EL
«LUNES DEL ÁNGEL»
… el lunes que sigue al domingo de
Resurrección se llama tradicionalmente «lunes del Ángel». Es muy interesante
profundizar en esta referencia al «ángel». Naturalmente, el pensamiento se
dirige inmediatamente a los relatos evangélicos de la resurrección de Jesús, en
los que aparece la figura de un mensajero del Señor. San
Mateo escribe: «De pronto se produjo un gran terremoto, pues el ángel del Señor
bajó del cielo y, acercándose, hizo rodar la piedra y se sentó encima de ella.
Su aspecto era como el relámpago y su vestido blanco como la nieve» (Mt 28,2-3).
Todos los evangelistas precisan luego que,
cuando las mujeres se dirigieron al sepulcro y lo encontraron abierto y vacío, fue
un ángel quien les anunció que Jesús había resucitado. En
san Mateo este mensajero del Señor les dice: «No temáis, pues sé que buscáis a
Jesús, el crucificado; no está aquí; ha resucitado, como lo había dicho» (Mt 28,5-6);...
San Marcos describe al ángel como «un joven, vestido con una túnica blanca»,
que da a las mujeres ese mismo mensaje (cf.
Mc 16,5-6). San Lucas habla de «dos hombres con vestidos
resplandecientes» (cf.
Lc 24,4-7). También san Juan habla de «dos ángeles vestidos de
blanco»; es María Magdalena quien los ve mientras llora cerca del sepulcro, y
le dicen: «Mujer, ¿por qué lloras?» (Jn
20,11-13).
Pero el ángel de la
resurrección tiene también otro significado.
Conviene recordar que el término «ángel», además de definir a los ángeles,
criaturas espirituales dotadas de inteligencia y voluntad, servidores y mensajeros
de Dios, es asimismo uno de los títulos más antiguos atribuidos a Jesús mismo.
Por ejemplo, en Tertuliano, en el siglo III, leemos: «Él
-Cristo- también ha sido llamado "ángel de consejo", es
decir, anunciador, término que denota un
oficio, no la naturaleza. En efecto, debía anunciar al mundo el gran designio
del Padre para la restauración del hombre» (De carne Christi, 14). Así escribe
Tertuliano. Por consiguiente, Jesucristo, el Hijo de Dios, también es llamado
el ángel de Dios Padre: él es el Mensajero por excelencia de su amor.
Queridos amigos, pensemos ahora en lo que
Jesús resucitado dijo a los Apóstoles: «Como el Padre me envió, también yo os
envío» (Jn 20,21); y
les comunicó su Espíritu Santo. Eso significa que, como
Jesús fue el anunciador del amor de Dios Padre, también nosotros lo
debemos ser de la caridad de Cristo: somos mensajeros de su
resurrección, de su victoria sobre el mal
y sobre la muerte, portadores de su amor divino. Ciertamente, seguimos siendo
por naturaleza hombres y mujeres, pero recibimos la misión de
«ángeles», mensajeros de Cristo: a todos se nos da en
el Bautismo y en la Confirmación. De
modo especial la reciben los sacerdotes, ministros de Cristo, a través del
sacramento del Orden…
Benedicto XVI, Pp. emérito.
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