«VENID… OS HARÉ PESCADORES DE HOMBRES»
Mc.
1.14-20
Después de que Juan fue entregado, Jesús
se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía: «Se ha cumplido el
tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio».
Pasando junto al mar de Galilea, vio a
Simón y a Andrés, el hermano de Simón, echando las redes en el mar, pues eran
pescadores. Jesús les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de
hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, el de
Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. A
continuación los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los
jornaleros y se marcharon en pos de él.
Otras
Lecturas: Jonás 3,1-5-10; Salmo 24; 1Corintios 7,29-31
LECTIO:
Vino Jesús y paró el tiempo viejo para
hacer sonar el despertador de la historia: se
ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios, está ya entre
vosotros... convertíos y creed la Buena Noticia. Él ha traído la buena noticia
del “¡ya está bien!”, del “¡se ha cumplido el plazo!”. Porque ha dado comienzo
otra realidad: se acabaron los caínes fratricidas, las babeles pretenciosas,
los becerros de oro de turno. Es
posible comenzar otra historia,
otro modo de ser humanos: recuperar el proyecto de Dios... estrenándolo de una
vez. Y para eso vino Jesús:
para mostrarlo en su Persona,
para concedérnoslo con su Gracia, para acompañarlo con su Presencia y su
Palabra, para recordarlo con su Iglesia.
Hace 2000 años hubo gente que escuchó este
Evangelio y sin embargo siguió hablando del tiempo. Hubo otros que lo creyeron,
le dieron tanto crédito que cambiaron su vida, es decir, se convirtieron. Fue
un modo de escuchar esa noticia buena que se transformó en seguimiento de su
Portavoz, Jesucristo, y se fueron con Él a vivir y a desvivirse por Él y los
demás. El tiempo de Dios había empezado a sonar.
MEDITATIO:
Jesús inicia su predicación anunciando la
llegada del Reino. Interpela al mundo con la necesidad de la conversión.
Recluta a sus primeros seguidores... Reino, conversión y llamada, son
realidades inseparables que desde entonces vivimos en la Iglesia.
El Apóstol Andrés, con su hermano Pedro, a la llamada de Jesús, no dudaron ni
un instante en dejarlo todo y seguirlo: "Inmediatamente dejaron
las redes y lo siguieron". Nos asombra el entusiasmo de los Apóstoles que,
atraídos de tal manera por Cristo, se sienten capaces de emprender cualquier
cosa y de atreverse, con Él, a todo. (Papa
Francisco).
Cada uno en su corazón puede preguntarse sobre
su relación personal con Jesús, y examinar lo que ya ha aceptado –o tal vez
rechazado – para poder responder a su llamada a seguirlo más de cerca. (Papa Francisco).
El grito de los mensajeros resuena hoy más
que nunca en nuestros oídos, sobre todo en tiempos difíciles; aquel grito que
resuena por "toda la tierra […] y hasta los confines del orbe". Y
resuena también hoy aquí… resuena en nuestros corazones, en nuestras familias,
en nuestras parroquias, allá donde quiera que vivamos, y nos invita a perseverar
con entusiasmo en la misión, una misión que necesita de nuevos mensajeros, más
numerosos todavía, más generosos, más alegres, más santos. (Papa Francisco).
Todos
y cada uno de nosotros estamos llamados a ser este mensajero
que nuestro hermano, de cualquier etnia, religión y cultura, espera a menudo
sin saberlo. En efecto, ¿cómo podrá este hermano –se pregunta san Pablo – creer
en Cristo si no oye ni se le anuncia la Palabra? (Papa
Francisco).
ORATIO:
Señor, deseo llegar a ser verdaderamente
libre, para poder recibir tu llamada y responder con prontitud y generosidad,
como tus primeros discípulos. Es hermoso poder escucharte, seguirte y servirte.
Que tu gracia lleve a cumplimiento la obra buena que has iniciado en mí.
Gracias,
Padre bueno porque me has llamado.
pero
sabes que muchas veces no logro seguirte en todo…
Hoy
vengo con el firme propósito,
confiando
en tu gracia, de que voy a mejorar.
CONTEMPLATIO:
«Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres»
Contempla la llamada que Jesús hizo a sus
primeros discípulos. También
esa llamada es actual,
hoy te la hace a ti. El seguimiento de
Jesús implica creer lo que Él creyó, interesarse por lo que Él se interesó,
mirar a las personas como Él las miró, amarlas como Él las amó. ¿Cómo aceptamos
esta invitación permanente del Señor?
Jesús
elige a los discípulos para
que estuvieran con Él, para que formaran comunidad con Él, aprendieran de Él,
se identificaran con Él. ¿Experimentamos esa fuerte llamada del Señor? Señor
enséñame tus caminos…
El Señor viene a mostrarnos como debemos
vivir para actualizar en nosotros el amor del Padre. ¿Podemos decir que nuestro
actuar es expresión del reinado de Dios en mi vida, en la familia, en el
trabajo…?
Examinémonos qué implica convertirse…
■… Me he sacudido
de encima todas las pasiones, desde que me enrolé con Cristo, y ya no me atrae
nada de lo que es agradable y buscan los otros: no me atrae la riqueza, que te
arrastra a lo alto y te arrolla; ni los placeres del vientre o la embriaguez, madre
de la arrogancia; ni los vestidos suaves y vaporosos, ni el esplendor y la
gracia de las gemas, ni la fama seductora, ni el perfume afeminado, ni los
aplausos de la gente y del teatro, que desde hace mucho tiempo habíamos
abandonado a quien los quiera. No me atrae nada de lo que tiene su origen en la
pecaminosa degustación que nos ha arruinado. (Gregorio Nacianceno).
La vida cristiana no es otra cosa que el seguimiento de Cristo. Es acoger la llamada de Jesús: “Venid conmigo”. Sería lo que San Ignacio de Loyola, en la segunda semana de los Ejercicios, El seguimiento de Jesús, nos propone, en resumen, seguir a Jesús. Sería vivir “el Contigo y como Tú”.
ResponderEliminarAsí llama Jesús a los primeros, junto al lago. El lago como lugar donde transcurre la vida de la gente, donde se vive, se trabaja y se sufre. ¿Quieres venirte conmigo y vivir como Yo? Nuestra respuesta es: Contigo, Señor y como Tú. Sin ambigüedades. El Señor siempre nos llama desde la realidad de nuestra vida.
No existe ninguna auténtica llamada del Señor que no sea a descubrir lo que decía Benedicto XVI, que se comienza a ser cristiano no por una orientación moral o ética sino por un encuentro con Jesús que te cambia la vida y la orientación de la misma. Todo hombre o mujer que se encuentra con Jesús, lo primero que descubre es una mirada que te invita a seguirle. “Vente conmigo y vivirás”.
Esta es la razón de la vocación, de toda llamada que luego irá aterrizando en el sacerdocio, la vida consagrada, en el matrimonio, pero siempre tiene como base una mirada de Jesús que seduce y enamora y que te lleva a vivir con los sentimientos de su Corazón. Sin esta base, sin este encuentro en el corazón de la vida, en el lugar de la existencia, no vendrá lo demás.
Todo llamamiento de Jesús es una seducción a vivir con Él. Muchos cristianos viven el seguimiento de Jesús, la vida cristiana, como “una carga” que hay que llevar como se pueda. Es verdad que a veces no es fácil seguir a Jesús con todas las consecuencias, pero tenemos que vivir desde el encuentro con Jesús la vida cristiana como “lo mejor de la vida”.
+Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres