«DE DOS EN DOS LOS ENVIÓ, DÁNDOLES
AUTORIDAD»
Mc. 6. 7-13
En aquel tiempo, Jesús llamó a los Doce y
los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus
inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni
pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no
una túnica de repuesto.
Y decía: «Quedaos en la casa donde
entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os
escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, en testimonio contra
ellos». Ellos salieron a
predicar la conversión,
echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
Otras Lecturas: Amós 7,12-15; Salmo 84; Efesios 1,3-14
LECTIO:
Si en el tiempo de los preparativos (los
discípulos) hubieran imaginado el desenlace o acaso la estrategia a seguir,
posiblemente la hubieran organizado de un modo muy diferente. ¿Cómo se
presentarían ante los demás precisamente ellos, los discípulos de Jesús?
Jesús los equipó con otro tipo de ropaje y
con otro estilo de misión: irían
de dos en dos, lo suficiente para que se apoyen y sostengan en los
contratiempos;
con poder sobre los espíritus inmundos; y con un avituallamiento realmente
pobre y humilde: un bastón, una túnica y sandalias, sin pan, ni bolsa, ni
dinero en el cinturón.
Y al igual que sorprendería (Jesús) a
quienes esperaban de su mesianismo otra cosa..., seguramente que también
sorprendería este estilo misionero casi ingenuo y naïf de los discípulos de
Jesús.
…Como hicieron entonces los discípulos de
Jesús, hay que ir en su Nombre y
sabiéndonos por Él enviados: predicar el arrepentimiento y la conversión, la gozosa posibilidad
de volver a empezar, de dirigir nuestra mirada a Dios y adherirnos a su Verdad
sobre nosotros y sobre la historia toda, echar los mil demonios que nos
endiablan dividiéndonos por dentro y enfrentándonos por fuera, y ungir a los
dolientes de todos los sufrimientos con el dulce bálsamo de la paz y la
esperanza. (Jesús Sanz Montes - Arzobispo de
Oviedo)
MEDITATIO:
Cuántas veces imaginamos la evangelización
en torno a miles de estrategias, tácticas, maniobras, artimañas, buscando que
las personas se conviertan en base a nuestros argumentos. Hoy el Señor nos lo
dice muy claramente: en la lógica del Evangelio no se convence con los
argumentos, con las estrategias, con las tácticas, sino simplemente aprendiendo
a alojar, a hospedar. (Papa
Francisco).
Cuánto
bien podemos hacer si nos animamos a aprender este lenguaje de la hospitalidad, este lenguaje de
recibir, de acoger. Cuántas heridas, cuánta desesperanza se puede curar en un
hogar donde uno se pueda sentir recibido. Para eso hay que tener las puertas
abiertas, sobre todo las puertas del corazón. (Papa
Francisco).
Tantas veces nos olvidamos que hay un mal
que precede a nuestros pecados, que viene antes… Hay un mal que, poco a poco,
va haciendo nido en nuestro corazón y «comiendo» nuestra vitalidad: la soledad.
…Cuánto destruye la vida y cuánto mal nos hace. Nos va apartando de los demás,
de Dios, de la comunidad. …Es
la fraternidad acogedora, el mejor testimonio que Dios es Padre, porque «sabrán
todos que sois mis discípulos,
si se aman los unos a los otros» (Papa
Francisco)
Qué lindo es imaginarnos nuestras parroquias,
comunidades… donde están los cristianos, no con las puertas cerradas sino como
verdaderos centros de encuentro entre nosotros y con Dios. Como lugares de
hospitalidad y de acogida. (Papa
Francisco).
ORATIO:
Perdona, Señor, mi dureza de corazón.Padre, por
sentirme escandalizado por tu modo de revelarte en la vida de Jesús y por
aceptar darte a conocer hoy a través de la vida de la Iglesia…
Para el
camino, Señor,
me fío
de tu palabra.
Eso sí,
voy en compañía,
¡Yo te
sigo…, y eso me basta!
CONTEMPLATIO:
«…ellos
salieron a predicar la conversión…»
Contempla como Jesús
envía a sus discípulos dándoles reglas claras, precisas. Los desafía con
una serie de actitudes, comportamientos que deben tener. Y no son pocas las
veces que nos pueden parecer exageradas o absurdas; actitudes que serían más fáciles
leer simbólicamente o «espiritualmente». Pero Jesús es bien claro.
Jesús quiere
que desde el principio formen pequeñas comunidades para transmitir este ejemplo de vida a los otros. Solo podemos predicar la palabra de Dios a
la comunidad cuando nosotros mismos hemos aprendido a vivir comunitariamente. Los esposos que
transmiten la fe a sus hijos; los sacerdotes, religiosos(as) que dan ejemplo con
su vida comunitaria; los laicos, los diferentes grupos parroquiales que deben
mostrar como amarse y servirse en pequeños grupos etc.
