«Y SE COMPADECIÓ, PORQUE ANDABAN COMO OVEJAS SIN PASTOR»
Mc. 6. 30-34
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a
reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les
dijo: «Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco». Porque
eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer. Se
fueron en barca a solas a un lugar desierto.
Muchos los vieron marcharse y los
reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel
sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se
compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.
Otras Lecturas: Jeremías 23,1-6; Salmo 22; Efesios 2,13-18
LECTIO:
“Venid un poco aparte, a un lugar
solitario, y descansad un poco”. No es sólo un momento de relax el que les
propone Jesús, sino un descanso con Él. Por eso se los lleva un poco aparte,
aún a costa de no atender en el entretanto a toda la muchedumbre que andaba de
acá para allá.
Ellos tendrían necesidad de contarle al
Maestro tantas cosas, y éste, a su vez, querría conocer qué tipo de resonancia
o reacción había producido en ellos esta primera salida misionera.
Para
poder luego seguir subiendo hacia Jerusalén, era imprescindible pararse con el
Señor a solas, gustando lo único que es necesario, … Porque si el discípulo
habla sin haber escuchado antes la Palabra necesaria, y
si actúa sin haber contemplado previamente la Presencia imprescindible, corre el riesgo de convertirse…en
vendedor de sus ideas, en imponedor de sus visiones, sea cual sea la
clave ideológica desde la que lo haga; si la misión del evangelizador cristiano
no nace de otra Palabra escuchada y de otra Presencia acogida, se arriesga a no
ser una misión cristiana.
Cuando de verdad se ha descansado con
Jesús bebiendo en las fuentes de su Palabra y su Presencia, entonces Él no
retiene ni se queda privadamente con los que más de cerca le seguían.
No ha actuado así el Señor jamás, sino
todo lo contrario: “cuando llegaron a la otra orilla, se conmovió por la gente
que andando había ido a esperarlos, porque eran como ovejas que no tienen
pastor, y se puso a enseñarlos”. (Jesús Sanz Montes - Arzobispo de
Oviedo)
MEDITATIO:
El Evangelio de hoy nos dice que los
Apóstoles, tras la experiencia de la misión, regresaron contentos pero también
cansados. Y Jesús, lleno de comprensión, quiso darles un poco de alivio; y es
así que los lleva a un lugar desierto, a un sitio apartado para que descansaran
un poco. (Papa Francisco)
Retomemos los tres verbos de este
fotograma: ver, tener compasión, enseñar. Los podemos llamar
los verbos del Pastor. El primero y el segundo, ver y tener compasión,
están siempre asociados con la actitud de Jesús: su mirada, en efecto, no es la
mirada de un sociólogo o de un reportero gráfico, porque Él mira siempre con
«los ojos del corazón». (Papa
Francisco)
Ver y tener compasión,
configuran a Jesús como buen Pastor. Su compasión, no es solamente un
sentimiento humano, sino que es la conmoción del Mesías en quien se hizo carne
la ternura de Dios. Y de esta compasión nace el deseo de Jesús de alimentar a
la multitud con el pan de su Palabra, es decir enseñar
la Palabra de Dios a la gente. Jesús ve, Jesús tiene
compasión, Jesús nos enseña. ¡Es hermoso esto! (Papa
Francisco)
El odio, la envidia, la soberbia ensucian
la vida. Vigilemos los sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde
salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen.
No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura. (Papa Francisco)
ORATIO:
Señor, que has
querido hacerte como nosotros a fin de que nosotros lleguemos a ser como tú,
concédeme unos ojos claros para verte, un corazón abierto para acogerte, unas
manos diligentes para servirte, una voz convencida para anunciarte, unos pies
ligeros para llevarte a donde quieras.
Mi
Señor quiero seguirte,
sé
que debo detenerme e ir al silencio,
donde
esté solo, donde solo Tú y yo podamos hablar,
y decirte
todo lo que siento,
CONTEMPLATIO:
«… se compadeció y se puso a
enseñarles muchas cosas…»
Contempla como Jesús nos invita al retiro, al
desierto, al silencio, al lugar donde estemos lejos de todas las cosas de este
mundo que nos distraen. Es tanto el correr, que nos olvidamos de nosotros
mismos y sobre todo del encuentro con Dios. ¿Cuánto tiempo nos tomamos para
atenderte tu relación con Dios? No sólo hay que crecer intelectualmente,
socialmente, como familia, como persona… también es importante crecer
espiritualmente,
Jesús reveló la increíble
compasión y providencia de Dios. Nosotros,
como Iglesia, somos iguales a la muchedumbre del evangelio: siempre buscando y
encontrando a Jesús entre nosotros, Jesús nos enseñó las cualidades que el
discípulo debe poseer.
El amor de Jesucristo no conoce el
ensimismamiento en los propios problemas o dificultades. Él nos enseña a salir
del círculo estrecho de mi "yo y mis circunstancias", sean éstas
felices o penosas. (Papa
Francisco)
■… El deber del buen pastor es la caridad; por eso dice: El buen
pastor da la vida por las ovejas. Conviene, pues, distinguir entre el buen
pastor y el mal pastor: el buen pastor es aquel que busca el bien de sus
ovejas; en cambio, el mal pastor es el que persigue su propio bien. A los
pastores que apacientan rebaños de ovejas no se les exige exponer su propia
vida a la muerte por el bien de su rebaño, pero, en cambio, el pastor
espiritual sí que debe renunciar a su vida corporal ante el peligro de sus
ovejas, porque la salvación espiritual del rebaño es de más precio que la vida
corporal del pastor. Es esto precisamente lo que afirma el Señor: El buen
pastor da la vida - la vida del cuerpo- por las ovejas, es decir, por las que
son suyas por razón de su autoridad y de su amor. Ambas cosas se requieren: que
las ovejas le pertenezcan y que las ame, pues lo primero sin lo segundo no
sería suficiente […] De este proceder Cristo nos dio ejemplo: Si Cristo dio su
vida por nosotros, también nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos (S.Tomás de Aquino).
Después de la misión apostólica, en la que fueron enviados de dos en dos, Jesús se reúne con sus apóstoles para revisar el apostolado que han realizado. Me imagino al grupo de los doce contando con euforia al Maestro cómo les había ido, qué dificultades habían encontrado, qué experiencias nuevas habían tenido, incluso la alegría de constatar que hasta los demonios se les sometían al invocar el nombre de Jesús, como les sucedió al otro grupo de los setenta y dos (cf Lc 10,17). En toda experiencia apostólica nueva, el gozo consiste en constatar que Dios ha actuado por medio de nosotros, y nos llena de asombro ver que Dios se fíe de nosotros, que Dios cuente con nosotros y que nuestras pobres colaboraciones humanas produzcan un fruto divino.
ResponderEliminarPor eso, Jesús los invita a retirarse con él a un lugar apartado, solitario, donde nadie pudiera distraerlos. El verano es tiempo propicio para el descanso, para retirarse a lugares apropiados para esa revisión personal, para mayor y más intensa oración, para planear el futuro. Los monasterios son lugares apropiados y hacen este gran servicio a la Iglesia y a todos los que quieran acudir. Son lugares de paz, de encuentro con el Señor, de quietud en medio del ajetreo. El hecho de interrumpir el trabajo cotidiano ya sirve de descanso, y debemos aprovecharlo para descansar con el Señor, para renovar fuerzas cara al futuro.
Uno no se retira para huir de nadie, y menos aún de los problemas en los que se debate la gente. El profeta Jonás huyó de la misión que Dios le encomendaba y las circunstancias adversas le devolvieron a la realidad de la encomienda. Esa tentación la llevamos todos, nos recuerda el Papa Francisco (Gaudete et exultate, 134). Hay veces que a uno le dan ganas de salir corriendo no sé a dónde para olvidarse de todo. No es ese el retiro al que nos invita Jesús. El retiro al que nos invita Jesús es a estar con él, llevando en nuestras manos y en nuestra conversación la misión que él mismo nos ha encomendado, y revisando con él cómo van las cosas, para volver a la vida cotidiana con renovadas energías.
Y resulta que cuando planeaban ese retiro, la gente salió a su encuentro en una muchedumbre inmensa que buscaba a Jesús. Aunque muchos no lo sepan, esas idas y venidas son para buscarle a él, porque sólo él puede compadecerse de todos. “Jesús vio esa multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas” (Mc 6,34). Es impresionante esa mirada compasiva de Jesús. Su corazón se conmovió al ver a tanta gente desamparada y se entretuvo para enseñarles.
Dios nos ha dado a Jesús como buen pastor, en contraste con tantos malos pastores, que buscan sólo su interés o, peor aún, son lobos en lugar de pastores. Cómo necesitamos en nuestros días buenos pastores. Pastores según el corazón de Cristo. Pidamos al Señor que no nos falten pastores como él.
Cuál es la diferencia entre un pastor bueno y un pastor malo. Un pastor bueno, al estilo de Jesús, conoce a sus ovejas y está dispuesto a dar su vida por ellas, incluso cuando vienen las dificultades. Un pastor malo se toma la tarea como un oficio cualquiera, y si vienen especiales dificultades, deja las ovejas y huye; y es que a un asalariado no le importan las ovejas (cf Jn 10).
Pero incluso, hay pastores que, vestidos con túnica de pastor, son auténticos lobos. Estos nunca buscarán el bien de las ovejas, sino que al acercarse a ellas será para devorarlas y destrozarlas.
Recordando el estribillo que este domingo cantamos: “El Señor es mi pastor, nada me puede faltar…” pidamos insistentemente por la santidad de los pastores. Que tengan los mismos sentimientos de Cristo, que sientan verdadera compasión por el rebaño, que sean capaces de dar la vida por esas ovejas encomendadas, que nunca se aprovechen de ellas y -por el amor de Dios- que nunca sean lobos que destrocen las ovejas.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba