidades que son verdaderamente importantes; que hace falta un esfuerzo evangélico y una coherencia de vida, traducida en buenas obras, en forma de renuncia a lo superfluo y suntuoso, en expresiones de solidaridad con los que sufren y con los necesitados»   (Directorio, 125).

  La llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la vida de los cristianos como tarea ininterrumpida. La Iglesia, que siendo santa, recibe en su propio seno a los pecadores, se sabe necesitada de purificación constante y busca sin cesar la penitencia y la renovación.  (cf. LG 8; CEC 1428).

  La penitencia tiene como finalidad la conversión del corazón y se expresa por medio de signos visibles, gestos y obras penitenciales. (cf. Jl 2,12-13; ls 1,16-17; Mt 6,1-6. 16-18).

   Esta penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, para romper con el pecado y aborrecer el mal cometido. Al mismo tiempo, esta mirada a Cristo comprende la resolución de un cambio de vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la ayuda de la gracia del Espíritu del Señor. (cf. CEC 1430).

   La Cuaresma nos recuerda que en la Iglesia «existen el agua y las lágrimas: el agua del bautismo y las lágrimas de la penitencia» (San Ambrosio, Ep. 41,12). 

  El corazón humano se convierte mirando al que nuestros pecados traspasaron. (cf. Jn 19,37; Zac 12,10).


                        Manuel González López-Corps - Sacerdote de la diócesis de Madrid.

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