Jesús quiere que solo pongan su confianza
en Él, ni pan, ni alforja, ni dinero. Y para poner totalmente la confianza en Él
primero deben saber liberarse de las cosas materiales. Cuando nosotros nos
preocupamos solamente por acumular bienes materiales corremos el riesgo de
poner nuestra confianza en las cosas y no en Dios.
■… Jesús ordena la predicación de
la cercanía del Reino de los Cielos y dispone las señales que confirmarán este
mensaje. Jesús manda curar a los heridos, limpiar a los leprosos, resucitar a
los muertos, expulsar los demonios. La predicación se convierte en acontecimiento,
y el acontecimiento da testimonio de la predicación […] Los mensajeros
participan de este trabajo en la predicación, en la superación de Satanás y en
¡a oración suplicante. Quien no acepta este trabajo, no ha comprendido aún el
servicio del mensajero fiel de Jesús. Pueden aceptar sin avergonzarse la
recompensa diaria de su trabajo, pero también sin avergonzarse deben permanecer
pobres, por amor a su servicio (D. Bonhoeffer).
En el Evangelio de este domingo, Jesús envía a sus apóstoles de dos en dos para entrenarlos en la tarea de la evangelización. La pedagogía de Jesús es impresionante. Habla con palabras de vida eterna, pero al mismo tiempo convive, tiene gestos, comparte con sus discípulos y les va enseñando. Y en este envío de dos en dos, los envía de “prácticas”. Cuando regresen, revisará con ellos cómo les ha ido y compartirán de nuevo el gozo del Evangelio. Cuando Jesús ya haya sido elevado al cielo, ellos sabrán cómo actuar y recordarán los consejos del Maestro, incluso en la manera de actuar. Ellos irán con la autoridad de Jesús, con poder incluso de someter a los espíritus inmundos.
ResponderEliminarEn el envío, destaca la pobreza de medios, “un bastón y nada más; ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja… ni siquiera túnica de repuesto”. Es llamativa esta insistencia de Jesús en la austeridad y en la pobreza para la evangelización. El Evangelio va destinado a los pobres y ha de realizarse en pobreza. Los poderosos, los ricos, los que tienen medios no suelen estar disponibles para la salvación que viene de Dios. Uno tiene que pasar por situaciones de privación para sentirse necesitado, y ahí necesitará a Dios. Cuando se emplean muchos medios, la evangelización echa para atrás por sí misma, se convierte en un contrasigno. La Iglesia tiene la preciosa tarea de la evangelización, es decir, de anunciar a todos el amor de Dios, la redención de Cristo, el don del Espíritu Santo. No prosperará en esta tarea si lo hace con prepotencia, con muchos medios, sin austeridad ni pobreza. He aquí una clave del fruto apostólico.
“De dos en dos”, es como la expresión mínima de una comunidad. La evangelización no puede hacerse como francotiradores, cada uno por su cuenta, cada uno en su “cortijo” sin interesarle lo demás. La evangelización ha de hacerse en equipo, en comunidad, de dos en dos. Dios no ha querido salvarnos aisladamente, sino formando un pueblo, el Pueblo de Dios.
Salieron a predicar la conversión, pues la evangelización que anuncia el amor de Dios lo primero que provoca es una conversión del corazón, un acercamiento a ese Dios que nos ama tanto, un reconocimiento de nuestros propios pecados y un deseo de cambiar a mejor, ajustando nuestra vida a ese amor de Dios. Ahora bien, esta buena noticia no siempre encuentra acogida. Hay muchos momentos que suscita rechazo, incluso persecución al mensajero. La historia de la Iglesia está llena de mártires. Jesús lo predice y nos invita a sacudir el polvo de las sandalias para probar su culpa.
Pero el evangelizador no se rinde. Sigue predicando la conversión, expulsando demonios, ungiendo con el bálsamo del aceite, signo de la suavidad de Dios y curando enfermedades. Eso es un misionero, el que va en nombre de otro, el que se siente enviado para dar una buena noticia, el que hace como Jesús, que se acerca a los pobres y los enfermos y los unge con el bálsamo del amor de Dios.
El misionero será buen misionero, si es buen discípulo. Si se ha puesto en la escuela de Jesús para aprender de él su disciplina y su discipulado. Y un ben discípulo no acaba de serlo hasta que no es misionero, porque ha de comunicar a los demás lo que ha visto y oído, lo que ha experimentado. Hay, por tanto, una circularidad, una correlación entre el discípulo y el misionero. A medida que uno es misionero, aprende mejor las enseñanzas de Jesús y su manera de vivir. A medida que uno es discípulo, aprende más a ser misionero, porque Jesús los envió de dos en dos a predicar…
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba