«QUIEN PERMANECE EN MÍ Y YO EN ÉL, DA FRUTO ABUNDANTE»
Jn. 15.1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a
sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el
labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da
fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra
que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no
puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no
permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los
sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al
que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los
recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí y mis
palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto
recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos
míos».
Otras
Lecturas: Hechos 9,26-31; Salmo 21;
1Juan 3,18-24
LECTIO:
El evangelio de este
domingo, nos habla de la vinculación que existe entre Él (Jesús) y cada uno de
los cristianos, como un anticipo de lo que se nos dirá al llegar la solemnidad
de la Ascensión del Señor. Efectivamente, cuando
Jesús vuelva al Padre, dejará a los suyos el relevo, la herencia de la
misma misión que el Padre le confió a Él.
Los cristianos podrán llevar adelante semejante encargo si
permanecen unidos a su Señor… Este es el sentido que tiene ese gesto de enorme
sencillez con el que empezamos casi todas las cosas los cristianos: “en el
Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu...”.
…Lo que nos dice
Jesús en el Evangelio de la vid y los sarmientos es que la condición imprescindible para hacer un bien fecundo, para dar un
fruto verdadero y abundante, es estar unidos a Él: “... permaneced en mi y
yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en
la vid, tampoco vosotros si no permanecéis en mi”.
Este fue el consejo, la amable exhortación de Jesús en aquella cena
última de adioses y confidencias. …Sólo
quien hace las obras, quien dice las cosas en nombre de Jesús y unido a la
Iglesia, puede dar fruto. Lo demás es ruido e incluso daño. Pero ¡qué
hermoso y qué fecundo cuando nuestra palabra es eco de la Voz del Señor y
cuando nuestras manos custodian el discreto hacer de Dios!
MEDITATIO:
Jesús repite a menudo, sobre todo durante
la última Cena: «Permaneced en mí». Y la vida cristiana es precisamente esto:
permanecer en Jesús. Y, para explicarnos qué es lo que quiere decir, usa
esta imagen de la vid: «Yo soy la vid
verdadera, vosotros los sarmientos». Y todo sarmiento que no está unido a la
vid, muere, no da fruto; y luego es arrojado para hacer fuego. (Papa Francisco)
Los sarmientos que están unidos a la vid,
reciben de la vid la savia vital y así se desarrollan, crecen y dan los
frutos. Permanecer en Jesús significa estar unido a Él para recibir de Él la
vida, de Él el amor, de Él el Espíritu Santo. Es verdad, todos somos
pecadores, pero si permanecemos en Jesús, como los sarmientos en la vid, el
Señor viene, nos poda un poco, para que podamos dar más fruto. Él siempre nos
cuida. (Papa
Francisco)
Permanecer en Jesús quiere decir tener la
voluntad de recibir de Él la vida, también el perdón, incluso la podada, pero
recibirla de Él. Permanecer en Jesús significa buscar a Jesús, orar. Permanecer
en Jesús significa acercarse a los sacramentos: la Eucaristía, la
Reconciliación. (Papa Francisco)
ORATIO:
Jesús,
haz que nada nos resulte más dulce, nada más deseable, que caminar contigo y permanecer
unido a ti porque de otra manera no somos nada.
Como sarmiento,
permanezco ahora, unido a la vid,
que es mi Señor y me abandono
a Él.
CONTEMPLATIO:
"¡Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en
vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis!"
Lo que el Padre quiere es que seamos
discípulos fieles y así demos mucho fruto. ¿Es intensa y verdadera nuestra
unión de vida con Jesús? ¿Sentimos que te hace falta el orar, meditar y cumplir
su palabra?
"¡Yo soy la vid y vosotros los
sarmientos!" No
se trata de dos cosas distintas: Nosotros somos parte de Jesús. Jesús es el
todo. Para que un ramo pueda producir frutos, debe estar unido a la vid.
El que permanece en mí y Yo en él… Lo que mantiene viva una planta, capaz de dar frutos, es la
savia que la atraviesa. ¿Es Cristo el que está presente en mí y me mantiene
vivo, capaz de dar frutos? ¿Qué frutos produce mi fe en Jesús? ¿Actúo
comprometidamente?
■… Con esa imagen
quiere explicar, por consiguiente, cómo es la extraordinaria realidad de la
comunión vital con él que ofrece a los creyentes, qué compromiso incluye ésta y
cuáles son las expectativas de Dios. Jesús es el primogénito de una humanidad
nueva en virtud del sacrificio redentor en la cruz. Él es la cepa santa de la
que corre a los sarmientos su misma linfa vital. Quien permanece unido a él
puede dar al Padre el fruto del amor y dar gloria a su nombre (vv. 5.8). A continuación, para que este
fruto sea copioso, el Padre-viñador realiza todos los cuidados, corta los
sarmientos no fecundos y poda los fecundos. Esta obra de purificación se va
realizando cuando la Palabra de Jesús es acogida en un corazón bueno (v. 3)