TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

domingo, 29 de marzo de 2020

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 29 DE MARZO DEL 2020, 5º DE CUARESMA (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo de Toledo. Primado de España)

«YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA… ¿CREES ESTO?»


Jn. 11, 3-7.17.20-27.33b-45 (Breve)

     En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro mandaron recado a Jesús, diciendo: «Señor, tu amigo está enfermo.» Jesús, al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»
     Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba.
Sólo entonces dice a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea.»
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.»
     Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.» Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.» Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?» Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.»
     Jesús sollozó y, muy conmovido, preguntó: «¿Dónde lo habéis enterrado?» Le contestaron: «Señor, ven a verlo.» Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: «¡Cómo lo quería!» Pero algunos dijeron: «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?»
     Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa. Dice Jesús: «Quitad la losa.» Marta, la hermana del muerto, le dice: «Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.» Jesús le dice: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?» Entonces quitaron la losa.
     Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.» Y dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, ven afuera.»
     El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: «Desatadlo y dejadlo andar.» Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Otras Lecturas: Ezequiel 37, 12-14; Salmo 129; Romanos 8, 8-11

LECTIO:
     El agua, la luz... nos han acompañado en los últimos domingos para hablarnos de un Dios que sacia nuestra sed y que ilumina nuestras zonas apagadas… Este domingo se nos habla de la vida. La Pascua es la gracia de la vida, vida resucitada, pero sólo podremos acogerla si nos encontramos con quien ha vencido toda muerte, también la nuestra…  Lo que para los demás era la muerte de Lázaro, para Jesús era un sueño. Este era el diferente modo de ver las cosas: la muerte como terrible e inapelable desenlace o la muerte como sueño del que es posible despertar.
     Jesús responderá a la muerte pronunciando sobre ella su palabra creadora de vida: “Lázaro, ¡sal fuera!”. Frente a todos los indicios de una muerte de cuatro días, Jesús llama a la vida a salir de la muerte. Y aquella tremenda y desafiante pregunta que hizo a Marta delante del drama de la muerte de su hermano Lázaro: “Yo soy la resurrección y la vida, ¿crees esto?”, será la que nos hará a nosotros ante el drama y el aturdimiento de todas nuestras muertes: los egoísmos, las tristezas, los rencores, las envidias, las injusticias, las frivolidades, las desesperanzas… “Yo soy la resurrección y la vida… ¿crees esto?”.
     Vivir la cuaresma es reconocer estas muertes cotidianas que nos entierran en todos los sepulcros en donde no hay posibilidad de vida, ni de amor, ni de esperanza, ni de fe. (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm. Arzobispo de Oviedo).

MEDITATIO:
     En torno al sepulcro se lleva un gran encuentro-desencuentro. Por una parte está la gran desilusión, la precariedad de nuestra vida mortal que, atravesada por la angustia de la muerte, experimenta a menudo la derrota, una oscuridad interior que parece insuperable. … Pero por la otra, está la esperanza que vence la muerte y el mal y que tiene un nombre; la esperanza se llama: Jesús. Él…proclama: “Yo soy la resurrección y la vida; quien cree en mí, aunque muera, vivirá”. Por esto dice: “quitad la piedra”  y grita a Lázaro con voz fuerte: “Sal”. (Papa Francisco)
     Frente a los grandes porqués de la vida tenemos dos caminos: quedarnos mirando melancólicamente los sepulcros de ayer y de hoy, o acercar a Jesús a nuestros sepulcros. Sí, porque cada uno de nosotros ya tiene un pequeño sepulcro, alguna zona un poco muerta dentro del corazón: una herida, un mal sufrido o realizado, un rencor que no da tregua, un remordimiento que regresa constantemente, un pecado que no se consigue superar. (Papa Francisco)
     Identifiquemos hoy estos nuestros pequeños sepulcros que tenemos dentro e invitemos allí a Jesús. A menudo preferimos estar solos en las grutas oscuras que llevamos dentro, en vez de invitar a Jesús; estamos tentados de buscarnos siempre a nosotros mismos, rumiando y hundiéndonos en la angustia, lamiéndonos las heridas, en lugar de ir a Él, que nos dice: "Venid a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo os aliviaré."  (Papa Francisco)

ORATIO:
     Señor Jesús, el Padre siempre te escucha porque se complace en ti. Tú, que eres la vida y compartes nuestro morir cotidiano, tú nos harás salir del sepulcro, de todos los sepulcros en los que caemos por la debilidad de nuestra fe.
Señor: creo que eres la resurrección y la vida:
que el que cree en ti, aunque haya muerto, vivirá;
y el que está vivo y cree en ti, no morirá para siempre.

CONTEMPLATIO:
     El evangelio de este domingo nos brinda un mensaje importante. Todos nosotros, cristianos bautizados, somos como muertos resucitados a la vida. El Lázaro resucitado es, ante todo, signo del propio Jesús, el primer resucitado a la vida eterna. Es también símbolo de todos nosotros. Nos lo dice san Pablo. Si vivimos unidos a Cristo por la fe y por el amor, el Padre que resucitó a Jesús nos resucitará también a nosotros. Desde ahora podemos y debemos vivir como personas resucitadas, renacidas, a una vida nueva, diferente, la vida de los hijos de Dios, con Jesús, como Jesús, iniciando ya la vida santa y eterna de la resurrección, viviendo unidos espiritualmente al Jesús resucitado y resucitador.
     Como a Marta, Jesús nos dice a cada uno de nosotros ¿No te he dicho que si crees en Mí verás la gloria de Dios? El encuentro con Jesús, la aceptación de su persona, de sus enseñanzas, de su muerte y resurrección, conservado todo en la memoria de la Iglesia, de la liturgia, de la vida de los santos, manifiesta la gloria de Dios y nos ayuda a creer en Él, centrando en Él nuestro amor y nuestra esperanza. Quienes se aman exclusivamente a sí mismos, no la ven, porque no pueden creer de verdad, no pueden reconocer al Señor como referencia definitiva, fuente, norma y fin de la vida... (+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba)




   Mientras contemplamos la magnitud de este acto de misericordia, Jesús le dijo a Marta: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá, y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente.» Hagamos nuestras estas palabras de consuelo, tanto en la contemplación de nuestra propia muerte, como en la de nuestros amigos. Dondequiera que haya fe en Cristo, allí está el mismo Cristo. Él le dijo a Marta: «¿Crees esto?». Donde hay un corazón para responder: «Señor, yo creo», ahí Cristo está presente. Allí, nuestro Señor se digna estar, aunque invisible, ya sea sobre la cama de la muerte o sobre la tumba, si nos estamos hundiendo, o en aquellos seres que nos son queridos. ¡Bendito sea su nombre! nada puede privarnos de este consuelo. ( John Henry Newman)

1 comentario:

  1. En nuestro itinerario hacia la luz pascual nos acercamos a Jerusalén y con Jesús vamos a casa de los amigos, en Betania. Lázaro ha muerto y Jesús en la resurrección y la vida, quiere dar la respuesta definitiva al dolor y la muerte con su vida entregada como Redentor del mundo. En Betania Jesús acoge tres maneras sencillas de ser amado y acogido en la amistad. María de Betania representa el amor que se hace delicadeza y ternura. Sera la que unja los pies a Jesús con un perfume carísimo. Marta representa el amor que se hace acogida, confianza y servicio. Lázaro es el amor que se deja elegir, se pone en sus manos y no dice ni una palabra que no sea la de la aceptación.
    Cercana ya la Pascua, el domingo de la resurrección de Lázaro nos prepara para vivir la gracia de la pascua, de la muerte y resurrección de Cristo.
    Descubrimos la profunda humanidad de Jesús. Cien por cien divino, cien por cien humano. Tiene un Corazón compasivo y misericordioso. Ante la tumba del amigo, llora. Se le conmueve las entrañas. Sería terrible despojar a Jesús de su profunda humanidad diciendo que su llanto es de mentirijilla...como lo va a resucitar después. En el fondo, es lo que creen que nuestra fe, no tiene en cuenta el sufrimiento humano. Por creer, no nos afectaría nada lo humano. El ejemplo también de los santos nos descubre que en su fe intensa, también sufrieron y les costó el dolor y la muerte.
    Entrar en Betania, es entrar en la cercanía de las personas que amamos y que han muerto. Es preciso afirmar con las palabras y la vida, que creemos en la vida eterna. No nos detengamos solo en la muerte, que es camino y puerta de entrada en la vida eterna. Existe el Amor redentor de Cristo que vence el pecado, el dolor y la muerte. Jesús en Betania, nos descubre la alegría de la amistad y nos lleva a vivir la vida, con la esperanza de saber que en la vida y en la muerte somos del Señor.
    Los amigos de Betania no fueron al sepulcro la mañana de resurrección como fue la Magdalena, porque ellos creían y afirmaron su fe en el Resucitado...Sabemos que tú eres la resurrección y la vida y el que cree en ti aunque haya muerto vivirá. En el Ritual de Iniciación Cristiana, al admitir a un catecúmeno para su preparación al bautismo se le pregunta, que pides a la Iglesia y responden la vida eterna.


    + Francisco Cerro Chaves - Arzobispo de Toledo. Primado de España

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