«TÚ ERES MI HIJO, EL AMADO, EL
PREDILECTO».
Lc. 3,15-16.21-22
En aquel tiempo, el pueblo estaba en
expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías. Él tomó la
palabra y dijo a todos: Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que
yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y
fuego.
En un bautismo general, Jesús también se
bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él
en forma de paloma, y vino una voz del cielo:
«Tú eres
mi Hijo, el amado, el predilecto».
Otras lecturas: Isaías 42, 1-4.6-7; Salmo 28; Hechos 10, 34-38
LECTIO:
Y así llegó el
día, el fruto maduro, el tiempo del estreno. Pero este Jesús hombre-Dios,
tampoco ahora realizará algo espectacular para dar comienzo a su ministerio… Como
uno más de aquel pueblo, como uno más entre aquellos pecadores, como uno más de
aquellos que oraban al Dios buscado.
Aparentemente nada especial, pero allí estaba todo en esa triple
solidaridad de Dios que se une sin ceremonias a un pueblo, que aparece como un pecador,
que tiene necesidad de orar. Y triple será también la
respuesta del Padre: abrirá los cielos, bajará el Espíritu, se escuchará la
confesión de un amor predilecto. (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm – Arzobispo
de Oviedo)
MEDITATIO:
El Evangelio nos presenta a Jesús, en las
aguas del río Jordán, en el centro de una maravillosa revelación divina:
«Cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado, mientras
oraba… “Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco”». De este modo Jesús es consagrado y
manifestado por el Padre como el Mesías salvador y
liberador. (Papa
Francisco)
¡Pensemos
a qué dignidad nos eleva el Bautismo! «Mirad qué amor nos ha
tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!». Tal estupenda
realidad de ser hijos de Dios comporta la responsabilidad de seguir a Jesús, el
Siervo obediente, y reproducir en nosotros mismos sus rasgos, es decir: es
decir, mansedumbre, humildad y ternura. (Papa
Francisco)
Sin embargo, esto no es fácil,
especialmente si entorno a nosotros hay mucha intolerancia, soberbia, dureza.
¡Pero con la fuerza que nos llega del Espíritu Santo es posible! El Espíritu
Santo, recibido por primera vez el día de nuestro Bautismo, nos abre el corazón
a la Verdad, a toda la Verdad. (Papa
Francisco)
ORATIO:
Señor
y Padre, haz que nunca
endurezcamos nuestro corazón a tu llamada ni a la acción interior de tu
Espíritu Santo.
Gracias,
Señor, por el agua que brotó
y fue usada
el día de mi bautismo.
Gracias por
el sacerdote que ungió mi pecho
y mi cabeza
para la fortaleza de mi ser.
CONTEMPLATIO:
«Tú eres mi Hijo, el amado, el
predilecto»
Dios nos da en Cristo la garantía de un
amor indestructible. Desde que el Verbo se hizo carne es posible ver el cielo
abierto. Fue posible para los pastores de Belén, para los Magos de Oriente,
para el Bautista…Y es posible también para cada uno de nosotros, si nos dejamos
invadir por el amor de Dios, que nos es donado por primera vez en el Bautismo.
¡Dejémonos invadir por el amor de Dios! ¡Éste es el gran tiempo de la
misericordia!!
"Éste
es mi Hijo amado..." Jesús es el amado del Padre porque se ha ofrecido para la salvación de los
hombres,
reparando el pecado de Adán. Nunca comprenderemos que todo un Dios sea
engendrado en el vientre de una mujer, hasta hacerse creatura, hombre.
Cristo no presume de ser Dios, y tenerlo
todo, sino de ser manso y humilde. Y de hecho, la imagen de su muerte elegida
por los profetas, será la de un manso cordero llevado al matadero... El hombre
humilde es pacífico y paciente. Vive confiando en la Providencia del Padre. No
se engríe en los éxitos, ni se desespera en los fracasos. Porque sabe que Dios
vela a su lado, y que nunca, nunca, nunca le va a dejar solo.
■… Ahora, sin
embargo, hay otra acción de Cristo y otro misterio: Cristo es iluminado, Cristo
es bautizado. Meditemos un poco sobre las distintas formas de bautismo. Bautiza
Juan con el propósito de suscitar la penitencia; bautiza también Jesús y Él,
sí, bautiza en el Espíritu. Éste es el bautismo perfecto. Conozco también otro
bautismo, el del testimonio de sangre, que fue impartido también a Cristo mismo
y es un bautismo mucho más venerable que los otros, porque después no será
ensuciado por otras manchas. Conozco aún otro que es el de las lágrimas: pero
éste es un bautismo más arduo: es el del enfermo, es el bautismo del que
pronuncia las palabras del publicano en el templo (...). Al hombre ha sido dada
toda palabra y para él se ha instituido todo misterio, a fin de que vosotros
lleguéis a ser como lámparas en el mundo, potencia vivificadora para los demás
hombres (S. Gregorio
Nacianceno).
¿Sabes el día de tu Bautismo? No me refiero a tu cumpleaños, cuando naciste a la vida como un don de Dios, sino cuando naciste a la nueva vida, que nos ha traído Jesús y que nos hace hijos de Dios, miembros de la Iglesia, la gran familia. ¿Celebras tu Bautismo? Jesús, se bautizó en un bautismo general. Todos destacan que el Padre llama a Jesús “su Hijo Amado, su Predilecto” y es en quien se complace.
ResponderEliminarLucas, destaca que la teofanía que se da en el Jordán donde habla el Padre, Jesús acoge su realidad, desde siempre, de ser Hijo Amado y el Espíritu Santo, en forma de paloma, es el que tiene como misión el que vivamos nuestro Bautismo.
Lucas, destaca que esta manifestación de la Trinidad tiene lugar en la oración de Jesús “cuando en el Jordán el Señor ora”. Es muy del Evangelio de Lucas, Evangelio de la Misericordia, del perdón, del evangelizador, de la oración.
Mirando a Jesús en el Jordán, tres claves nos lanzan a vivir nuestro Bautismo que nos transmiten los sentimientos del Corazón de Cristo.
El Bautismo es vivir la vida de la Trinidad en nosotros. EL Padre nos llama “hijos amados”, el Hijo nos llama a vivir unidos a Él, esto es la santidad y el Espíritu Santo, como Señor y Dador de vida es el artífice de nuestra santidad a través de sus dones y sus frutos.
El Bautismo nos llama a evangelizar, a no quedarnos sólo en nosotros mismos, sino a ir por el mundo a proclamar la Buena Noticia para los que sufren.
Jesús, con su profunda humildad evangeliza y nos lanza a vivir evangelizando desde nuestra vida a través de signos pobres.
Por último, el Bautismo de Jesús, que cierra el ciclo de Navidad, nos introduce en que hay que seguir caminando hacia el misterio pascual de Cristo muerto y resucitado.
Jesús, no se queda a vivir ni en el desierto, ni en el Jordán. Son claves en su descubrimiento de su ser Mesías, de Hijo de Dios, para ser llamados a vivir transformando el mundo según el Corazón de Dios donde el Señor cuenta con nosotros, con nuestra vida, con nuestra santidad, para vivir la auténtica santidad que brota de la unión con el Señor en nuestro Bautismo.
+Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres