TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 7 de julio de 2018

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 8 DE JULIO DEL 2018, 14º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de + José Manuel Lorca Planes - Obispo de Cartagena)

« ¿NO ES ESTE EL CARPINTERO, EL HIJO DE MARÍA,… »
Mc. 6, 1-6
     En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?». Y se escandalizaban a cuenta de él.
     Les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa». No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

Otras Lecturas: Ezequiel 2,2-5; Salmo 122; 2Corintios 12,7b-10

LECTIO:
     El Evangelio nos habla de cómo Jesús no fue aceptado ni creído por los suyos, por sus paisanos… Lo que hay de fondo en toda esta cuestión, es la cotidianeidad, la sencillez de cada día en la que Dios se ha querido manifestar y revelar. Acaso si el Mesías se hubiera presentado de un modo estrafalario, estrambótico, con mucha parafernalia, a bombo y platillo, con alharaca y tronío…, entonces habrían aceptado su palabra. De hecho así esperaban algunos grupos al Mesías.
     La respuesta de Dios entonces y siempre, suele tener ese tono sencillo y cotidiano. Él puede responder en un momento dado a través de lo extraordinario y excepcional, pero suele responder, más bien, en los avatares y personas del cada día.
     Quienes le esperaban en la prepotencia y notoriedad política, religiosa, fueron incapaces de reconocer el Rostro de Dios y su Palabra en Jesús. Santa Teresa lo dirá con su acostumbrado gracejo diciendo que “Dios está entre los pucheros”.
     Y eso es lo que nos dice el Evangelio de este domingo: descubrirle en los entresijos de nuestros días laborables y festivos, en los momentos sublimes o vulgares, en los esperados o sorpresivos. Jesús está mucho más cerca de lo que pensamos, porque también Él es “paisano” nuestro, y camina en nuestras calles, y nos habla en nuestros lenguajes. Pero también hoy, como siempre, sólo los de corazón sencillo y pura mirada, son capaces de reconocer a quien nunca se marchó de nuestro lado.

MEDITATIO:
     Jesús vuelve a Nazaret, va a la sinagoga y comienza a hablar. En un primer momento toda la gente lo escuchaba con amor, feliz y estaba asombrada de las palabras de Jesús: estaban contentos. Pero Él prosigue con su discurso y reprende la falta de fe de su pueblo. (Papa Francisco).
      “…Ningún profeta es aceptado en su pueblo”. Así, pues, a cuantos lo escuchaban en la sinagoga «al inicio» les parecía algo hermoso y aceptaban ese estilo de conversación y de acogida. Pero cuando Jesús comenzó a dar la Palabra de Dios se enfurecieron. Así, se pasaron de una parte a la otra, porque la Palabra de Dios es algo distinto respecto a la palabra humana, incluso de la palabra humana más elevada, la palabra humana más filosófica. (Papa Francisco).
     ¿Qué quería esta gente, estos de la sinagoga? Jesús les reprende la falta de fe, tanto que el Evangelio subraya cómo Jesús allí, en ese lugar, no hizo milagros, por la falta de fe…  Querían el espectáculo. Pero el estilo de Dios no es hacer espectáculo: Dios actúa en la humildad, en el silencio, en las cosas pequeñas… Y si vemos toda la historia de la salvación, encontraremos que siempre el Señor obra así, siempre, con las cosas sencillas». (Papa Francisco).
     Resulta útil recordar las numerosas veces que en nuestra vida «el Señor nos visitó con su gracia» y entendimos que la humildad y la sencillez son su estilo. Esto vale no solo en la vida diaria, sino también en la celebración litúrgica, en los sacramentos, en los cuales es hermoso que se manifieste la humildad de Dios y no el espectáculo mundano. (Papa Francisco).

ORATIO:
     Oh Padre, queremos darte gracias por habernos hecho precisamente así: criaturas frágiles y mortales, pero salidas de tus manos y portadoras de tu impronta.

Aquí me tienes, Señor,
aprendiendo a vivir en tu casa
y dejando que tu mensaje cale…
aunque sea siervo y discípulo inútil.

CONTEMPLATIO: 
No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa»
     
    ¿Por qué un profeta no pude ser admitido en su propia tierra? Jesús nos da la respuesta. Por falta de fe de la gente, en este caso de sus parientes. Nos cuesta creer en una persona que ha convivido mucho tiempo con nosotros y ahora viene a darnos lecciones de vida. “¿Pero no es este el hijo del carpintero, cómo es que salen tantos milagros de sus manos?”
     Necesitamos pedir insistentemente la gracia de la fe. Porque es don de Dios y vale más que la vida misma, y sólo con ella puede el hombre caminar hacia el encuentro con Dios, aunque a veces no vea, aunque le rodeen espesas tinieblas, aunque le azote la duda, aunque le domine el miedo, aunque le invada el desaliento, “el justo vive de la fe”.
     La fe es caminar, sufrir, caer y levantarse tratando de ser fiel a Dios a quien no vemos con nuestros ojos materiales. La fe es fiarse de Dios y confiar en Él.



  Y he aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba; y deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no serían. Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y respiré, y suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y abráseme en tu paz (S. Agustín).

1 comentario:

  1. En la primera lectura de este domingo tenemos unas claves esenciales que han venido a ser una constante en la tarea profética y que no podemos pasar por alto, porque las encontramos hoy en el enviado a evangelizar. El profeta Ezequiel parte de la vocación profética, cuyo origen está en Dios, que es el que llama. Eso sí, está claro que llama a una persona frágil, a “un hijo de hombre”, a un “hecho de tierra”. Sobre esta persona Dios derrama el Espíritu Santo para que proclame la Palabra de una manera eficaz. Otro aspecto necesario en la relación del elegido con Dios es que se mantenga a la escucha. Hasta aquí las cosas van bien, pero hay una seria dificultad con la que se encuentra el profeta elegido: la dureza del corazón de los destinatarios, de la gente a la que ha sido enviado. Como la rebeldía de unos hijos que le han cerrado el corazón al Padre y le han cerrado los oídos a sus palabras. El profeta se encuentra en una situación de soledad, señalado con el dedo y viene a ser un signo de contradicción, como una piedra de tropiezo para la gente. El profeta es rechazado.
    Si uno va recorriendo la secuencia de la experiencia del profeta, va viéndose identificado con él, pues no ha perdido actualidad esa misión. Por aquí pasó el mismo Jesús en la sinagoga de Nazaret, cómo la gente rechazaba la revelación de Dios en Jesús y, lo que es más doloroso para Jesús, los que lo rechazaban eran los más íntimos, los de su tierra, los de su casa. El caso es que estos quedan admirados de las palabras de gracia que salen de sus labios, pero lo que no podían entender era que uno “al que habían visto nacer” les hablara en el nombre de Dios, esto les impedía reconocerlo como enviado de Dios. Jesús estaba sorprendido por el rechazo de la gente, extrañado por la falta de fe, de tal manera que no pudo hacer allí ningún milagro.
    La dureza del corazón es un elemento a tener en cuenta, porque te incapacita para ver y escuchar a Dios; si tú te empeñas en rechazar a Dios estás negando que Él te pueda salvar, dar la Vida, fortalecerte en tu debilidad. En el fondo, parece que el rechazo viene provocado por la manifestación del poder de Dios, que no usa fenómenos extraordinarios, sino que se hace presente de una forma frágil, humilde y utiliza mediaciones sencillas, un simple hombre o mujer, “pecadores vueltos a levantar”, como nos decía el Papa Francisco. Pero Dios sigue adelante en su Plan de Salvación, sigue saliendo a nuestro encuentro, porque está decidido a salvarnos, a salvar a todos los hombres.
    Vistas estas cosas, en el contexto de la misa, “el relato del rechazo de Jesús en Nazaret subraya la presencia del Rechazado que resucitó, justificando así la validez de este camino de revelación querido por Dios”. Que en esta Eucaristía aprendamos a abrir los oídos para Dios, escuchar su Palabra y ver a Cristo perdonando nuestros pecados y como el médico que sana nuestros dolores y sufrimientos. Debemos pedir el don de la fe y la humildad para ver a Dios cerca de nosotros.

    + José Manuel Lorca Planes - Obispo de Cartagena

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