«¿QUÉ ES ESTO? ESTE ENSEÑAR CON AUTORIDAD ES NUEVO…»
Mc. 1. 21b-28
En aquel tiempo,
Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue
a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no
enseñaba como los escribas, sino con autoridad.
Estaba
precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso
a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con
nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.» Jesús lo increpó: «Cállate y sal
de él.» El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos
se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es
nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.»
Su fama se
extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
Otras
Lecturas: Deuteronomio 18,15-20; Salmo 94; 1 Corintios 7,32-35
LECTIO:
En el Evangelio vemos a
Cristo que, fiel a su misión de llevar y de ser la Voz del Padre, llegado a
Cafarnaúm comienza a enseñar en la Sinagoga. Algo habría en aquel porta-voz que
enseguida los oyentes advierten la diferencia: “se
quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los letrados, sino
con autoridad”.
No es difícil imaginar que el entusiasmo
de la gente por esa Persona que escuchándola crecían, se convirtiese en
seguimiento dejando tantas cosas, dejándolo todo, como oíamos el domingo
pasado. Y desde aquí se puede entender que todo ello provocase preocupación,
envidia y persecución en los letrados que aburrían y en los adivinos que
engatusaban: unos y otros perdían clientela y Jesús –cada cual por sus razones
– se convertía en enemigo a eliminar.
Hasta
los demonios quedaban desplazados con el paso de Jesús por
en medio de su pueblo. El diá-bolus es el que separa desintegrando, el que
esclaviza con sutileza, el que secuestra en la mentira. También él protestaba
por la llegada de Alguien que con la auctoritas de Dios... unía, integraba,
liberaba, hacía crecer.
Dos breves anotaciones para terminar. La
primera es que, en
medio de nuestro supermercado de ofertas variopintas, es preciso saber
encontrar la Palabra de Jesús y crecer en y con ella, adhiriéndonos a
aquellos (santos, Papa, obispo, personas con carisma) que nos la dan con
fidelidad. Y la segunda, que no
debemos asustarnos si los escribas de ahora y los diablos de siempre, se
enfadan con la Palabra de Jesucristo,
con la de sus pastores y sus discípulos, y amenazan, acorralan, revuelcan y
pretenden de mil modos censurarla. No es mala señal. El Reino está siempre
comenzando. (Jesús Sanz Montes - Arzobispo de
Oviedo)
MEDITATIO:
La gente en la sinagoga permanece
asombrada, porque Jesús les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los
escribas. ¿Qué significa qué enseñaba con autoridad?
Quiere decir que en las palabras humanas de Jesús se sentía toda la fuerza de
la Palabra de Dios, se sentía la
misma autoridad de Dios,
inspirador de las Sagradas Escrituras. (Papa
Francisco)
Una de las características de la Palabra
de Dios es que realiza lo que dice. En cambio, nosotros con frecuencia
pronunciamos palabras vacías, sin raíz, o palabras superfluas, palabras que no
corresponden a la verdad. En cambio la Palabra de Dios corresponde a la verdad,
es unida a su voluntad y hace lo que dice. (Papa
Francisco)
"¡Cállate
y sal de este hombre!". Sólo con la fuerza de su palabra, Jesús libera a la persona del maligno. Y una vez más los
presentes permanecen asombrados... La Palabra de Dios provoca asombro en
nosotros. Tiene esa fuerza. (Papa
Francisco)
El Evangelio cambia el corazón, El
Evangelio, cambia la vida, transforma las inclinaciones al mal en propósitos de
bien. ¡El Evangelio es capaz de cambiar a las personas! Por tanto, es deber
de los cristianos difundir por doquier su fuerza redentora, llegando a ser
misioneros y heraldos de la Palabra de Dios. (Papa
Francisco)
ORATIO:
Señor Jesús, Fortalece mi fe para que pueda confiarme siempre a ti, porque no
me dejas en manos del maligno, sino que has venido precisamente para liberarme
y para mostrarme el amor de tu Padre.
Mantén nuestro corazón firme en el proyecto de tu
Palabra;
que tu Palabra sea siempre la alegría de nuestro
corazón;
que nos inclinemos siempre a guardar tus mandamientos
y que
busquemos en tus mandatos el camino de la salvación.
CONTEMPLATIO:
Todos
quedaron asombrados y se preguntaban: -¿Qué es esto?
Jesús vino a liberarnos de todas nuestras
ataduras y darnos la libertad de los hijos de Dios: ¿tengo alguna dependencia
hacia algo o alguien que me quita la libertad y me crea dependencia?, ¿qué
aspecto y en qué dimensión de mi vida el Señor debe actuar para que abandone lo
que te esclaviza?
El Señor enseñaba con autoridad, porque
sus palabras eran verdad y vida. ¿De qué manera, con qué actitudes y
disposiciones busco profundizar más en mi fe, en el evangelio, en la vida de
Jesús y ser más consciente de lo que
implica ser y llamarme cristiano?
■… «¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, Jesús de Nazaret?»[…] En
lo más profundo de nuestro interior advertimos que Jesús, «el Santo de Dios»,
nos está pidiendo una conversión, un modo de entender la vida completamente
nuevo[...] «¡Cállate y sal de ese hombre!» (Mc 1,25). Sólo una cosa es segura:
sin la Palabra poderosa de Jesús, nunca podrá ser destrozado el dominio
tiránico del «espíritu inmundo». Sentimos entonces toda nuestra impotencia e
incapacidad para cambiar las cosas nosotros solos, para denunciar la soberanía
del «espíritu inmundo». Jesús pronuncia la palabra poderosa. Señor, nosotros
queremos, ayuda a nuestra falta de voluntad (H. Jaschke).