«ESTE ES MI HIJO AMADO, EN QUIEN
ME COMPLAZCO. ESCUCHADLO»
Mt. 17.1-9
En aquel tiempo,
Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos
aparte a un monte alto. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro
resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. De
repente se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces,
tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bueno es que
estemos aquí! Si quieres, haré tres tiendas:
una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Todavía estaba hablando
cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y una voz desde la nube
decía: «Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo». Al
oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y,
tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis». Al alzar los ojos, no vieron a
nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban del monte, Jesús les mandó: «No
contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los
muertos».
Otras Lecturas: Génesis 12, 1-4a; Salmo 32; 2Timoteo
1, 8b-10
LECTIO:
El Evangelio de este domingo representa la
teofanía maravillosa en la que el Padre manifiesta la mesianidad y divinidad de
su Hijo bienamado. En el Tabor los Apóstoles entienden que no están siguiendo a uno de tantos
maestros como en tiempos de Jesús pululaban en Palestina, o a un
visionario más con promesas atrayentes. Es Dios mismo
quien habla por boca de su Hijo; es Dios mismo quien resplandece radiante en la persona, las
palabras y los signos de Jesús. Empezar el seguimiento
del Señor suele ser cosa fácil y atrayente. Pero la perseverancia es un milagro. Lo comprobamos cada día a nuestro alrededor. El milagro de la perseverancia de Pedro y de los suyos se fraguó en
el Tabor, en la contemplación del misterio de Jesús. Sólo quien percibe su verdad más profunda puede superar
las dificultades. Un Jesús sin misterio, sin belleza,
sin divinidad, no invita al seguimiento, ni provoca la fe, ni puede
sostener la fidelidad de los discípulos. Por eso, hoy hay
muchos que abandonan el camino de la fe, porque desconocen
el misterio de Jesús. Son pocos los que conocen su verdad más verdadera y,
en consecuencia, se dejan seducir por los ídolos del poder, el egoísmo, el
dinero o el placer…
Actitud fundamental en
la Cuaresma es, sobre todo, la oración y la escucha de la Palabra de Dios. En ella confrontamos nuestro tono espiritual débil y
vacilante con el plan de Dios sobre nosotros. En ella reconocemos nuestras
miserias, nos encomendamos a la piedad del Dios compasivo y
misericordioso, que siempre nos perdona en el sacramento de la penitencia,
sacramento de la paz, de la alegría y del reencuentro con Dios. A lo largo
de estas semanas, hemos de buscar espacios largos para la oración serena,
humilde y, confiada, que nos ayude a ahondar en el espíritu de conversión.
(+ Juan José Asenjo Pelegrina - Arzobispo de Sevilla)
MEDITATIO:
Dos veces se hace referencia, en este
pasaje del Evangelio (cf. Mateo 17, 1-9), a la belleza de Jesús, de Jesús-Dios,
Jesús luminoso, de Jesús lleno de alegría y de vida. Primero, en la visión: «Y
se transfiguró». Se transfigura ante ellos, ante los discípulos: «su rostro se
puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz». Y
Jesús se transforma, se transfigura. (Papa Francisco)
Jesús les ordenó que no
hablasen de esta visión antes de que Él no hubiese resucitado de entre los
muertos, es decir en la resurrección Jesús
tendrá el mismo rostro luminoso, brillante. ¿Qué quería decir? Que
entre esta transfiguración, tan hermosa, y
esa resurrección, habrá otro rostro de Jesús:
habrá un rostro desfigurado, torturado, despreciado,
sangriento por la corona de espinas... La segunda vez, mientras bajaban del
monte, Jesús les ordenó que no hablasen de esta Todo el cuerpo de Jesús estará
precisamente como una cosa para descartar. Dos transfiguraciones
y en medio Jesús Crucificado, cruz. (Papa Francisco)
¡Debemos mirar mucho la cruz! Es
Jesús-Dios, Jesús, el Hijo de Dios, Dios mismo, en el cual el Padre se
complace: ¡Él se aniquiló para salvarnos!... Y para preparar a los discípulos a
no escandalizarse de verle así, en la cruz, hizo esta transfiguración. (Papa Francisco)
ORATIO:
Jesús, tú
eres el Señor: has mostrado
tu rostro radiante de luz a tus discípulos, poco antes confusos por la
predicción de tu pasión y ahora temerosos ante la gloria que irradias. Siempre
nos supera tu misterio.
Mil gracias
derramando, pasó por estos sotos con presura,
y yéndolos mirando, con sola su figura
vestidos los dejó de su hermosura.
y yéndolos mirando, con sola su figura
vestidos los dejó de su hermosura.
CONTEMPLATIO:
«Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!
El pasado domingo ya se apuntaba que
comenzábamos un tiempo de mortificación, de penitencia, de austeridad; vimos la
imagen de Jesús sometido a la tentación, que hace penitencia, que ayuna, que
tiene hambre como nosotros. Pero hoy la Iglesia nos
presenta cómo la intención de Jesús es cuidar la frágil condición de los
discípulos y vuelve a presentarnos la página de gloria y de esplendor, a Jesús con un cuerpo transfigurado, bajo una nube luminosa,
bajo la luz de Dios. En el Tabor no sólo se ve la gloria de Jesús, sino también la fuerza de la
Palabra de Dios que nos pide abrir los oídos para
escuchar a Jesús.
Consideremos ahora las palabras de Dios
Padre en el relato de la Transfiguración, aprendamos a
escuchar su voz que nos habla desde la verdad, porque Dios sabe dónde vivimos y cuáles son los problemas que
nos rodean, por eso nos advierte para que no caigamos en
la trampa de la palabrería hueca, de las opiniones de unos y de otros que nos presionan con lo
políticamente correcto, lo socialmente acertado, lo que es objeto de rechazo o
mofa, lo progre o lo facha, lo que se lleva o se rechaza, la marca, el color…
Todos los días hablan y hablan ilustrados contertulios, razonables unos y
burlones otros; se ofrecen futurólogos y echadores de cartas, charlatanes a
sueldo… Nos inundan y abruman por doquier, no nos dan tregua, ni se nos deja en
paz ni un minuto… ¡Sube con Jesús a lo alto del Tabor para ver la luz de la
Verdad, la gloria de Dios! (+ José Manuel Lorca Planes - Obispo de Cartagena)
■… En aquella transfiguración se trataba, sobre todo, de alejar de
los corazones de los discípulos el escándalo de la cruz, y evitar así que la
humillación de la pasión voluntaria conturbara la fe de aquellos a quienes se
había revelado la excelencia de la dignidad escondida. Pero con no menor
providencia se estaba fundamentando la esperanza de la Iglesia santa, ya que el
cuerpo de Cristo, en su totalidad, podría comprender cuál habría de ser su
transformación, y sus miembros podrían contar con la promesa de su
participación en aquel honor que brillaba de antemano en la cabeza. A propósito
de lo cual había dicho el mismo Señor, al hablar de la majestad de su venida: Entonces los justos brillarán
como el sol en el reino de su Padre. (San León Magno, pp)
La transfiguración de Mateo comentada magistralmente por el papa Juan Pablo II en Vita Consecrata es una obra de arte. Aquí esta expresada la vida cristiana, la vocación de seguimiento de Cristo que se inicia, se mantiene y se culmina cuando decimos y vivimos una y otra vez la experiencia del Tabor, que bien se está Señor contigo aquí. Aquí y siempre solo el encuentro con el Señor en la montaña alta de la contemplación, nos lleva a bajar al monte de la desfiguración, donde nuestros hermanos viven en el monte Getsemaní triturados por el sufrimiento y el cansancio.
ResponderEliminarSuben los tres íntimos y allí en la experiencia contemplativa el Señor les revela los secretos de su Corazón. Es necesario subir al monte para bajar al valle. La vida cristiana de toda la vida, de siempre cantada y contada por los místicos, es subir para bajar y es bajar para subir. Solo en ascender con Jesús contemplativo del Padre y descender con Jesús a todos los lugares de sufrimientos, donde se hacen miles de preguntas y cuánto cuesta esperar las respuestas. Es verdad que el Señor no responde a nuestros porqués, sería ponernos en el puesto de Dios, pero si tenemos paciencia y sabemos esperar, el siempre responde a nuestros para qué...lo entenderás más tarde, nos recuerda Jesús.
Se aparecen conversando con Jesús, Moisés y Elías. El significado es que los dos juntos conversando con Jesús nos revela en profundidad lo que es la vida de seguimiento de Cristo. Por una parte Moisés representa la ley del Sinaí. Es el hombre que nos recuerda el cumplimiento de los mandamientos que nunca están superados ni abolidos. Elías es el profeta contemplativo místico. El hombre del silencio. Profundamente libre. El hombre carismático en el seguimiento del Señor. Ser cristiano no es solo cumplir la Ley y basta. Tampoco es vivir el carisma de siendo tan libres, acabar sin vivir nada y haciendo siempre nuestra voluntad. Es necesario unir en el Corazón de Cristo la fidelidad a la ley, que dialogando con Cristo y por la contemplación, nos haga santos y no rigoristas, que acaba matando el encanto de la vida con Dios.
En el monte alto, en la preciosa teofanía o manifestación de la Trinidad, se nos descubre y se nos llama con la profunda identidad de los que siguen a Cristo y quieren convertirse como las vidrieras, en vocación de dejar pasar la luz de Dios a los hermanos en el camino de la vida. Nuestra profunda identidad es que somos hijos amados, predilectos donde Dios se complace y nuestra vida tiene que estar determinada por el gran mandamiento de la escucha...escucha Israel. Una llamada a que nuestra vida sea una escucha de la Palabra que nos da vida.
+ Francisco Cerro Chaves - Arzobispo de Toledo