TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

domingo, 11 de febrero de 2018

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 11 DE FEBRERO DEL 2018, 6º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)


«QUIERO: QUEDA LIMPIO»

Mc. 1. 40-45

     En aquel tiempo, se acercó un leproso a Jesús, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme». Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero: queda limpio». La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».
     Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.

Otras Lecturas: Levítico 13,1-2.44-46; Salmo 31; 1 Corintios 10,31-111.1

LECTIO:
     El Señor va desgranando a través de la enseñanza y de los signos su gran objetivo: anunciar el Reino de Dios. Esta vez el protagonista de la escena es un leproso.
     Estamos ante el encuentro de Jesús con una de las realidades más duras y dolientes de su época… escucha al leproso, atiende al marginal, toca al intocable, y compasivo, le cura. Preside la misericordia entrañable de esa luz de Dios que vino a disipar toda oscuridad. Y termina el relato con la “desobediencia” de este hombre a la advertencia de Jesús de no decírselo a nadie: comunicará a todos, y con gran fuerza, lo que a él le había ocurrido, haciendo del hecho una proclamación o predicación.
     Esto es algo que siempre ha sucedido en la historia de la salvación cristiana: cuando alguien ha sido tocado por la Gracia liberadora del Señor, el testimonio es imparable, sin pose ni fingimiento, como les pasó a los primeros discípulos que vieron a Jesús, que al encontrar a Simón le dirán: hemos visto al Mesías”.
     La pregunta que nos hacemos ante tantos otros leprosos y tantas otras lepras modernas (soledad, depresión, ateísmo, secularización, hambre, injusticia, guerra, sida...), es cómo podría tocar hoy Jesús toda esta realidad. Y la respuesta que nos da la historia cristiana es siempre la misma: con nuestras manos. No hay otras manos. Así lo dispuso Él. Acercar a través de nuestra pequeña pero insustituible solicitud, la salvación y la Gracia que provienen de Él. Somos carne de Jesús. Somos su Cuerpo. Los varios leprosos de la maldición marginada –sea cual sea su nombre y su tragedia – nos esperan. También ellos, como ojalá nosotros, quieren proclamar a quien quiera escuchar que el Señor ha hecho con ellos misericordia. El Reino ha comenzado.

MEDITATIO:
     Y lo tocó... Él no toma distancia de seguridad y no actúa delegando, sino que se expone directamente al contagio de nuestro mal; y así nuestro mal se convierte en el lugar del contacto: Él, Jesús, toma de nosotros nuestra humanidad enferma y nosotros de Él su humanidad sana y capaz de sanar. Esto sucede cada vez que recibimos con fe un Sacramento: el Señor Jesús nos «toca» y nos dona su gracia. (Papa Francisco)
     Una vez más el Evangelio nos muestra lo que hace Dios ante nuestro mal: Dios no viene… a eliminar del mundo el sufrimiento y la muerte; viene más bien a cargar sobre sí el peso de nuestra condición humana, a conducirla hasta sus últimas consecuencias, para liberarnos de modo radical y definitivo. Así Cristo combate los males y los sufrimientos del mundo: haciéndose cargo de ellos y venciéndolos con la fuerza de la misericordia de Dios. (Papa Francisco)
     A nosotros, hoy, el Evangelio de la curación del leproso nos dice que si queremos ser auténticos discípulos de Jesús estamos llamados a llegar a ser, unidos a Él, instrumentos de su amor misericordioso, superando todo tipo de marginación. (Papa Francisco)
     Toma conciencia de que eres como el leproso; el Señor se hace cargo de tu situación. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Creemos, Señor, pero aumenta la fe en nosotros, para que, creyendo cada vez más, esperemos también cada vez más y, esperando cada vez más, amemos también más.
¡Dichoso quien cuida del pobre y débil!
¡Dichoso quien tiende su mano al necesitado!
¡Dichoso quien no sabe negar una ayuda!
Ayúdanos, Señor, a desterrar del corazón 
el egoísmo que tantas veces lo envuelve.

CONTEMPLATIO:
«Si quieres, puedes limpiarme»
     Jesús combate los males y los sufrimientos del mundo: haciéndose cargo de ellos y venciéndolos con la fuerza de la misericordia de Dios. Un gesto de ternura, un gesto de compasión... Pregúntate, ¿cuándo ayudas a los demás, los miras a los ojos? ¿Los acoges sin miedo de tocarlos? ¿Los acoges con ternura? (Papa Francisco).
    Piensa en esto: ¿cómo ayudas? A distancia, ¿o con ternura, con cercanía? Si el mal es contagioso, lo es también el bien. Por lo tanto, es necesario que el bien abunde en nosotros, cada vez más. Déjate contagiar por el bien y contagia el bien. (Papa Francisco).
«Quiero: queda limpio»
     El leproso conoce a Jesús. Sabe lo que hay en su corazón. Por eso se arrodilla y dice "si quieres"... Cree plenamente en que Jesús le ama. ¿Crees tú esto? De tu confianza depende tu curación. Fuera de Jesús, ¿dónde puedes encontrar la salud?
                          
no puedes huir dondequiera que fueres, porque dondequiera que vayas llevas a ti contigo y siempre te hallarás a ti mismo. Vuélvete arriba, vuélvete abajo, vuélvete fuera, vuélvete dentro, y en todo esto hallarás cruz. Y es necesario que en todo lugar tengas paciencia, si quieres tener paz interior y merecer perpetua corona. Si de buena voluntad llevas la cruz, ella te llevará y guiará al fin deseado, a donde será el fin del padecer, aunque aquí no lo sea (Fray Tomás de Kempis).

1 comentario:

  1. El Señor buscó tanto curar y limpiar a los que estaban agobiados bajo el peso de la enfermedad del pecado, como de todo tipo de lepra. Sin embargo, el Señor nunca buscó la fama, se ocultó, quiso vivir siempre en la sencillez. Ni siquiera utilizó su poder de curar ni su fama para su propio provecho. Hace el bien desde la sencillez, desde la humildad y mansedumbre del corazón. Quería que le buscasen por sí mismo, por su Amor incondicional más que por ser taumaturgo famoso porque hacía prodigios. Su Amor siempre dejaba libre el corazón para aceptarlo o rechazarlo. No imponía nada. Ese es el estilo de Jesús que, incluso cuando cura, pregunta si quiere quedar limpio. Es un amor ofrecido incondicionalmente para dejar siempre abierta la puerta de la libertad del corazón humano.
    Señor, ¿cómo no va a querer quedar limpio de la lepra? Jesús propone, no impone. Incluso sus grandes dones, sus maravillas, las ofrece en la libertad de ser o no ser acogidas.
    Quizás, ahora entendemos por qué el cambio de nuestra vida es tan lento, porque el Señor respeta nuestra libertad y tiene una gran paciencia con nosotros.
    Su autoridad le lleva a que lo que dice se cumple, por eso “quedó limpio”. Su Palabra siempre es eficaz. Cuando nos ponemos en sus manos, con una infinita confianza, el Señor siempre cumple sus promesas y nos llena el corazón de la alegría de una limpieza y sanación a fondo. La pena es que muchas veces no somos conscientes de su obra en nosotros y seguimos viviendo como enfermos aunque nos haya sanado.
    +Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

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